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La bestia humana

Cine negro. Drama Carl Buckley (Broderick Crawford), un maquinista que teme perder su empleo, pide a su mujer (Gloria Grahame) con la que mantiene una fría relación, que interceda por él ante un ejecutivo de la compañía con el que ella había tenido relaciones antes de casarse. Pero, cuando Carl se entera del precio que su mujer ha tenido que pagar para evitar su despido, asesina al directivo durante un viaje en tren. El ferroviario Jeff Warren (Glenn ... [+]
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
22 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Teniendo un melodramón criminal, lleno de pasión, sexualidad, desborde, violencia, pensé que Lang haría una obra maestra, y no.
Todo es opaco e insulso, ni parece dirigida por Lang.
Lo mejor: buen elenco, Ford y Grahame tenían química, dice que hasta vivieron un romance durante la grabación. También Broderick Crawford es u buen antagonista, lo suficientemente siniestro y patético a la vez.
La fotografía, los típicos momentos noir, etc.
La última escena entre Vicky y Carl, ahí está un poco la fuerza del director, pero es lo único, lo que lleva a que uno se lamente por lo que pudo haber sido si hubiera encarado el resto de la trama con esa furia.
Lo peor: que tenía mucho potencial y al final es solo un melodrama aleccionador. Ellen y toda la familia Simmons "representado" el bien y la pureza, sobran por completo, son pura paja.
Vicky es mala porque sí, podrían haberla hecho un poco más compleja, a toda la historia en realidad, no irse por lo más obvio y seguro.
Manuel
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20 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque la viera el 11 de julio de 2012, y 7 de 8 usuarios les gustó mi crítica, y le diese 8 puntos. Vista hoy, le bajo a 5 puntos y explicaré porqué, primero expongo la crítica que escribí en su día: "Pareja fatal. La pareja fatal del cine, Glenn y Gloria, parecen estar de moda. Otra película como en "Los sobornados" que aparecen juntos, pero que su atracción es fatal. Está muy bien, una trama muy bien hilada, donde el personaje de ella es como una peonza, que no sabes cuando va a parar y donde. Intriga, suspense,... cine negro en todo su esplendor. Muy buenas interpretaciones y bien manejados."

Realmente estoy de acuerdo con lo que dije en su día, pero he visto un papel de mujer fatal, que no me ha gustado y quizás en su día no tenía ese punto. Lo pongo en spoiler.

Pero está mal envejecida por esos tópicos de hombre y mujer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
edugrn
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25 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en las novelas de serie negra la policía no es la protagonista se vuelven más interesantes y tratan cuestiones de fondo más allá del detective taciturno o loco o de cualquier pelaje que se nos venga a la imaginación, traslado que hago a las películas.
Que buen tratamiento da Lang al mundo literario de Zola; una mujer que se ve obligada por su marido a conducirse por las circunstancias después de arrojarla a los brazos de otro hombre.
Hay que tener en cuenta la moral de la época en los dos tipos de mujer a los que se ve abocado el bueno de Glenn Ford que da altura a su papel.
La película se centra en Vicky, la mujer casada a la que Lang le otorga un papel de víctima con cierta ambigüedad, pero que no deja al final dudas de sus verdaderos sentimientos.
El ambiente ferroviario está presente en todo momento, muchas tomas son del interior de trenes, no así la atmósfera de pequeño pueblo que con un par de comentarios salda la cuestión.
Las interpretaciones son magistrales destacando el marido de instintos primarios y su mujer que bordea la frontera de mujer fatal aunque aquí es una mujer destinada al fatalismo que la atrapa.
La trama consigue arrastrar al espectador a la corriente de sucesos que ocurren lo que te hacen plantear ¿Eligió al final Jeff Warren a la mujer equivocada?
José Miguel
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9 de abril de 2010
16 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí un triángulo amoroso entre una femme (fatal, por supuesto), el borrachín de su marido (un señor mayor que ella, regordete, poco atractivo y algo bruto) y el atontao de turno (un apuesto maquinista).

