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Ayla: La hija de la guerra

Drama En 1950, en medio de los estragos de la Guerra de Corea, el sargento Süleyman se encuentra a una niña medio congelada, sin sus padres y sola. Frenética, asustada y al borde de la muerte, esta niña atrapa el corazón de Süleyman, que arriesga su propia vida para salvarla. No conociendo su nombre e incapaz de comunicarse con ella, Süleyman le llama Ayla, en reminiscencia de la luna en la fatídica noche en la que se encontraron. Los dos ... [+]
Los vínculos y el paso del tiempo
La permanencia del recuerdo, de la esencia de lo vivido, y la fuerza del vínculo emocional son los ejes que sostienen la esencia dramática de "Ayla", una obra que parte de un sencillo esquema narrativo envuelto en unas imágenes que se mueven entre lo grandilocuente en algunas ocasiones y lo delicado en otras. En 1951, durante la Guerra de Corea, Süleyman, un sargento turco, encuentra en una pequeña aldea a una joven huérfana coreana al borde de la muerte, la acoge y la lleva junto con sus compañeros. La llamará Ayla, por su rostro redondo y en recuerdo de la luna que presidía la noche de su encuentro. El azar, uno de los motores eternos del melodrama clásico, une así dos vidas con un lazo que, poco a poco, se revelará como irrompible.

La película del turco Can Ulkay se inspira en los hechos relatados en el documental coreano "Ayla, My Korean Daughter", filmado en 2010, que relata con abundancia de documentación esta historia que ha pasado a formar parte de la crónica emocional de Corea. Afronta un relato abundante en emotividad y cercano a la lágrima. Por ello, poseedor de todos los riesgos de convertirse en un bodrio populachero. No lo es. Ulkay sortea con habilidad la amenaza del sentimentalismo y, dentro del esquema de una superproducción, deja hablar a sus imágenes y sus personajes.



Lo cierto es que "Ayla" pelea, con fortuna en algunos casos y derrotada en algunos momentos, con un aire "mainstream" que sobrevuela toda la película. La secuencia inicial, que relata la masacre en la que mueren los padres de Ayla, es un buen ejemplo de ello. Ulkay encuadra a la niña, escondida bajo un pequeño túnel, con la intención de dejar la matanza fuera de campo. Y mantiene en pantalla la imagen doliente de Ayla con un suave travelling de retroceso; sin embargo, no puede evitar, en el mismo plano, un movimiento de grúa que muestra la desolación de la aldea tras el ataque y, aún más, la imagen en primer plano del triciclo de madera con el que jugaba la pequeña unos minutos antes, aplastado por un tanque. La doble naturaleza de la película se advierte así desde sus primeros fotogramas.

Tiene "Ayla" una cierta tendencia al esteticismo, a la corrección como figura de estilo, que afea algunas secuencias que convierten en protagonistas a unos movimientos de cámara utilizados solo para mostrar el esfuerzo de la reconstrucción artística (excelente, por supuesto), no la entidad interior del relato; también muestra algunas conversaciones filmadas de un modo en exceso canónico, en un plano-contraplano que anula la profundidad de campo, de aire convencional.



Pero en sus fotogramas también viven muchos momentos de buen cine, nacidos de la mirada de un director vigilante, esforzado, que sabe manejar el material melodramático que tiene entre manos, que no se deja arrastrar por la sensiblería y que potencia como pilar dramático la importancia de una atadura emocional nacida de manera imprevista. Son momentos en los que Ulkay se mueve a gusto con el colchón de un guion de esmerada progresión narrativa y se esfuerza especialmente en atrapar la singularidad de los personajes, en dibujarlos tanto a partir de sus palabras como de sus gestos y acciones.

Can Ulkay consigue que, en realidad, "Ayla" acabe siendo una película que habla sobre el paso del tiempo y sobre la resistencia del ser humano a ese devenir. Desde muy pronto queda claro que el militar Süleyman y la niña Ayla habrán de separarse. Y que el espectador deberá ser cómplice de sus esperanzas posteriores, en expectativa de un posible reencuentro. De la mano de ambos personajes, el filme acaba por contener una hermosa reflexión: el tiempo puede traer consigo la losa de la resignación, pero no la del olvido. Por todo ello, no conviene desdeñar una película que acumula más hondura de lo que parece dar a entender su lujoso envoltorio. No hay muchas ocasiones en las que una superproducción turca llegue a estrenarse en nuestras pantallas.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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