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Mi gente linda, mi gente bella

Comedia. Drama Mientras en el exterior los colombianos son los parias, en Colombia los extranjeros son los reyes. Y Vigo, un sueco que llega a Colombia, no será la excepción: será recibido como un hijo pródigo. Pronto descubrirá que aún con tanto calor humano, en el país del Sagrado Corazón de Jesús, el realismo mágico se vive en medio del caos, el ímpetu y la irreflexión, que entre lágrimas y risas desdibuja la delgada línea entre el bien y el mal. ... [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
7 de junio de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El rumbo de Dago García retorna a la comedia popular, para contar una historia poco convincente que exagera de los costumbrismos regionales.

Una mujer colombiana bella, y con la plata suficiente para dominar el inglés e irse de gira hasta llegar a un minúsculo pueblo sueco, que se enamora perdidamente y a primera vista de un rubio feo, sin dinero, futuro, ni encantos.
Un par de boyacenses dueños de una exitosa transportadora, que reciben al sueco en su casa en aras de “mejorar la descendencia”, y hablan en verbo infinitivo, como si estuvieran en una vieja película estadounidense de indios.
Una puesta en escena fragmentada con títulos de la jerga popular como “En Colombia, fiesta no es fiesta sin pelea”, “En Colombia, perder es ganar un poco”, o “A mí deme un aguardiente... ”. Por supuesto, cada uno de estos cuadros tiene la intención de enfatizar en los supuestos comportamientos con los que los colombianos deberíamos reírnos de nosotros mismos.
Pero antes que risa, lo que producen es tristeza, ya que la caricatura se convierte en una torpe y maniquea sátira, plagada de absurdos. Al menos para espectadores de cierto nivel cultural e intelectual.
No es malintencionada la propuesta básica de Dago García y su equipo. Al fin y al cabo, constituimos un país lleno de chispa, encanto y comportamientos tontos como recibir a los visitantes extranjeros con papayera, sentarnos a la televisión a ver reinados, o vestirnos con el uniforme de la selección para gritar en los partidos.
Esa esencia “chibchombiana”, probablemente lleve a muchos colombianos a ver esta burda parodia en las salas. Pero lo cierto es que la pobreza del guion no se compadece con la producción del filme, la presencia de renombrados actores y lo más importante: el verdadero orgullo de ser colombiano.

Encontrarás más artículos del autor en la web SEPTIMO ARTE con extensión org.
Alberto Posso Gómez
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11 de junio de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Puede que ahora no me entiendan pero algún día me lo agradecerán...”
Harold Trompetero, tres días antes del estreno de su película, en su cuenta del Facebook.

Por: John Harold Giraldo Herrera
Periodista y docente universitario-
[email protected]

Risas van y risas vienen, es en lo que se resume la película Mi gente linda mi gente bella. Pero además, en un montón de inconsistencias. Por supuesto que los colombianos contamos con esa particularidad de tomarnos la vida con sentidos diversos, gozamos tanto con el folklor propio como con querer ser otros y eso es aprovechado por la productora de Dago para enrostrarnos ese flanco risible de la colombianidad. Esta vez se fue con toda con la intención de decirnos: así somos, esto es Colombia, acá están los personajes más sobresalientes de una familia de clase media empresarial, y adicional: con esto se encuentra un extranjero cuando viene al país.

La más grande de las inconsistencias de Dago y en este caso del director Harold Trompetero es plantearnos una película moralista, en el sentido de que pese a nuestra jocosidad como colombianos, no dejamos que nos humillen y vivimos felices siendo como somos. Primero porque no hay un sostén a lo largo de lo mostrado, salvo situaciones a modo de stand comedy de una familia, son forzadamente escenas de asuntos en los que por supuesto salta a flote una idiosincrasia: aparentemente por cualquier extranjero nos doblegamos, siempre queremos sacarle provecho y ventaja a cada situación, utilizamos a los demás para beneficio propio, nos marca una ingenuidad indigna, aunque amamos la tierra visionamos estar en otras latitudes, la tragedia es también una posibilidad de sonreír, perder es ganar un poco, que hacemos festividades pero siempre formamos un bochinche, que somos uno con los demás pero otros internamente, y en fin, podría asumirse una lista de criterios del ser colombiano y todos como se coligen son para en la película para producir la burla y deducir que no importa, eso somos, y de remate somos felices así y en todo caso cada cual se sale con la suya.

La serie de cuadros de la película son un conjunto, hay desde un pastuso, costeños, rolos, opitas, y una colombiana que no se cree tal, y un sueco caracterizado por un inglés, reforzado, dizque descubrió que vivía aburrido y así de la noche a la mañana se viene para Colombia en búsqueda de su felicidad, aparente toca decir. De modo pues que uno podría decir que la estrategia es comunicar un algo con la ironía, pero no, esa forma tan brillante de posibilitar un mensaje, no alcanza, lo que obtenemos son risas y más risas, y carcajadas y luego un cinismo absurdo.

sigo en spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
John Giraldo
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