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El cuarto mandamiento

Drama A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
23 de marzo de 2014
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si es por su horrible montaje mutilado, no sé si es porque la historia no me atrae en absoluto, no sé si es porque soy incapaz de ver la obra maestra que tantos sí veis, no sé si es porque simplemente, la película es mediocre. El caso es que a mí me ha aburrido enormemente a partir de los 45 minutos de película más o menos (hasta entonces no es que estuviera interesándome, pero al menos no me molestaba su visionado), hasta que asistí a la parte final del film, que atropella unas imágenes con otras y me pareció literalmente ridículo.

Es la segunda película de Welles y la segunda que yo he visto. Después de Ciudadano Kane (que a mí me parece una de las mejores películas de todos los tiempos), la verdad es que me esperaba otra cosa, pero nada. Terrible decepción.

Es de esas películas que estás viendo y te preguntas constantemente de qué demonios va la cosa, o al menos a mí me pasó.

Welles me parece un gran director, veré el resto de su filmografía y en un tiempo volveré a verla para ver, si simplemente, elegí un mal momento para visionarla.
HAL 9000
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7 de abril de 2008
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando hablamos de Orson Welles automáticamente nos viene a la cabeza dos grandes títulos, Ciudadano Kane y El tercer hombre siendo la primera una obra maestra del cine, película de culto y quizás la mejor película, sin duda, de Welles.
Esa es la desgracia en parte para cuando se ven películas como El cuarto mandamiento debido a que esta a pesar de ser una gran película siempre se dirá que es de menor talla que Ciudadano Kane y desgraciadamente siempre se tiende a la comparación.
El cuarto mandamiento es una genial película en todos sus aspectos, quizás no tenga una temática tan profunda como Ciudadano Kane pero el hecho de ver la dirección que hay detrás es suficiente para el disfrute del espectador.
Genial utilización de la cámara con un perfecto estudio de los ángulos dando así a cada escena un estudio visual y dando así a los personajes un estudio psicológico.
Cada escena a su vez tiene un perfecto estudio del color y por supuesto sombra dando a la historia ese matiz de tenebrismo y expresionismo que caracteriza a Welles y todo ello acompañado de unas geniales interpretaciones haciendo así una película fantástica.
Una historia de la que quizás no resultaría de tal interés sino estaría dirigida como está y estudiada como está, pues la historia no es que sea tan trascendental, un hijo orgulloso y vanidoso incapaz de vez más allá de su propia felicidad y significando esto la ruina de la felicidad de todos los que le rodean, resulta así de interesante gracias a Welles pues tiene ese talento especial con la cámara.
Welles consigue hacer de esta historia un auténtico drama, no solamente por sus interpretaciones sino por todo lo que hemos comentado.
No es de mis películas preferidas pero consigue un buen resultado, interesante y digno de ver y estudiar.
manuel
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1 de septiembre de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su segunda película Welles nos sitúa en los comienzos de la civilización del automóvil y plantea una meláncolica meditación sobre la irreversibilidad del tiempo. Nada que hagan los Ambersons, representantes de un concepto antiguo de señorío y poder, logrará impedir su reemplazo por los nuevos tecnócratas representados por Morgan y su hija.

Welles amplía su visión a cada uno de los personajes: George, Isabel, el tío, el mayor, Fanny, Harry y Lucy, constituyendo cada uno un escalón en el imparable transcurrir del tiempo y de la historia. Con mirada serena, sorprendente en un autor de veintisiete años, Welles hace desfilar las distintas mentalidades sin afilar la punta de su aguijón, con un punto de vista a caballo entre la nostalgia por los tiempos idos y el rechazo ante un mundo que no podía subsistir.

En el estilo de esta película inmortal sobresale por ejemplar el uso del plano-secuencia. Algunos de ellos son de antología: el paseo en coche de George y Lucy, con el adelantamiento final del travelling para descubrirnos que allí no hubo trampa; la despedida de ambos y la entrada final en la farmacia; el diálogo en la escalera entre Fanny y George, un prodigio mil veces imitado; la maravillosa secuencia del baile, un ejemplo de puesta en situación. Algunos otros planos como la muerte de Isabel, la despedida del tío en la estación o el diálogo en la cocina con la tía Fanny conmueven al recordarlos aunque hayan pasado años desde la última vez que se vieron. Esta es la virtud de los clásicos: permanecer en el tiempo y en la memoria, por encima de modas, premios y oropeles finalmente pasajeros.

Fue masacrada por los mercanchifles de turno, pero lo que queda son ochenta minutos de gozo y enseñanza. Welles ya no pudo superar lo alcanzado en esta magna obra: era imposibe.
drelles
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10 de noviembre de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A más de uno, incluido un servidor, le gustaría haber visto la versión que presentó el director a la productora, con unos cuarenta minutos más de lo que podemos ver en la actualidad. Lo cierto es que no pienso que mi opinión cambiase demasiado respecto a lo que he visto, no pienso que al añadirle un final más coherente, más correcto, le pudiera sumar ninguna estrellita a mi valoración. No creo que en esos cuarenta minutos haya nada extraordinario, nada que cambiase mucho lo que en la versión oficial de poco más de ochenta minutos ha llegado a nuestros días. Lo que podemos ver hoy es una película con un contenido poco atractivo (para mí) acerca de las relaciones de una familia burguesa que no se lleva bien con el paso del tiempo. El contenido, lo que señala con el dedo la película, no es lo sustancial. Los personajes están bien trazados y el arranque en cuanto a narración, es de lo mñas efectivo, propio de un cineasta con galones.

