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Clint Eastwood: Francotirador (TV)

6,4
194
Documental Documental que explora la obra cinematográfica de Clint Eastwood a través de su propio testimonio, abarcando distintas épocas y las motivaciones que le han llevado a ser uno de los directores/actores más prolíficos de la historia del cine. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
30 de septiembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para recorrer un rancho en el Oeste es imprescindible el caballo. Para recorrer el rancho en que vive Clint Eastwood es necesario un coche. Y hasta encontrar un bello paisaje que sirva de fondo conduce Clint en su coche "Mercedes" a M.H. Wilson.
Comienzan las preguntas. Clint, muchos primeros planos del rostro, escucha con atención y después de pensarlo un poco responde. No es un interrogatorio precisamente. Son preguntas amables que quieren saber lo que es el cine para él y lo que ha sido su carrera profesional a través de los personajes que ha interpretado o las obras que ha dirigido.
Sobre la dirección sus referencias han sido Don Siegel y Sergio Leone, de ambos admira la libertad para filmar siempre abiertos a posibles cambios. Tampoco a él le obsesiona el guion, puede saltarse si es preciso. Las cosas suelen salir bien dejándolas fluir solas confiando en la intuición del momento.
No es el cine un arte intelectual, hay que dejarse guiar por los sentimientos. "Tu intuición te dice a menudo donde debes ir". Le sucedió a él mismo en su vida: "Nunca supe lo que quería ser, me lo encontré en el camino. En eso soy fatalista, creo en el destino".
Cada película tiene su mensaje particular, aunque algunos se repitan. Ante las quejas sobre la violencia de su personaje de Harry recuerda que la gente miraba entonces más al agresor que a la víctima.
Acerca del toque sobrenatural que tienen sus westerns, responde que le gustan las imágenes de los hombres solitarios cabalgado en las amplias llanuras apareciendo y desapareciendo de la visión. Le gusta que el espectador imagine cosas, no es necesario mostrarle todo.
Las preguntas están hechas de forma que a todas o a casi todas responde Clint afirmativamente, ratificando lo que le preguntan. Versalles. Las respuestas en la misma línea, aunque no duda a veces dar su opinión sobre sus colegas (Wayne, Huston, etc.) En cualquier caso nos sirve para conocer lo que piensa sobre el cine uno los actores y directores vivos más importantes.
Al final la imagen que nos queda de Clint Eastwood es que está mucho más cerca del "Bueno", aunque vaya acompañando al "Feo" y al "Malo", que del sucio Harry.
Lafuente Estefanía
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13 de febrero de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aun ahora que logra la unanimidad, la obra de este "outsider" se jalona de títulos llamados "clásicos", supuestamente transparentes y límpidos, un efecto reforzado por el propio cineasta, poco dado a analizar e interpretarlos.
Lo que hace, en realidad, es dedicarse a proteger sus motivaciones íntimas y un sentido secretamente retorcido...

Al contrario de la impresión superficial, Clint Eastwood recorre espacios incansablemente, y los de su realidad se plasman, transmutan, en su cine, en la piel de otros; un infatigable arqueólogo que nunca termina de descender por la cuerda floja, de buscar, soñando sobre todo con desenterrar el corazón inaccesible de la auténtica naturaleza humana. "Yo no sé lo que quería hacer, me encontré con ello en el transcurso de mi vida", termina de reflexionar en la apacible terraza de su propia casa, en una enorme finca de Carmel, frente a la cámara del escritor, director, productor y periodista de la magazine Positif, Michael Wilson, otro dedicado desde hace tiempo a investigar en los remotos rincones del Séptimo Arte.
Al igual que el nativo de San Francisco comenta al principio del documental, en el momento en que éste se está grabando, su díptico sobre la 2.ª Guerra Mundial ("Banderas de Nuestros Padres"/"Cartas desde Iwo Jima") está en proceso de posproducción. Veremos cómo Wilson le acompaña a la misma sala de montaje y analiza con él algunas secuencias mientras le interroga sobre su técnica y búsqueda formal; Eastwood se revela un artista a la vez de inventiva y sencillez, de riesgo y economía, que no precisa de una gran revisión en el guión ni de una saturación de tomas, pues es la primera la que guarda el secreto de la esencia de la naturalidad cinematográfica.

