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El traidor

Drama A principios de los años 80 se produjo una guerra entre los jefes de la mafia siciliana. Tommaso Buscetta, un hombre hecho a sí mismo, decide huir para esconderse en Brasil. Sus hijos son asesinados mientras él se ve incapaz de hacer nada para impedirlo. Cuando es extraditado por la justicia brasileña, Buscetta toma una decisión totalmente inesperada tanto para él como para todos los que le conocían: decide reunirse con el juez Giovanni ... [+]
Las entrañas de la Cosa Nostra
Siempre resulta una buena noticia la presencia en la cartelera de Marco Bellocchio. El cine no puede permitirse el lujo de prescindir de directores como el autor de "Las manos en los bolsillos", "Noticia de una violación en primera página", "El diablo en el cuerpo" o "Buenos días, noche". Casi nada.

Durante toda su carrera, Bellocchio ha sido un cineasta interesado en los temas sociales y, en especial, en los que atañen a la sociedad italiana, a menudo convulsa. Y no podía dejar de abordar en su filmografía las sórdidas entrañas de la Cosa Nostra. El centro narrativo de "El traidor" es la figura de Tommaso Buscetta, el delator de la Mafia, el hombre que se convirtió en el testigo estrella del juicio conocido como "Maxiprocesso", celebrado en Sicilia a mediados de los años ochenta, el sujeto que colaboró con los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino (asesinados en 1992) para llegar a las entrañas del crimen organizado.

El hombre, en fin, que tras el crimen cometido contra Falcone y Borsellino, testificó ante la Comisión Antimafia presidida por Luciano Violante para develar los tratos entre la Cosa Nostra y la clase política italiana: quizá pocos lo recuerden, pero en ese proceso, todo un primer ministro italiano y senador vitalicio, Giulio Andreotti, hubo de sentarse en el banquillo de los acusados a causa de sus vínculos con la Mafia. El testimonio de Tommaso Buscetta resultó clave para meter entre rejas a buena parte de la cúpula mafiosa. (Su historia también está reflejada en la TV-Movie "Falcone", en la que el personaje estaba interpretado por F. Murray Abraham, y en el magnífico documental de 2005 "In un altro paese", firmado por Marco Turco).



En su retrato, Bellocchio no quiere ni hagiografías ni pedestales (el director define a Buscetta como "un traidor conservador"). Y no muestra a su protagonista como un héroe. No lo fue. Simplemente, fue un superviviente. Y en cada momento hizo lo necesario para lograr su objetivo: seguir en este planeta. Aunque, por descontado, también fuese un vengador que no desaprovechó la oportunidad de ajustar cuentas, ya que buena parte de su familia fue exterminada en la conocida como “Segunda Guerra mafiosa”, que enfrentó a los miembros de Palermo con los de Corleone.

Con suma pericia, Bellocchio juega a transformar en tragedia de aires clásicos la historia de su personaje. Pero también se esfuerza en trazar una crónica social y política. Como es habitual en su cine, el retrato de personajes brilla como un logro mayor y crea toda una galería de tipos que giran en torno a la personalidad y obras de Buscetta, a quien Pierfranceso Favino, el recordado protagonista de "Suburra", presta su rostro pétreo y sus ojos llenos de profundidad, en un trabajo que acierta a llenar de matices, de claroscuros.



"El traidor" brilla como crónica y también como drama, se sustenta en una puesta en escena en la que la cámara, casi ubicua, indaga, husmea y registra personalidades y corruptelas, hasta atrapar el entorno maléfico y perverso del universo mafioso, en especial en las secuencias que muestran el proceso en el que Buscetta se confirma como delator. Aunque resulta cierto que Bellocchio es ambicioso y que, en la vorágine de saltos temporales que acumula el relato, no siempre consigue hilar de manera clara los acontecimientos ni mantener el altísimo tono dramático. Pero su apuesta no es ligera. Y la búsqueda de la hondura fílmica queda presente desde la primera secuencia de su obra, una fiesta en la que se celebra una suerte de pacto de no agresión entre familias de la Cosa Nostra que, según mandan los cánones, mudará en una serie de asesinatos a sangre fría filmados con una apabullante fotografía que hace del claroscuro una bandera estética.

Casi al modo de un thriller procedimental, "El traidor" asume una apuesta visual en cierto modo alejada de los habituales tonos conceptuales de su director. La austeridad reina en unas imágenes en las que el movimiento en el interior del plano y la sequedad de un montaje cortante y agresivo imponen un aire en ocasiones expresionista a sus elaboradas intenciones visuales. Bellocchio escapa del tono del reportaje dramatizado para llenar de fisicidad el contenido de cada secuencia. Y en su retrato de la inmoralidad y la brutalidad de la Cosa Nostra late un miedo aún mayor: el de la existencia de las cloacas del Estado, a las que se asoma sin contemplaciones. Bellocchio tiene ya ochenta años, de modo que solo queda desear que aún conserve energías y que su presencia regrese a las salas de cine.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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