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The Text of Light

6,6
88
Documental Imágenes de libros, pinturas, reflejos, y luz que cae sobre las texturas, tomadas enteramente a través de un cenicero de cristal. (FILMAFFINITY)
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
28 de abril de 2010
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuerpo de Texto, textura del cuerpo, opacidad del cuerpo. Sobre el film titular, no Afín.

Primer adorno: El único camino que las obras de arte tienen abierto es el de una imposibilidad progresiva. El arte después del fin del arte.

En la secuencia, no existe ninguna forma asimilable, ningún discurso. Ya no hay gramática o sintaxis. Los planos se suceden raudos y sucintos, sin orden ni concierto. Plano general y plano detalle están imbricados y ambos son informales: no hay moral de las formas, no hay ya modo de representación, sino sólo una exhibición de atrocidades: sólo la Cosa encima de la mesa*.
¡Pero qué Cosa! La cámara-ojo persigue los cadáveres sin delectación: un pie, una clavícula, un torso desnudo, la sangre. Cuerpo sin órganos primero, órganos sin cuerpo después. Cada ver es, sí, pero ¿qué ver? Los útiles seccionan trozos de carne y dejan el interior al aire: un riñón, un hígado, un cerebro mortecino (el objetivo fílmico de Resnais). Subrepticiamente, la mirada capta el detalle espeluznante, lo monstruoso del primer plano. Ningún objeto, sólo fragmentos, trozos y objetos parciales. Ningún sonido sincrónico altera la imagen: todo para el ojo. La cámara de Brakhage hace bueno el dictum de McLuhan según el cual los dispositivos técnicos son extensiones del Cuerpo: así, la rueda lo es del pie, la cámara del ojo. Y por eso la cámara es Brakhage mismo: la quietud fija y transparente del ojo atónito, el corte como un parpadeo necesario, el acercamiento es un Je veux voir. Nada que contar: sólo ver, el interior de la cosa, el Cuerpo*2.
La extinción como un momento de destrucción creadora. Brakhage, verdadero suicida fílmico, propone aquí su historia del cine después de la muerte: acontecimiento acaecido en 1963 y anunciado por Rossellini, padre de “la verdad en el cine”. Lo que se filma, lo que se ve, es el Cine mismo y sus avatares: sobre la mesa yace fenecto lo que el cine ha dejado ignaro en sus elipsis. Lo ob-sceno: lo que queda fuera de la escena, reprimido y escamoteado a la visión. Los muertos apilados y olvidados (del negro, del western), los cuerpos penetrados, atravesados y mancillados (del negro, del western). Lo que el ojo no llegaba a ver en las historias del cine está ahora supino sobre la mesa: lo irrepresentable está ahora delante de nuestras narices. Es característico de la era posmoderna, del fin de los Grandes Relatos, el dirigir la mirada hacia la cosa misma y no hacia su representación. En ese gesto estriba la posible salvación del cine como el auténtico arte de la transvaloración que defendían Artaud y Clair. En ese gesto, y en el abandono de la narración y la palabra. Aquí, un cine extremo y marginal dibuja las verdaderas potencialidades del cine allende el espectáculo. (cif. Burch) Y dice: todo el cine es un cadáver. Agresión conceptual, no formal.

(continúa en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
McCunninghum
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