Tal cuestión le da la oportunidad al periodista para dejar un momento la actualidad y realizar un viaje al pasado del mismo actor/director, si bien se volverá una y otra vez a este proyecto recién acabado para contrastarlo con las obras pretéritas. La gran baza de "Le Franc-tireur" es que no sólo retrocedemos hasta la primera película que el filmó, sino hasta su niñez, hasta ese hogar formado por un padre y una madre de orígenes escoceses e irlandeses/holandeses que se verá obligado a deambular sin descanso debido a las sacudidas de la Gran Depresión, aunque sin llegar a conocer del todo la pobreza.
El viaje continuo está impregnado en su existencia y se reflejará de tal modo en los personajes que encarne, o en los de otros (el sobrino del protagonista de "El Aventurero de Medianoche", por ejemplo). El seguir y sufrir un movimiento que no es el suyo marcará en su fuero interno una visión prevenida en la que de cara al futuro es importante imponer la voluntad de uno mismo y no ser arrastrado; suavizando el tono, con melancolía, evoca esos tiempos en los que planta cara a su padre y decide introducirse en el mundo de la interpretación a los 23 años. El análisis de su carrera, aun así, no es demasiado exhaustivo, pero cubre con generosidad los aspectos más destacados.

Es decir, se pasa por la serie de televisión "Rawhide", se habla de la gran odisea de viajar a España, rodar junto a Sergio Leone y cimentar su vida en el cine a partir de aquí, de este personaje tan peculiar sin nombre con el que empezar a derribar cánones clásicos. Cómo no al artesano Don Siegel se le rinde pleitesía, un segundo padre para el entonces joven actor, que ya ha vuelto convertido en alguien totalmente distinto, todo un profeta en su tierra; de aquél nacen los fundamentos para desarrollarse en la dirección: eficacia, rapidez, instinto, riesgo, y confiar siempre en la primera toma.
Wilson, a quien nunca vemos en las entrevistas cara a cara, elige muy bien las preguntas, hace reflexionar al veterano sobre el compromiso sociopolítico, la filosofía, el estilo y la moral de su cine, desde el escándalo de "Harry, "el Sucio" " hasta las producciones recientes. Parece, sin duda, un currículum inmaculado sin decisiones erróneas, y eso empaña la verdad de una carrera que, a fuerza de algunos pasos en falso, se ha ido asegurando contra los golpes del futuro; sólo se insinúa su mala relación con los estudios, por ejemplo, y su colaboración con Sondra Locke, vital en su obra, ni se menciona.

El director actúa como un fan que no desea poner en compromiso al artista ni resultar un energúmeno de la prensa rosa o sensacionalista; por ello tampoco se comenta su imposición a otros cineastas que tuvieron que abandonar proyectos y darle el mando o quedar relegados, lo cual siempre buscó: el control absoluto de sus películas (caso de aquellos incidentes con Philip Kaufman, Blake Edwards o Richard Tuggle). Eastwood se muestra sin restricciones cuando se aplica la filosofía de "Bronco" Billy, unos de sus álter-ego más reconocibles: "Yo soy quien he querido ser".
Filosofía que ha permitido construir un ideal "eastwoodiano", de la lucha contra los elementos manteniendo una individualismo a prueba de influencias externas; Callahan, Red Stovall, John Wilson, Josey Wales, Frank Corvin y sus trasuntos Charlie Parker y Maggie Fitzgerald lo siguen en férreo combate. Mientras tanto, no hay señales de su trabajo con otros directores ni de "La Gran Pelea", "El Principiante", "Firefox", "El Cadillac Rosa", "La Lista Negra", "Ciudad muy Caliente", "Deuda de Sangre" o "Licencia para Matar"; esas manchas pueden ser borradas sin problemas con el duro trabajo y la defensa de una identidad frente a la maquinaria despersonalizada de Hollywood, a la que no quiso pertenecer.

