No voy a hablar de El Golpe, así que si quieres leer algo de la peli de George Roy Hill, dirígite a la crítica de Sines Crúpulos que él ya te dice lo que has de hacer. A mí no, que soy vago y no pego ni golpe. Yo también voy a hablar del hombre. El de la colita juguetona, sí. Bien:

¿Saben ustedes la chica que aparece en la peli, esa que no es la camarera? Dimitra Arliss, para más señas.
La primera vez que vi la peli, pensé: vaya cardo borriquero. Es imposible que Robert Redford se enamore de ella, pero la trama no se me cayó porque es muy buena.

La volví a ver con 30 años y pensé: sigue siendo un cayo malayo, pero coño el argumento sigue estando bastante bien, y no me fijé en ella.

A día de hoy tiene el mismo encanto que Carmen de Mairena.

Pero oh, de repente algo ha pasado. ¿Qué? Bueno, pues que mi amigo Sines Crúpulos ha publicado una crítica echando sus escrúpulos por tierra sólo para confesar que le indicaría a la manera txarlyana dónde está Cuenca. Y está vez si que se me ha caído la trama, el argumento, el guión y el apuntador si cabe. Todo de golpe.

Estoy tan afectado que no pienso ver más esta película. La tengo archisabida y la verdad es que si la ves una vez luego ya no es para tanto. Y si la viese otra seguro que tendría pesadillas con ese orco reencarnado en tía. Así que nada, ahí te quedas peliculilla. Te bajo la puntuación de golpe, hala.

Conclusión: mis empalmes son peterpanescos.