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The White Meadows

Drama Una vez más, Rahmat es asignado para un trabajo que le lleva a viajar a varias islas, algo que lleva muchos años haciendo. Se le pide que recoja las lágrimas de los habitantes de esas islas. Aunque hace tiempo que esa gente entrega sus lágrimas a Rahmat, nadie sabe concretamente qué ha estado haciendo con esas lágrimas. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
27 de enero de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinematografía iraní siempre ha destacado por hacer un uso exquisito de la metáfora para denunciar la realidad social y política de su país. Los cineastas de Irán son verdaderos poetas de la imagen, aunque sus recursos narrativos se deben más a un estado de necesidad que al capricho artístico. Al igual que Abbas Kiarostami, Bahman Ghobadi o los miembros de la familia Makhmalbaf, Mohammad Rasoulof pertenece a una generación de directores que se han visto forzados a recurrir a la alegoría para camuflar su crítica a unas instituciones que les obligan a trabajar en la más absoluta clandestinidad. Rasoulof tiene además en su haber una filmografía especialmente comprometida con la denuncia que incluso incluye un documental sobre la censura del gobierno de Mahmud Ahmadineyad.

La historia de The white meadows comienza en medio del mar. Rahmat es un hombre dedicado en cuerpo y alma a recoger las lágrimas de las personas en momentos de duelo. Con su pequeña barca, recorre una y otra vez un archipiélago de islas yermas en las que realiza su pequeño ritual, ya sea en un velatorio o en la despedida de una joven prometida. Para componer estas pequeñas historias Rasoulof se vale de las tradiciones orales, los cuentos persas y otras fuentes que los espectadores extranjeros no terminaremos de captar en toda su profundidad. El resultado es un cuento con el mar como telón de fondo que puede interpretarse de múltiples maneras pero cuyo principal mensaje está más que claro.

The white meadows combina la poesía imaginativa característica del cine de autor iraní con la crudeza metafórica de El caballo de dos patas. Al igual que a gran parte de los trabajos de sus compatriotas, se le puede acusar de ser un film demasiado contemplativo, construido a base de repetitivas imágenes vacías. Pero el trabajo de Mohammad Rasoulof plantea ciertas reflexiones que escapan a la propia película. Uno no puede evitar cuestionarse hasta qué punto éste film no está pensado en exclusiva para emitirse en festivales internacionales con ánimo de palmarés. Pero, sobre todo, cabe preguntarse qué sería del cine en Irán si se concediera a sus autores una libertad de expresión sin trabas. No se puede olvidar bajo ningún concepto lo complicado que resulta sacar adelante propuestas de esta índole en un país en el que ser cineasta equivale a estar siempre en el punto de mira. The white meadows es el más claro ejemplo de hasta qué punto la creatividad del cine iraní está asfixiada por un gobierno de censores.
Keichi
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RavenHeart
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