La felicidad de los Katakuri

Otro ataque sorpresivo de Miike. Otra desenfrenada y alocada propuesta, chispeante y mágica poción que, al menos durante lo que dura la película, te da un subidón total.
Las idas de olla de Miike son increíbles y meritorias. Parece que mientras su hemisferio izquierdo anda patas arriba y delirante, el derecho intente casar los desvaríos de su vecino, dar forma y elaborar el producto. Porque no basta con la imaginación desbordada, con el plantar aquí y allá lo primero que se nos pasa por la cabeza; no aguantaríamos 5 minutos ante a pantalla. Hay que conocer las reglas para luego romperlas sin que el tirón nos sacuda en pleno rostro. O mucho me equivoco, o así trabaja este tipo, haciéndole creer a su delirio que es libre, que no hay lugar donde no pueda llegar, pero llevándolo por donde finalmente él quiere.
La historia de “The Happiness of the Katakuris” es lo de menos, lo importante es como me la cuentan; así debe ser. Las histriónicas y esperpénticas interpretaciones, los cochambrosos números musicales, y las escenas que no consigo ubicar y no vienen a cuento, han de venir equipadas con un oculto mecanismo que las conecta directamente con mi subconsciente, si no, no me explico como he permanecido embobado hasta el final de este extraño monstruo (en el buen sentido). Creo que es su humor sin riendas y su dinamismo y vitalidad apabullantes, Miike jugando con todo lo manipulable, lo que tiende tres hilitos: uno para anudar mi atención e interés, y otros dos para tirar de la comisura de mis labios, para atraerme a base de sonrisas y un perpetuo preguntar “¿Cómo lo consigue?”.
Miike debe dirigir y proyectar como los niños juegan, por pura y dura motivación intrínseca, y si te implicas en su juego, flipas. Divertimento y desfase, sin ataduras pero controlado. La capacidad que otros querrían tener y compensan poniendo a parir a este señor.

La mejor película de Takashi Miike, así, sin más. A mi parecer no existe filme como este: grotesco, absurdo, delirante... la originalidad en su máxima expresión.
Hay que decir que el director japonés es uno de los directores más irregulares que conozco pero que, de vez en cuando, nos deleita con películas como estas, que rompen esquemas y te dejan boquiabiertos.
¿Dónde encuadrar una película como esta? ¿En el musical? No puedo olvidar cuando la familia encuentra el primer cadáver: IMPRESIONANTE. ¿Humor negro? El baile con los muertos, la mala suerte de la familia Katakuri...
El gran pero, quizá le encontremos en los bruscos cambios de ritmo de la película que pueden hacer que perdamos la atención de la historia pero es que ¡Esto es Takashi Miike!, no se la pierdan y si después os entran ganas de bailar como el hermano delincuente, no me digan nada.

El mejor Takashi Miike, en mi opinión, es el que hace comedias. Su humor negro y estrambótico y su peculiar estilo da un aire muy distinto y turbio a un género donde lo difícil es sorprender.
"The happiness of the Katakuris" es una comedia negra original con números musicales y con muchos alicientes para disfrutarla. Por el contrario resulta aburrida a ratos e irregular en numerosas ocasiones.
Como comedia negra funciona y es novedosa la utilización de animación de personajes de plastilina para suplantar a los protagonistas. Sobre todo en secuencias que conllevan una realización y producción complejas, lo cuál hace que aparte de dar originalidad, Takashi Miike pueda dar rienda suelta a su ingenio.
El problema del filme reside en los números musicales. Resulta prácticamente imposible sorprender en un género donde casi todo está dicho. Sin remontar mucho la mirada, en "Todos dicen I love you", Woody Allen ya hacía volar a Goldie Hawn. En "Bailando en la oscuridad", Lars Von Trier fusionaba la musicalidad de lo onírico y lo real.
Dos genios del video clip moderno, Spike Jonze y Michel Gondry, ya habían apuntillado lo poco que quedaba de ver.
Y para colmo de males de Takashi Miike, Trey Parker y Matt Stone ya habían realizado números musicales esperpénticos, irreverentes y frikis en "Canibal, el musical" y "South Park".
¿Sorprenden los números musicales de "The Happiness of the Katakuris"? Mi respuesta es no. Al contrario, caen en lo infantil y en lo ridículo. Esas estrellitas y luces alrededor de los personajes recuerdan al momento kitsch televisivo de "Lost in Translation". ¡Incluso hay momento karaoke!
Con canciones de Leonardo Dantés sí que hubiera roto esquemas.
Un muy interesante montaje y momentos divertidos dejan un extraño sabor de boca.
Este material daba para más.

Ichi the killer, Visitor Q, Agitator, Cementerio Yakuza y La felicidad de los Katakuris en un mismo año y todas de una gran calidad. Lo de Miike es increíble, realmente me quito el sombrero ante él, ante su particular visión de las cosas, ante su osadía para hacer "algo" diferente, ante su arte para provocar desde el más profundo estupor, hasta la más sonora carcajada en cuestión de segundos.

Sobre la película, poco más que añadir de lo que se haya dicho ya. Simplemente me remito a la crítica de GoVegetarian, excelente una vez más.

¿Solo un 7? Bueno, realmente le podría poner más. Me ha pasado como con Visitor Q (la antítesis de esta película en lo que se refiere al optimismo), altibajos durante la película para llegar a un final... (ver spoiler). Típica película que seguro que añadiría a la lista de "Películas que te gustaron más la segunda vez que las vistes". Al próximo visionado le subo la nota fijo.

Que Miike es un cineasta polifacético es algo que, a estas alturas, nadie debería poner en duda. Y si no me creen, lo único que deben hacer es echar un vistazo a su trilogía "Dead or alive" donde, mientras en su primer volumen ("Dead or Alive: Hanzaisha") se decantaba hacía la acción más gamberra, en el segundo ("Dead or Alive 2: Tôbôsha") buscaba un poco más de émfasis dramático en sus personajes y en el tercero y que concluía la saga ("Dead or Alive: Final") traducía sus intenciones en una propuesta totalmente paródica.
Así, y tras films escabrosos ("Visitor Q") o desfasados ("Ichi the killer"), Miike decidió escoger en esta ocasión el camino de la comedia más grotesca, aportando pinceladas de una curiosa animación con plastilina (que, dicho sea de paso, se incorpora en las secuencias más fatídicas para rodar) y dotando el conjunto con partes musicales de lo más peculiares a la vez que hilarantes, ya sea por ese aspecto que el realizador nipón les da o por unas coreografías tan singulares como sus mismos protagonistas.

De este modo, y tras un manto de un humor negro, sobreactuaciones que otorgan un punto de inflexión mayor a la obra, así como el aspecto desaliñado del montaje, ya típico en el cine de Miike, se nos introduce en una historia que vuelve a hablar nuevamente sobre nuestra sociedad, a la vez que nos hace partícipes del recorrido de una familia para evitar que su hostel se vea desolado debido a los acontecimientos que en él se van dando a lo largo de la cinta.
Si bien es cierto que aquí deja más de lado aspectos como el mencionado arriba, sí consigue elaborar una entretenidísima comedia que hará disfrutar a más de un incondicional de este cineasta que, como mínimo, ya ha sabido captar la atención de más de uno, sea por lo peculiar que es su modo de rodar o por la truculencia que aporta con algunos de sus films.
A tener en cuenta.