De la servidumbre moderna

Dentro de los corolarios de la cultura popular, la crítica hacia las escalas representativas del poder jerarquizado siempre ha sido un tema de intenso debate. Ya sea en la edad media con el poderío de las monarquías en Europa, con la notoria historia de segregación entre brahmanes e intocables en la India, o con cualquiera de los recientes episodios de conflicto bélico a nivel mundial, la creencia en un liderazgo en alusión al cambio o hacia un pretendido intento de democracia ha sido por muchas veces otra cortina más en la composición del espectáculo mediático.

El circuito se reafirma por su carácter cerrado al adjudicarse en su poderío el dominio sobre los principales sistemas de producción, y por sobretodo, a los correspondientes a las necesidades básicas de subsistencia humana. Aquí se pone en tela de juicio como campos como la industria alimenticia, la medicina o inclusive la del entretenimiento son manipuladas para una constante retroalimentación de los patrones de la sociedad mercantil en un estado de estricta vigilancia donde al parecer día a día se suscitan menos esfuerzos.

No existe otro culpable sino el mismo hombre desde su pasividad receptiva; día a día facilitando su labor desde el engranaje postindustrial y relegando hacia sus convicciones preestablecidas gracias a un miedo que el mismo comparte como moneda de la naturaleza humana mientras que, del otro lado, una moneda de naturaleza divina se expande desde su acepción simbólica para un control centralizado de la economía que, finalmente, terminará por crear nuevas industrias y por ende logrará suspender el tráfico de producción hacia nuevas extensiones capaces de crear aun mayor división.

Asi mismo, y desde este tramado, podría seguir argumentando una por una cada irregularidad sin embargo, y valiéndonos desde una perspectiva imparcial sobre estos problemas, no podemos dejar de lado la notoria diferencia entre nuestra contemporaneidad y las etapas preindustriales de una sociedad que verdaderamente representaba a la desigualdad en todas sus facetas.

Abolido estos ideales, los preceptos que van encaminando a nuestro mundo actual lo tildan desde el progreso liberal hasta el empoderamiento de una nueva generación libre de estos estigmas; sin embargo, antes de lograrlo será de menester social hacer un fiel reflejo sobre nuestra realidad y en este recuento deben estar suspendidos por igual tanto aspectos positivos como negativos. El llamado hacia la revolución es un tema muy delicado como para plasmarla desde una rebelión encarnizada desde la inmediatez de una consciencia opacada por la cólera.