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Primeras vacaciones

Comedia. Romance Marion y Ben se conocen por Tinder. Eso es todo lo que tienen en común; pero los opuestos se atraen y deciden irse de vacaciones a primera hora de la mañana, a pesar de los consejos de quienes les rodean. Finalmente se irán a Bulgaria, a medio camino de sus destinos de ensueño: Beirut para Marion y Biarritz para Ben.
Ni romance, ni enredo: vacío total
Comedia romántica y comedia de enredo. Una combinación arriesgada, en la que "Primeras vacaciones" se zambulle con tanta despreocupación como falta de pudor. La cosa es que una cita a través de Tinder reúne a Marion, una dibujante de cómics decidida y parlanchina (los títulos de crédito aparecen dibujados en la pantalla, como si de una portada comiquera se tratase), con Ben, un comercial un tanto pijo y bastante maniático. Aunque acaban de conocerse, allá que se van de vacaciones a Bulgaria para correr alguna aventurilla y comprobar si congenian bien, mal o regular… Sí, el punto de partida no anima demasiado…

Desde los primeros minutos del filme tenemos servido el clásico (más bien ya enervante) enfrentamiento de caracteres opuestos con el que enhebrar una comedieta. Lo malo es que "Primeras vacaciones" se queda en bobalicona cuando quiere ser traviesilla y consigue solo alguna mueca que otra cuando busca la carcajada.



La trama, que intenta ser movida y solo llega a desnortada, engarza diferentes episodios en los que la pareja se mueve desde una aldea búlgara hasta un hotel, pasando por una comuna hippie. En cada lugar, aparece una ristra de gags que nace, sobre todo, de la conflictiva convivencia diaria. De tal manera que habremos de asistir al bochorno que supone que Ben busque ansiosamente un váter público y viva algunas situaciones propias del más rijoso cine francés. O al desarrollo de algunos de los momentos más penosos del filme, con el retrato cavernícola de una comuna, a la que el urbanita Ben llega arrastrando dificultosamente una maleta por los campos (divertidísimo, ¿verdad?), dibujada según los más rancios lugares comunes, en la que no faltarán ni el trío amoroso que los bobalicones protagonistas descubrirán por accidente y que despertará su apetito sexual, ni los hippies bailando con túnicas en comunión con la naturaleza, ni la imagen de los protagonistas fumando un poco de hierba, con aire circunspecto pero como cometiendo una travesurilla.

Aunque lo peor está por llegar: "Primeras vacaciones" se desliza hacia algunos momentos de romanticismo naif, que habría firmado con gusto Corín Tellado, en los que los protagonistas "abren sus corazones", en un ejemplo de inconsciencia fílmica que hace de esta especie de 'coming of age' entre adultos una muestra emblemática de cómo enredarse en varios registros cómicos para atropellarse en todos ellos y llegar a un estupefaciente vacío total.

El director Patrick Cassir debuta tras la cámara. Y uno ya comienza a dudar de que algunos cineastas debutantes dediquen un solo minuto de su existencia a pensar en el concepto de puesta en escena. Cassir se entrega a la anulación de la profundidad de campo, un recurso que evita muchos problemas de planificación a los cineastas perezosos. Y mueve la cámara o no según un ignoto capricho ajeno a las necesidades de cada secuencia. Es de esperar que mantenga un tiempo de reflexión antes de reincidir.



Cassir coescribe el guion junto con Camille Chamoux, una actriz excelente, como demuestran sus trabajos en "Entre ellas", "Atraco en familia" o "Vacaciones con mamá", una intérprete a la que cabe aguardar en proyectos de enjundia y más entregada ante la cámara que ante el texto. Su desparpajo, su vis cómica y su dominio de los registros se convierten pronto en el único asidero posible de la apenas atisbada comedia. El ejercicio por parte del espectador consiste en intentar abandonar toda esperanza cómica y extraer de los fotogramas la presencia de Chamoux.

De consumo rápido y olvido veloz, "Primeras vacaciones" abraza el conservadurismo en todos sus fotogramas, huele a película filmada hace décadas y, pese a su envoltorio desenfadado, supone un emblema de cine burgués, consumible por todos los públicos y sin asomo de prestancia cinematográfica. Una joya, vaya…
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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