De manera excepcional, hay un brillo único que le otorga a la película mayor peso, y es que es sobre todo gracias a la interpretación de Tim Holt, que sobrevuela por encima del resto, que el espectador puede engancharase a la historia. Pero lo cierto es que el interés por lo que le sucede al resto, a la madre, al padre y al vecino, es escaso. El pequeño diablillo, heredero del apellido, es el indescriptible héroe de la película.

¿Qué queda? La mano de Welles, pese a la tijera, lo cual no es poca cosa, capaz de hacer de escenas soporíferas, especialmente las rodadas en interior, momentos de deleite visual inusuales. El personaje central, odioso y odiado, acapara una atención insana, y es que todos esperamos que la bellísima Anne Baxter le dé calabazas, pero mirado objetivamente, no se trata de una historia excepcional. Que la clase acomodada sufra una decadencia con la llegada de los nuevos tiempos no es para tirarse de los cabellos, que una mujer ame a un hombre y se case con otro tampoco es nada para recordar especialmente. Welles es historia del cine, pero en su segunda película no dio su mejor paso.

Por lo visto los productores intentaron avisar al director del recorte inevitable con el que iban a proceder. Por lo visto Welles no cogía el teléfono porque estaba en Brasil pasándolo en grande, en 1942, mientras medio planeta se desangraba y el tío dándolo todo de sarao en sarao. Ahí queda el matiz, pequeñas cosas que quedan tras ciertas películas...
Luisito
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24 de mayo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una tradición prácticamente milenaria el que se produzcan constantes enfrentamientos entre determinados sujetos, y los ahí de todos los colores; desde deportivos como puede ser un Madrid-Barcelona, o también un enfrentamiento de boxeo como el reciente entre los para mi desconocidos Mayweather y Pacquiao, hasta enfrentamientos comerciales y/o artísticos. En estos últimos, encuadrándolos en el mundo del cine, se producía un Madrid-Barça muy particular, y era el que protagonizaba Orson Welles con las productoras.
Al genio californiano no le bastó haber realizado "Ciudadano Kane", una de las películas más importantes de la historia para que Hollywood y en general las productoras le dejaran hacer las cosas a su manera en todos los aspectos, sino que seguían imponiéndoles criterios para que ninguna de sus cintas resultara un fiasco o no gustara al público por ser demasiado extraña o poco convencional, pero por fortuna no se salieron del todo con la suya.
"El cuarto mandamiento" es la película que realizó nada más triunfar con su ya antes mencionada ópera prima, y nada había desaparecido en él, no fue una casualidad aquella revolución cinematográfica que dejó boquiabierta a millones de críticos y espectadores, sin embargo esta cinta es otro ejemplo de mutilación realizada por las tiranas productoras que a pesar de esto no impidieron que Welles hiciera una de sus obras maestras.
Si hay algo en los que Welles ya impresiona es en los comienzos de sus películas, buena prueba de ello es el "primer" flahback de la historia del cine en "Ciudadano Kane", y más espectacular es todavía el eterno travelling que inaugura "Sed de mal", y aquí no se produce una excepción, porque utilizando prácticamente un escenario y una voz en off, en cinco minutos resume 18 años. Como he dicho antes, la filmografía de Welles destaca por estar repleta de películas cortadas/mutiladas, y esta es una de ellas, en la cual este defecto se manifiesta sobre todo en la duración, porque tratándose de una pequeña saga familiar, esto tendría que estar contado en más de dos horas y sin embrago hay sólo 87 minutos de metraje.
Sólo esta reducida duración es suficiente para desarrollar una trama shakespiriana repleta de celos, inmadurez, amor, deseos frustrados desarrollados por una familia que con el paso de los años ve como su poderío alcanza su fin llegando a ser catastrófico con la llegada de la Gran Depresión. Unos personajes muy bien construidos en los que se nota la pasión de Welles por el dramaturgo con mayúsculas, una puesta en escena sensacional con uso del blanco y negro que deja un juego de luces y sombras con impresionantes imágenes y sobre todo grandes planos se aprecian aquí, desde rostros bañados por claroscuros hasta los generales del interior de la mansión de los Amberson, que me recuerdan en cierta medida a los del palacio de Charles Foster Kane.
Una de las obras maestras de este grande del cine que podría haber sido muchísimo mejor si hubiese durado más y no hubiese tenido ese final tan esperanzador y edulcorado, pero eso le hace más grande todavía porque con poco supo hacer mucho ésta ya centenaria leyenda.
Corleone94
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