Testigo presencial

Un mediocre y aburrido thriller plagado de tópicos, con todo el aspecto de haber sido realizado para TV, y obra de un supuesto especialista tanto en el género como en el formato para el que acostumbra a trabajar.

Si en una película aparecen en total seis o siete personajes, y si se suprimen tres de ellos, la historia no cojea, es que algo importante falla. Este es el caso del film que nos ocupa: los personajes son solo esquemas, apariencias, y si algunos de ellos no hubiesen hecho nunca acto de presencia, los pormenores de la intriga -que ni existe- hubiesen sido idénticos.

Y en esos pormenores, en esa trama mal escrita y peor dirigida por Fred Olen Ray, con unos diálogos que rondan la ridiculez, se nos cuenta la manida historia de un secuestro de madre e hija por parte de unos psicópatas con ansias de dinero, situando la acción en las embravecidas aguas de un río y en la espesura de sus orillas. Y todo de manera tan rutinaria y tan plana, con unas anécdotas tan previsibles y mil veces vistas, que nada nos conmueve; es más: todo nos produce tedio e irritación por su insolvencia.
Y además se plagia, con todo el descaro, secuencias de la muy interesante "Río salvaje", de Curtis Hanson, aumentando el sonrojo de los que miramos la pantalla y comprobamos cómo unos actores y actrices que no se creen sus papeles pululan sin sentido, a falta de un mediano director que les orqueste, en una demencial e incoherente narración, trillada y vacía hasta la saciedad.

Cuesta creer que una película pueda ser tan mala. Ni haciéndolo a propósito sale algo tan nefasto. Una película puede adolecer de presupuesto y/o del tiempo que se requiere para que técnicamente salga algo elaborado. Pero cuando los diálogos son absurdos sin más y los personajes directamente irreales, en cuanto a sus actitudes y reacciones, a su manera de actuar y a su simple visión de las cosas, es para hacérselo mirar. Y no quien haya parido semejante disparate , sino quien pone el dinero para hacer esto.