Con su sonrisa sincera se despide y bromea. Este documental autobiográfico aparece en 2.007, sin saber aún la crítica ni el público a cuántos desafíos se enfrentaría ni la cantidad de grandes momentos que le quedaba por regalarnos.
Ha pasado ya más de una década desde entonces y ahora, a sus 93 añazos, lo sigue consiguiendo. Las sorpresas no se acaban con el forajido de San Francisco, ni el aprendizaje...
Chris Jiménez
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14 de diciembre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece más promoción de, en ese momento, sus dos más recientes películas (el díptico sobre la batalla de Iwo Jima) que un documento mínimamente serio o riguroso, aprovechando que el río pasa por Carmel, alcalde, le preguntan un poco por su carrera y sacan algunos trozos chulos de alguna de sus películas más señeras y la cosa está más o menos amena o llevadera, poca mierda pero sustanciosa, él es muy razonable, educado y (está) relajado, sabio, ahí me las den todas.
Un superhombre mental y físicamente en su sencillez esencial que ya casi frisa las cien castañas (a por el récord ¿imbatible? del gran Manoel de Oliveira, plusmarquista universal de supervivencia cinéfila activa de mucho aúpa, dirigiendo contra la parca, ahí queda), a nada, ni cachava ni gafas, mirada de águila y de profesor de biología, y que, claro, le cuesta entender, a él, un superhéroe de la marvel, como así le dice, quién sabe por qué, el fracaso de los otros, todos los que no son precisamente como su excelentísima ilustrísima persona (prácticamente la totalidad de la humanidad), indestructible, imbatible, lógicamente, cuestión de perspectiva, no le cabe en la cabeza la profunda debilidad, el miedo al fracaso, a la responsabilidad (hasta al éxito), la falta de disciplina o constancia, de lucidez para aprovechar la ocasión que la pintan calva, el darse gusto a toda hora o dejarse llevar sin medida, caiga quien caiga, a ojos vista, de todos los demás (especialmente de aquellos que tenían cualidades para triunfar o destacar y grandes obras perpetrar y finalmente na, de na), normal, si él es justo casi todo lo contrario, un ser humano en verdad moderado y ecuánime, listo y fuerte y sano, voluntarioso, distanciado y corajudo, conjurado (con y para el cine), mira, si no, con setenta y tantos tacos qué mirada más limpia y clara arroja, esos ojitos cristalinos, si hasta dice que pilota un helicóptero, viene o vino a verme o vernos un monstruo, del carajo.
En su cine hay de todo, mucho bueno y muchísimo malo, en todos los sentidos y en todas las facetas, es falible, por increíble que parezca, pero hay que reconocer que estos cachos que aquí sacan o nos muestran son hermosos, (de) El jinete pálido, Sin perdón, Bird, Escalofrío en la noche, Bronco Billy, El fuera de la ley, Los puentes de Madison, Harry el sucio y Por un puñado de dólares (ah, El aventurero de medianoche, Medianoche en el jardín del bien y del mal y Cazador blanco, corazón negro más El seductor y Million Dollar Baby) ahora me acuerdo con Sergio y Don en la memoria, siempre, ambos grandes maestros, eternos.
Insiste mucho en que se deja llevar por la intuición o el instinto (arte impresionista) a la hora de rodar (y en su propia vida, atento a la fuerza de las cosas, a su alma y cerebro, a su sentir o palpitar, a lo que a su alrededor pasa o pasaba -no, si al final va a resultar que en realidad era o es, para variar, el máximo representante de la nouvelle vague- antena, radar, el destino, cursi en ese sentido palabra, lo llama) o abordar sus historias, que no es nada intelectual ni especialmente metódico, no nos sorprende ni nos saca de una gran duda, que está dispuesto a variar o cambiar lo previsto si las circunstancias lo demandan sin gran problema (que todo se vaya ordenando solo comenta al respecto de la organización de los combatientes en la batalla ya citada, amor al caos controlado), eso, lo opuesto de un neurótico pagado de sí mismo o de un loco perfeccionista con miedo a todo (no parece precisamente Kubrick, ni para lo bueno ni para lo malo, en cierto modo, las apariencias engañan, mucho más como Woody Allen, películas como churros, pasen y vean, la siguiente, o como, dios, y todas las musas, me perdonen, nuestro desaforado y, bastante, desastroso, las comparaciones nos a muerte odian, el egregio zarrapastroso don Álex de la Iglesia), un hombre cabal, pragmático, tranquilo, eso parece que sobre todo, el hombre tranquilo por antonomasia, que no pierde la calma, zen, fluye, nada es tan importante como para de veras alterarse o amargarse la vida, ya escampará, tranquilidad, buen vino, sopitas, trabajador y sensible, escéptico y, en el fondo, cachondo, la mar de consciente, también curioso, que no se conforma con lo que ya tiene y al que le gusta probar, con cerebro, por el arte filtrado, un poco de todo, portento, músico.
Un ejemplo, un héroe, un mito. Como creador, menos, o no tanto o tantísimo, pero igualmente maravilloso, hizo obras, pocas, con los dedos de la mano, alucinantes, me lo quedo.
Qué decir o añadir más (a todo ello).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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