Párpados azules

Buen drama romántico con disimuladas chispas de comedia que aporta originalidad y frescura al género gracias a la perspectiva de sus dos protagonistas, una pareja completamente aislada de una vida social activa, sin amigos o simples compañeros con los que poder salir a tomar algo o disfrutar de unos minutos de compañía. Como si fuese una fábula, ellos no se conocen de una manera corriente, pues el encuentro ocurre de forma casi obligada, impuesta por la dirección de Emilio Contreras, que pone en manos de una retraída Marina Farfán (Cecilia Suárez) el billete de un viaje para dos personas a una preciosa playa, que le toca en un concurso realizado por su empresa. Pero el paquete del viaje está adaptado al disfrute de dos acompañantes, por lo que Marina se decide a buscar pareja para su aventura. Tras fallarle todas las opciones deberá jugárselo todo a una carta con Víctor Mina (Enrique Arreola), un antiguo compañero del instituto que se encuentra por casualidad y del que no recuerda nada. Pese a la locura de delegar en un completo desconocido la posibilidad de ser su acompañante en el viaje a la paradisíaca Playa Salamandra, Marina y Víctor demuestran la cordura suficiente decidiendo planificar varias citas entre ambos, para conocerse más antes de partir. Y aquí es donde se pone toda la carne en el asador.

Gran parte de la película, especialmente su primera media hora, resulta un soplo de paz sobre el espectador, convirtiendo el silencio en la parte más fuerte de su guión y dejando en las miradas de los protagonistas y el ruido cotidiano (una máquina de café, una fotocopiadora, el murmullo urbano o el simple aleteo del viento) las formas expresivas más importantes del argumento. Y eso que el guión, no tiene desperdicio y se permite la autonomía suficiente como para invitar a la reflexión. El mensaje de esta cinta resulta poderoso y es un canto a la soledad más auténtica, pues no abarca sólo la sensación que ésta puede producir en alguien, sino que retrata con autenticidad las vidas de dos personas que comparten entre sí su destierro social y que se cruzan entre sí por casualidad, sabiendo ambos que lo único que tienen en la vida es, paradójicamente, el uno al otro.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)

Miércoles 6 de febrero, 6:20 pm. Cinemex Plaza Insurgentes. El azul es el color de la tristeza y la desesperanza, predominante en la imagen y primordial para la creación de atmósferas infestadas de apatía y depresión de este largmetraje, donde todo tiene un toque de desaliento que nos hace sentir y recordar nuestro propio pasado, presente o futuro. A través de la mirada de Marina y Víctor, Contreras nos adentra en la soledad de una mujer y un hombre a la expectativa del tiempo, sin aliento o motivo que permita ponerle candela a la vida.

Párpados Azules, el ejercicio que hace revisión de la soledad, miedo o indecisión para experimentar la felicidad, que nos hace caer en estados depresivos prolongados o permanentes; que nos ciegan y cierra la posibilidad de sentir la plenitud cuando se dan los hechos; que nos vuelve inexpresivos y nos convirtamos en nuestro principal contrincante para el éxito. Parpados Azules es el manifiesto por vivir al máximo cada momento, las oportunidades son escasas y vida sólo hay una, aprovechar los momentos tal como nos plazca pero no permitir que se nos escapen de las manos, nunca es tarde para comenzar. Cierra los ojos e imagina la felicidad, ábrelos y trata de convertir la fantasía en realidad.

Conformado con escasos personajes y reparto de vasto talento, el drama romántico logra mantenernos intrigados, y es que ver en el papel principal a la multifacética Cecilia Suárez interpretando a Marina y apoyada por una de las mujeres representantes del cine actual como Ana Ofelia Murguía, son combinaciones que dan garantía interpretativa.

Debut interesante para Ernesto Contreras en el ámbito cinematográfico, esperemos que su próximo drama cuente con un poco más dinamismo, que recaude más entradas y genere gusto entre la muchedumbre a quien en esta ocasión ha dejado con poco convencimiento.

Héte aquí que se encuentran dos "abandonados" emocionales. Dos sosos, aburridos, empanados e inexpresivos personajes condenados a vagar solos por el mundo. Ella ha ganado un premio, un viaje para 2 personas a una playa, gastos pagados y le ofrece a él que la acompañe. Él la recuerda de su infancia, a ella él no le recuerda a nadie. Y encuentran en su torpeza, su timidez crónica un espacio abierto para relacionarse.
A más de uno le vencerá el caracter exasperante de esta pareja pero a otros, y aquí me incluyo, les vencerá un aire hipnótico conseguido a base de diseccionar hasta límites muy pequeños los procesos y los detalles del ritual amoroso. Contreras despoja a su historia de artificios sentimentaloides y busca en su simpleza lo fantástico, un campo abierto a lo cómico, lo emotivo, lo imprevisible y rallando en la realidad, porqué no, a lo banal. Es por eso que en "Párpados azules" (un título que por otra parte no me acaba de gustar) hay material para sorprenderse, por momentos recuerda al poderoso hieratismo de la uruguaya "Whisky", por otros hay reflejos del romanticismo visual de "In the mood for love", pero en resumidas cuentas hay un estilo propio. No se detiene donde otros lo harían, camina libre, termina como 10 o 15 segundos más allá de donde la inmensa mayoría habrían terminado, reflejo de que hay naturalidad en su misterioso carácter, en su incomunicación, en sus silencios.

Película lenta, semejante a Whisky en intención pero no en calidad, cuenta con momentos rescatables e inteligentes y la idea de presentar en pantalla algo diferente es bastante audaz y atrevida, un riesgo que los productores aceptaron asumir y a mi entender se perdió la partida.
Destacable la actuación de Cecilia Suarez, papel bastante creible y natural.

¿Cómo se hace una película cuya base son dos personajes insulsos, tímidos, irresolutos, mediocres? El problema no es el tema sino la forma de presentarlo. Los personajes son callados, lentos, parcos, y la película es callada, lenta y parca. Puede tomarse como un punto a favor (la película "representa" el drama de los personajes) pero sucede que tanta lentitud e inacción llega a ser poco soportable. Hay algún momento en que dan ganas de tirarse a la pantalla y sacudir a los personajes. Otra vez, puede tomarse esto como un elogio hacia la realización, pero lo cierto es que ver toda la película hasta el final se hace difícil. Es una lástima, porque la idea es excelente, la actuación de Cecilia Suárez más que excelente, la mujer que actúa como dueña del negocio es excepcional en su pequeño papel y toda la película está muy bien lograda, pero leyendo comentarios de que esta película tuvo poco éxito de público (hubiera sido milagroso lo contrario) recordé lo que quizá el director haya olvidado, una frase célebre de Hitchcock: "El cine es arte y un montón de butacas que hay que llenar".