La historia es la típica que cabría esperar. Ni engaña ni decepcionaba, más bien lo contrario. Porque pese a que el guión queda algo casposo por culpa de los años (para una mujer es más importante estar guapa que ser inteligente…-esto lo dice una señorita elegantísima, que sólo sale un momento para soltar tal prenda-), la trama entretiene y se distingue con algún brillo de cierta originalidad mezclada con algo de incongruencia, las cosas como son.

Dirigida por el aclamado, mítico y venerado Fritz Lang, no creo que ésta pueda considerarse como una de sus obras maestras.

Tiene buenas secuencias, eso sí. Mi favorita es esa en la que el atontao de turno va siguiendo al marido, y cuando están cruzando las vías del tren entra en plano un mercancías que tapa la acción, y el espectador se queda con las ganas de enterarse de qué ha sucedido. A Lang siempre le divirtieron este tipo de secuencias y las hacía como nadie.

Gloria Grahame es una estupenda femme fatal. Aunque no era ninguna belleza, sí que resultaba una mujer atractiva y misteriosa. Pero aquí llama poderosamente la atención lo obcecado que estaba Lang en retratarla más fea de lo que ya lo era, la mujer. Excepto en la presentación del personaje, prácticamente el resto de los encuadres de la actriz son primeros planos, tomados casi de perfil y con la cámara picada, que le hacen una cara de garbanzo de lo más feucha.

Y luego está el atontao de turno, aquí encarnado por Glenn Ford. Que me perdonen todos los cinéfilos amantes del cine clásico por lo que voy a decir, pero, sinceramente, por muy actor de la época dorada de Hollywood que fuese este hombre, por muchos guantazos que le soltase a Gilda y por muy respingona que tuviese la nariz…el tío este era un cayo de actor. Película en la que sale, película que estropicia. Cuando a un actor malo le das un papel muy relevante, la película pierde puntos, aunque sea una del año la tana y dirigida por Fritz Lang.

Hará las delicias de los amantes de los trenes (que los hay, me consta). A cualquier otro espectador al cual los trenes le traigan sin ciudado, al menos le mantendrá entretenido.
VALDEMAR
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18 de noviembre de 2020
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Estamos a mitad de los '50, cuando la gran maquinaria hollywoodiense domina por encima de cualquier industria.

Entre sus más excelentes directores se halla Fritz Lang, a quien poco le queda para despedirse de su romance cinematográfico norteamericano y regresar a Alemania, pero la aventura que le lleva a volver a "remakear" una obra de Jean Renoir (lo cual hizo una década antes por medio de "Perversidad") tiene su origen en la Francia de finales del siglo XIX, cuando el maestro de la escuela naturalista Émile Zola da vida a su 17.ª novela enmarcada en el ciclo "Les Rougon-Macquart", cuyo título es "La Bête Humaine".
Bajos instintos, celos incontrolables, perversas emociones y psicopatía misógina forman parte de una atmósfera sucia, desquiciada y tenebrosa que pronto encontrará su expresión visual en pantalla, primero gracias a Ludwig Wolff y luego a Renoir, que ya había adaptado "Nana" (otro trabajo de Zola) y que decide introducir la influencia del "noir" americano de los '30 en el relato. Los astros se confabulan y los ejecutivos de Columbia se hacen con los derechos de la novela, un guión es encargado a Alfred Hayes, quien ha escrito "Encuentro en la Noche", y la dirección se le confía al realizador de ésta, el sr. Lang, quien decide repetir con la muy exitosa pareja protagonista de "Los Sobornados".

