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Bosque maldito

Terror. Thriller Una noche, el hijo de Sarah (Seána Kerslake) desaparece en l bosque que próximo a su casa rural. Aunque parece ser la misma persona cuando lo encuentra, su comportamiento comienza a ser cada vez más errático, de manera que Sarah se cuestiona si el niño es su hijo... (FILMAFFINITY)
La elegancia del terror
En una película filmada por un debutante, resulta de lo más atractivo descubrir un intento de mantener un tono y un ritmo alejados de los habituales estándares del cine comercial. Eso es lo que el espectador atento hallará por parte del director Lee Cronin en "Bosque maldito". Y aunque fracase en algunos momentos, es preciso alabar el arrojo de una película que se escapa de algunos modos preestablecidos del cine de terror y que, cuando naufraga, lo hace con la cabeza alta.

El inquietante y extraordinario inicio de "Bosque maldito" muestra a una madre que mira a su hijo jugar y hacer muecas ante unos espejos deformantes en una atracción de feria, una manera inteligente de presentar que el tema del "otro" será el que centre el posterior desarrollo de la película. Y hay algo de malsano en los suaves movimientos de cámara que atrapan la acción y en la oscura iluminación que los acompaña. En su regreso a casa, Cronin filma el coche familiar encerrado en una estrecha carretera entre las montañas y realiza un sorprendente movimiento de cámara, un giro que acaba por encuadrar al coche boca abajo, en la zona superior de la pantalla y el cielo en la parte inferior del encuadre. Cronin juega limpio desde el principio y muestra que el relato podrá ser visto desde un punto de vista casi real, pero deformado, invertido.



El envoltorio argumental de "Bosque maldito" es convencional, tópico incluso: dos personajes aislados en una casa de la Irlanda rural, en medio de un bosque amenazante que esconde un enorme y turbador agujero. Pero se sostiene en un guion, coescrito por el propio cineasta, que maneja los tiempos dramáticos con habilidad y que desarrolla unos personajes certeros, creíbles: la madre con un pasado doloroso y el hijo que quizá pueda resultar maléfico. Ambos avanzan ante el espectador en su particular lucha contra el terror y lo sobrenatural, o quizá contra una paranoia que acaba por instalarse entre ellos. No es baladí el retrato de estos personajes, a los que "Bosque maldito" intenta convertir en una suerte de tipos universales.

No hace falta ser un espectador muy avispado para prever que el niño desaparecerá en el bosque y regresará convertido en una especie de Doppelgänger, de doble fantasmagórico, ante el que la madre no sabrá si se trata o no de la criatura original, sensación potenciada por algunos personajes secundarios que relatan historias espectrales (ya decíamos que la fuerza de "Bosque maldito" no reside en su desarrollo argumental).



Este relato, que combina la tradicional historia de ansiedad de una madre ante su hijo presuntamente malvado con el clásico elemento del entorno cotidiano que se convierte en hostil, crece gracias a una puesta en escena que se convierte en la estrella de la función y que exprime a fondo el lenguaje visual, fuente siempre de los mejores momentos del cine de terror. "Bosque maldito" juega con un 'tempo' lento, incluso con momentos en los que la acción se detiene por completo: dentro de las secuencias tensas, en las que laten el misterio y el suspense, Cronin pausa la acción, paraliza su cámara ante el rostro de la madre o ante uno de los objetos que la rodean… un método oportuno e incisivo que frustra de manera constante las expectativas del espectador y transgrede esa especie de norma no escrita en el cine terrorífico que afirma que en los 'crescendos' se encuentra la emoción del suspense. Además, luce un magnífico uso de los planos de detalle, que crean una persistente sensación de incomodidad, y un trabajo fotográfico de primer nivel, eminente en el uso de las sombras y en el retrato envolvente de la luz otoñal que preside las secuencias de exteriores.

Así es como puede resultar estimulante una película que, pese a todo, carga con evidentes rémoras, como un desenlace apresurado, contrario al espíritu pausado de la película, y una música en exceso omnipresente, mal endémico no solo del género, sino de todo el cine comercial, que aquí molesta especialmente porque deja caer la sensación de que Cronin necesita un cierto refugio por si se diera el caso de que sus imágenes no fueran lo suficientemente escalofriantes. Con todo ello, y gracias a la entrega visual de un director, al elaborado trabajo de sus encuadres y a la elegancia o malignidad, según el caso, de sus movimientos de cámara, "Bosque maldito" se hace un lugar entre el adocenado panorama del cine de terror contemporáneo. Quedamos a la espera de las futuras obras de un director tan personal como audaz.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)

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