Por esos avatares de la vida, una comedia-culebrón como «Friends» cuenta en la página con una nota media que supera el ocho mientras que esta «Seinfeld» o la mismísima «Frasier» se tienen que conformar con un siete. Esto es tan surrealista que sería objeto de escarnio en algún capítulo de «Seinfeld».

Yo he tardado como tres temporadas más o menos en entenderla, así que os animo a que no cejéis en el empeño tras los primeros capítulos que te volverán un poco loco. Cuando digo «entender» no me refiero a los chistes ni a las bromas; me refiero a su espíritu, a su esencia. El mérito de «Seinfeld» es crear un universo propio en el que se juega con unas reglas muy particulares que sirven para describir, analizar, criticar e enjuiciar los fundamentos de las sociedades humanas. En un principio ese universo puede parecer totalmente fuera de lugar, exagerado, tonto y ridículo, a mí por lo menos me lo parecía y de hecho hay muchos momentos en los que se confirma que lo es, pero a medida que una va conociendo a Seinfeld y su entorno comprenderemos que la vida es mucho más parecida a lo que nos están contando de lo que pensábamos. «Seinfeld» lleva al límite las más triviales pequeñeces de la existencia y las cuestiones más graves; cualquier ocurrencia que podamos tener, todos nuestros defectos o todas nuestras virtudes, y en ese límite extremo, más allá de la cordura, más allá de lo realista y de lo previsible, nos encontramos con grandes verdades desprovistas de hipocresía. Porque quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

También es verdad que estos personajes llegan a ser tan, pero tan egoístas, indiferentes y mezquinos, que tienes que replantearte tus simpatías y por rachas hasta los desprecias, pero es que nadie dijo que «Seinfeld» buscara caerte bien. La sonrisa sarcástica de Jerry, pésimo actor pero buen humorista, parece incluso decirte que ellos tampoco se caen bien a sí mismos, lo que define a la perfección ese «espíritu Seinfeld».

De los cuatro personajes principales para mí Elaine es la más flojita con diferencia; no para de hacer una tontería detrás de otra y esa relación de ex de Jerry no me cuaja para nada, además de tener un papel de mujer moderna que la ha denigrado tanto que la tratan simplemente como un hombre. Os aseguro que esto no es ninguna ventaja. George y Kramer son los más divertidos, quizá porque George es quien mejor refleja las flaquezas humanas, y Kramer..., bueno, Kramer es inclasificable, un absurdo en sí. A los que reivindico con todas mis fuerzas es a los secundarios Newman y Frank Costanza; el padre de George es sencillamente enorme.

No tenía ninguna esperanza puesta en ella y sin embargo me ha ganado por completo. Una serie recomendadísima. «Ya te digo».