La historia comienza en el mismo escenario que la de 1.938, pero el entorno ofrecido por los raíles y trenes, el vapor y la maquinaria, cuya presencia reflejaba unas connotaciones psicológicas oscuras y temibles, es dotado aquí de un sentido más sexual y pasional; como antes, se dispone una trama en círculo, tal es así que un viaje de vuelta llevará a uno de ida, siendo el primero motivo de alegría y el segundo de tragedia. Y es así porque el Jacques Lantier de Zola, un pobre loco aquejado de una enfermedad que le impulsaba a matar, se transforma por obra y gracia de la visión de Hayes en un recién llegado de la guerra de Corea llamado Jeff Warren.
Lang no confía en el cambio propuesto por los productores; aun así se lanza a relatarnos la serie de tragedias que llevan a este veterano comprensivo y romántico a los brazos de la desgraciada Vicki, quien soporta con resignación el estigma de un fatídico matrimonio en compañía de Buckley, un orondo tipejo con afición por el juego, el alcohol y el maltrato a su joven esposa, mayormente debido a los celos, y cuya presencia nos causará repulsión y odio desde que persuada a ésta para convencer a John Owens, un influyente amigo común, de que le ayude a recuperar el puesto de trabajo dentro del ferrocarril del cual le acaban de despedir.

Con esta inversión de roles tan apropiada, el relato de Zola pasa por un filtro reconstituyente que elimina todo rastro maléfico sobre el personaje de Warren y lo aplica por entero a Buckley (ahora la bestia humana) siendo el resorte de los hechos las tensiones y problemas dentro de un matrimonio imposible sobre el cual el film se centrará dejando en segundo plano al ex-soldado; así, los conceptos originales se tergiversan por culpa de los esquemas propios del melodrama americano y la imaginería del cine negro más modélico. El acto cobarde y rastrero del marido al servirse de su mujer para volver al trabajo entraña unas consecuencias muy fáciles de pronosticar.
Tras perpetrarse el crimen los caminos de Warren y Vicki, en un involuntario acto del irónico destino, se cruzan, superándose la más abrasiva, asfixiante y poderosa primera parte de la trama; ahora Lang, con su habilidad innata para zurcir los pliegues de las tragedias "noir", concede el protagonismo al engaño y no dejará de jugar ni un momento con los reflejos y las figuras de proyección. Dos son las parejas que acumulan mentiras, melancolías y secretos (la de Carl y Vicki; la de Vicki y Jeff), y a ambas las encadena un elemento que fuerza a la pérfida manipulación (en el caso de Carl, la carta de amor para retener a su mujer; en el de Vicki, la pasión sexual que mantiene con Jeff, y que usará para su beneficio).

Dualidades y transferencias recíprocas que no hacen sino radiografiar desde un enfoque mordaz y fatalista las turbias relaciones entre hombres y mujeres, buscando cada uno el inútil pretexto que le exima de toda culpa pero demostrándose bajo las apariencias que el cinismo, la frialdad y la mezquindad se puede albergar con la misma intensidad sin importar el género o la condición (y esto se refuerza cuando, a través de los ojos de Warren, vayamos conociendo cada vez más a la desdichada pero en absoluto inocente Vicki, cuya desemejanza con Séverine se lleva a cabo por la intromisión de los tics del "noir", transmutándose en toda un "femme fatale").
Claro está, Jeff (veterano de guerra nada menos) no comete la locura de Lantier, procurándose el film una resolución más previsible, y el personaje de la prima Flore es una irrelevante joven enamorada del anterior que también siente celos de su sucio romance con Vicki, a quien da vida la preciosa Kathleen Case. El genial Broderick Crawford borda su papel de Buckley, siendo imposible sentir un mínimo de empatía con él, mientras la pareja Glenn Ford/Gloria Grahame (en sustitución de Rita Hayworth), tan arrebatadora y morbosa como siempre, hace gala una vez más de su poderosa química en pantalla, que Lang aprovechó tremendamente bien.

"La Bestia Humana" y "Deseos Humanos" se encuentran bajo el auspicio de la tragedia romántica más desapacible y tormentosa, aquella donde la negrura se deriva de forma nihilista de la actuación imprevisible del Mal, pero sus formas y claves abren un abismo entre ellas.
El talento de Lang tras la cámara y sus virtudes técnicas (la partitura de Daniele Amfitheatrof, la fotografía de Burnett Guffey), que ayudan a modelar una amarga atmósfera de puro cine negro, hicieron de esta revisión un título muy aplaudido del austriaco...aunque él no estuviera de acuerdo con el resultado.
Chris Jiménez
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