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Voto de Palmer:
8
Drama. Intriga En 1913, en vísperas de la Gran Guerra (1914-1918), extraños acontecimientos, que poco a poco toman carácter de castigo ritual, se dan cita en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. Los niños y adolescentes del coro del colegio y de la iglesia dirigido por el maestro, sus familias, el barón, el encargado, el médico, la comadrona, y los granjeros conforman una historia que reflexiona sobre los orígenes del nazismo en ... [+]
19 de febrero de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinta blanca inicia lanzándonos la madeja que salvó a Eliseo. Asoma en medio de su introducción como una promesa y nos advierte, a través de su narrador, que se nos permite la posibilidad de descifrar, solo para nuestra propia satisfacción y ánimo de justicia, la serie de acontecimientos inexplicables.
Los sucesos se desarrollan en un pueblo ubicado al norte de Alemania en donde la severa batalla protestante es llevada a cabo por el pastor, el cual descargará la jerarquía de su posición social en Martín y Klara, quienes llevarán como condena la cinta que les recordará en todo momento la inocencia y pureza propia de sus edades y la señal de su descendencia espiritual. En este caso no todo es cuestión de política como repetiría, al momento de contraer nupcias con el brazalete (de preferencia con esvástica), el profesor en La lección de Ionesco, sólo para justificar el asesinato. En este caso todo es cuestión de fe y ellos llevan la cinta blanca: están purificados.
Haneke se muestra interesado en no dar indicios. Los cambios físicos, que si advertían un desmejoramiento extraño en Martín, se iban intensificando en la postura debilitada y rostro demacrado, situación que es asumida por el padre severamente como muestras de la inquietud “nerviosa” del paso a la adolescencia. La carga del sufrimiento, a primera vista, era llevada por él, lo cual se deja entrever cuando al caminar sobre la barandilla de un puente tienta el vacío sólo para darle a Dios la oportunidad de matarlo, pero al llegar a buen puerto asume que debe estar obrando bien y que su camino es el correcto.
Quienes se encuentran fuera de los supuestos inicios del fascismo sociológico son los que aún no son conscientes del significado de la muerte, como el niño que mantiene una conversación con su hermana y se entera de que algún día va a morir y, ante el descubrimiento, pregunta de la manera más inocente si es posible luchar para que ello no suceda.
Tarkovsky le otorgaba una inquietante movilidad a determinados seres vivos, los cuales eran mecidos, a veces, por el viento. Ahí están las hierbas errantes como diría Ozu, casi flotando en el paisaje, casi teniendo vida propia. Esto, en conjunto con la visión de Haneke, nos lleva a reconsiderar lo que Lars Von Trier intentó componer en Anticristo, cuando utilizando simbología animal nos retrataba un entorno provisto de albatros sacrificados en beneficio de su especie, o al zorro arrancando sus propias entrañas. Cuando el director de Anticristo sitúa a la madre frente al acto de desprendimiento, proveniente de la naturaleza animal, es que ella encuentra el sino y una justificación para dejarse llevar por su propia interpretación de su naturaleza. La naturaleza llama a la madre y ella responde contrariándola con el anticristo que cada uno lleva dentro, generando repulsión en las demás especies: todo animal que planee sofisticados arquetipos para lograr el beneficio propio está destinado al destierro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Palmer
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