Un juego de inteligencia

Si hubiera un equivalente en el sistema nervioso central a una patada en los genitales, sería algo parecido a esto. Por motivos que no vienen al caso tuve la desgracia de verla (entera) y ocupa un lugar de honor en mi lista de infra-películas o sub-cine. Todo lo que discurre ante nuestros ojos es absurdo, paupérrimo y lamentable: el guión, que parte de una premisa interesante ha sido firmado por un simio ebrio y la dirección presenta los trazos inseguros de un parvulito. El reparto tampoco ayuda pues se mueve entre el histrionismo del protagonista, el colosal error de casting de la chica (llamarla mujer florero es muy generoso) y el amateurismo vergonzoso del resto de sujetos, que aceptaron salir en el invento a cambio de una comida caliente. Pero esto no es lo peor, sino el tufillo perroflaútico que rodea toda la película y que subraya de forma reiterada que la gente de la calle es güena, independientemente de que sea alcohólica, incompetente o rayana en la criminalidad, siendo lo importante su buena intención y su superioridad moral (per se e inalienable) frente a los poderes fácticos. En resumen, desde un punto de vista cinematográfico una basura y desde el ideológico solo apta para infradotados intelectuales.

No me ha gustado, porque es muy lenta y aburrida la forma que han tenido de mostrarnos lo que a muchos nos gustaría que pasara. Habla de la tele basura, de como el ser un estúpido ignorante está de moda, y además te haces famoso y rico por hacerlo público. Bueno pues el chico intenta arreglarlo, pero no creo que hayan sabido llevarlo bien. Imagino que tampoco les interesaba que tuviera mucho éxito por si alguien abría los ojos.

“Un juego de inteligencia”. Sin duda el título llamará la atención de los curiosos, aunque quizá sólo los más filósofos se atrevan a encarar los 130 min una vez leído el argumento. Algo absolutamente recomendable.

Un productor de la televisión alemana, desengañado violentamente de que el éxito de sus programas se sustenta en la decadencia intelectual de la sociedad, decide cambiar. Lamentablemente no encuentra el apoyo de sus amorales compañeros de negocios y cae de bruces ante una audiencia aborregada. Desesperado intenta su utópico propósito con un peculiar equipo y métodos menos ortodoxos.

La película nos deja con unas cuantas ideas valiosísimas:

Huelga decir aquí que los programas del corazón, telenovelas y reality shows, más allá de entretener las mentes de los telespectadores, las adormecen. Probablemente, esta sea una de tantas frases e ideas tan manidas que han perdido su todo sentido e impacto. Desafortunadamente. Un ámbito que quienes programan las parrillas televisivas dominan tan bien como el principio de vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida.”. No es casualidad que fuera uno de los 11 principios sobre educación popular y propaganda de Adolf Hitler.

Otra idea interesante es que la televisión garantiza la estabilidad del sistema socio-económico, pues es capaz de controlar desde el consumo –y así en cierta medida las necesidades sociales– hasta las preocupaciones en que se distrae nuestro cerebro. ¿Alarmante, verdad? Tan alarmante como actual, pues la creatividad e ingenio de los publicistas arman cada vez mejor a empresas que no dudan en bombardear en forma de anuncios la psico-sociología estudiada acudiendo cada vez más a instintos primitivos junto con elaboradas falacias.

Finalmente, y quizá lo más importante, la grey social se acomoda a lo que tiene. Si es alimentada con morbo, sensacionalismo y escándalo, y no conoce otra alternativa, acabará por admirarlo y someterse a “dos anuncios y volvemos” para continuar el aleccionamiento. Si el camino se nos presenta fácil, no se buscarán nuevos senderos, quizá peligrosos e incontrolados. Por fortuna, o por desgracia de saber que existe y no lo hacemos, el ciclo inverso también es practicable y “la televisión” no tiene por qué rimar con “la nueva religión”.

O no tanto. Recuerdo un episodio de los Simpsons en donde la Tv aligeraba la cuota de violencia, provocando un cambio radical en las conductas de la audiencia. En esta peli sucede algo parecido, pero más extremo. Desde luego hay que eliminar un poco la dosis de verosimilitud de la obra, o corremos el riesgo de sentir que nos venden un "bofe".

Curiosamente la peli reune momentos de tensión narrativa o de pasajes transicionales frente a otros que acumulan datos duros, y ganan éstos últimos: reportajes, reuniones donde se debaten los modelos a seguir, etc. Lo cual corrobora un título como el que nos merece: Un juego de inteligencia se acerca más a un puzzle narrativo que a una peli tradicional de inicio, nudo y desenlace. Desde luego que lo posee pero, significativamente, en la labor de centrar el argumento en pro de circunstancias amorosas, tensionales o de mera peripecia argumental el quid de la cuestión se va desinflando, y la peli deja la sensación de haberse acabado antes de las dos horas y pico que nos ofrece.

Imposible no ver su naturaleza como un inmenso y sólido vaivén lúdico en donde el verosímil se suspende y es que en alguna instancia Un juego de inteligencia debe observarse con la mente esperanzada y libre de un niño que aún no ha sido ni adiestrado, ni domado, ni mucho menos domesticado.

Esta película no destaca por su calidad cinematográfica. En cuanto a dirección, ambientación, fotografía y demás, mejor no tomarla como referencia.
De todos modos, le pongo un 7 por el mensaje que transmite y porque, a pesar de lo que ya he comentado, recomiendo que la gente la vea.
Genera una interesante reflexión (para aquellos que se sientan previamente interesados a reflexionar sobre el tema).