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El juego final

Drama El juego final, narra una historia urbana que gira alrededor de la vida de una serie de personajes sumergidos en un mundo de violencia desprecio y desamores. Alex, Jason, Richard, Manuel y Carlos tendrán la oportunidad de surgir de su miseria, convirtiéndose al final en jovenes dignos y utiles a la sociedad, donde el trabajo en equipo y un juego de baloncesto será la herramienta usada para que estos jovenes tomen un camino diferente en sus vidas. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas ordenadas por utilidad
31 de octubre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cierta ocasión, durante un foro enfocado en el cine local, un compañero perteneciente al Ministerio de Cultura criticó la presencia en nuestra filmografía sobre la representación del barrio caraqueño, dándole “siempre” ese enfoque vinculado necesariamente con la violencia, el uso de drogas y el manejo de armas. Bajo reiteradas ocasiones él calificaba -como aprendido al caletre- que eso no era más que “porno miseria”, que disminuía la apreciación de nosotros mismos como población.

Un término que al día de hoy causa recelo sobre la, a juicio personal, verdadera temática en el cine venezolano, cubierto de una riqueza cada vez mayor sobre el ayer y hoy nacional. Apreciaciones que desconocen los debates que exponen realizadores con diversas premisas.

Es claro que en los últimos años el cine criollo se ha dado a conocer con obras que repuntan las sí existentes problemáticas urbanas, como lo son el desempleo, la violencia, los efectos del consumo de drogas y otras sustancias que perjudican al ser humano. No obstante, no todas, a fin de enriquecer aún más la mirada, logran mostrar la evolución positiva y armoniosa de la mayoría de sus personajes.

El caso que nos ocupa, y que bien evidencia lo mencionado con anterioridad, es ‘El Juego Final’, largometraje desarrollado con muchísimo esfuerzo por el realizador Javier Castro, bajo el método de creación conocido como “cine guerrilla”. Un sistema que logra la consecución de la obra a partir de medios alternativos, donde la carencia de recursos, tiempo y permisología burocrática no son rival para alcanzar meta alguna. El ingenio así supera barreras.

Una película que rescata bajo historias corales las vivencias de la juventud caraqueña, que para su bien o mal, se desenvuelve en un entorno todavía marcado por el crimen y la injusticia. Sin embargo, el realizador aprovecha una situación ya común en nuestro día a día, y resalta las proezas de los programas sociales –a través de la Misión Negra Hipólita-, especialmente en el manejo del deporte como mecanismo de superación individual y grupal sobre los errores del pasado.

Las adversidades técnicas –y a veces interpretativas- se convierten en un estímulo para el autor para una nueva revisión. Sin embargo, más allá de ello, se aplaude la presencia de nuevos realizadores motivados en la exaltación de la cotidianidad que radica en las pequeñas historias, que a la larga, logran estimular a muchísimos más.

Aspiramos que, hoy en día, el cine como este siga enriqueciendo la mirada de lo nuestro, con sus altos y bajos, para saber comprender y reflexionar lo muchos que hemos avanzado. Al igual que esos jóvenes que han pasado por diversidad de programas sociales.

Saúl Briceño
Saul_Briceno
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