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Stuber Express

Comedia. Acción La vida de un apacible conductor de Uber, Stu (Kumail Nanjiani), cambia repentinamente cuando se sube a su vehículo un pasajero (Dave Bautista) que resulta ser un policía que sigue la pista a un brutal asesino. Stu se ve obligado a luchar por salvar la vida, protagonizando una misión en la que nunca pidió participar, y cuyo principal objetivo tiene claro desde que descubre lo que está sucediendo: obtener las cinco estrellas de ... [+]
Más 'buddy movies' no, gracias
A bordo de un vehículo de Uber, Kumail Nanjiani hace de las suyas y Dave Bautista pone rictus circunspecto, entre alguna mueca que otra. Van a la caza de un sujeto malvadísimo, uno por obligación y otro por devoción. Mientras, dicen chistes, algunos malos y otros soeces, y se embarcan en tiroteos hemoglobínicos. Y ya. Ya está resumida "Stuber Express".

No se busque nada más (salvo quizá un poco de aburrimiento) en otra (¡otra!) 'buddy movie' de espíritu arcaico y puesta en escena desvaída, cuando no inexistente. Las películas de colegas hace tiempo que se convirtieron en un lastre para las pantallas y uno se descubre casi echando de menos las horribles comedietas de los años setenta de Gene Wilder y Richard Pryor. Lo que ocurre, además, es que el género ha quedado reducido únicamente a las películas de acción y se olvida que los filmes de Jerry Lewis y Dean Martin, con canciones incluidas, eran tan 'buddy movies' como estos emborronamientos de celuloide que han de contener, a la fuerza, sonrisillas y tiros a partes iguales. Sí, la culpa fundamental ha de recaer, una vez más, en los temibles años ochenta, tan abundantes en insensateces fílmicas, que consagraron la cosa desde el germen de Eddie Murphy y Nick Nolte en "Límite: 48 horas" hasta el florecimiento de "Arma letal", cuyos efectos se extendieron hasta invadir también los noventa. Y si se pudo emparejar a Sylvester Stallone con Kurt Russell en "Tango y Cash", es que todo disparate era posible.



"Stuber Express" no es más que una peliculilla más de un subgénero ya marchito o quizá seco definitivamente. Su presunta gracia, el enfrentamiento de caracteres opuestos, ha sido vista hasta el hartazgo y no son Nanjiani y Bautista quienes vayan a regar un poco el agostado terreno. La cosa se mueve casi por inercia, en terrenos trillados e imágenes que se trasladan del feísmo a la desidia. Y los dos personaje principales no pasan de ser esbozos sostenidos por tópicos: Stu, el conductor de Uber que acoge en su coche, a pesar suyo, al policía Vic, no es más que una leve caricatura, como muestra su relación con su amiga Becca, de la que está enamorado en secreto (¡sorpresa!), trazada según los patrones más trogloditas del género; y el agente Vic, lanzado a la caza de un capo criminal al que persigue desde dos años atrás, se convierte en receptor de todos los códigos más vulgares del cine contemporáneo (no faltan, oh, pasmo, un pasado policial que lo acosa de modo traumático y una relación conflictiva con su hija).

El relato disparata en su unión de chistes y acción: algunos de los primeros obligan a apartar la vista pudorosamente de la pantalla o se convierten en recurrentes hasta la hartura, como los que se refieren a los problemas de visión de Vic (se ha sometido a una operación, no puede conducir y por ello necesita a Stu como chófer). Y la mayoría de las presuntas secuencias fuertes están filmadas con una cámara aquejada del baile de San Vito o con una premura que las despoja de cualquier tipo de intensidad.



Así, encajada en una superficialidad narrativa que deja estupefacto, "Stubber Express" lanza una sucesión de secuencias sin más orden que el desconcierto y se embarulla, por si fuera poco, en un retrato de la relación entre los dos protagonistas que confunde o irrita según los altibajos del estado de ánimo del espectador. Un vínculo falto de chispa, entregado a momentos ásperos que alejan cualquier empatía hacia los personajes, que abunda en chanzas chabacanas (habrá que dejar de lado, por decoro, las bromillas referidas a la obcecación de Stu por conseguir las cinco estrellas de puntuación como conductor).

En los interminables minutos del desatino hay tiempo también para que el espectador se arrobe con algunas apariciones perrunas, atienda brevemente a la calidad interpretativa de Natalie Morales, que hace lo que puede con su bobalicón personaje, asista a una ración de bochornosos estereotipos raciales y compruebe, patidifuso, cómo se pretende que suelte una sonrisa embelesada ante el hecho de que Stu y Vic descubran, entre pelea y pelea, que pueden encontrar lazos que los unan… Tremebundo.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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