Una sociedad teatral neoyorquina entrega los premios anuales. Ya ha dado los "Trofeos menores para el productor y el director". Máxima expectación, queda para el final el de la actriz de la temporada. "En el teatro una eternidad es una temporada, y una temporada puede ser una eternidad".
En medio de los aplausos y del glamour sale Eva (Baxter) a recogerlo. ¿Aplausos unánimes?
Es ahora cuando nos cuentan su historia. Tan vieja como la fábula de la rana y el escorpión.
O de la carcoma que, introducida en el mueble, lo taladra sin piedad hasta acabar con él.
Un gran guion nos conduce por las interioridades del mundo teatral y cinematográfico de altos vuelos que desnuda y disecciona implacablemente. Las dificultades para entrar, para salir, los intereses, las trampas.
Todo ello sin mostrar un patio de butacas o un escenario. Ni espectadores. Solo las bambalinas, los entresijos, el complejo mundo de actores, directores, escritores, productores y críticos que controlan ese mundo.
Soberbia dirección que presenta una galería de personajes donde las mujeres lucen armas devastadoras. Inteligentes, dialécticas.
El poder de la ambición que, usada con astucia, despierta sucesivamente curiosidad, lástima, caridad, dependencia y finalmente esclaviza. En el espectáculo como en la política, que no deja de ser una de sus variantes.
El paso del tiempo que, inexorablemente, renueva las carteleras (electorales incluidas).
¿Actuaciones? Qué les voy a decir, si acaso que los papeles de Margo (Davis), Eva y Addison (Sanders), constituyen otros tantos estereotipos del magisterio en la interpretación, de la ambición sin tasa y del puro cinismo.
¿Y no vemos a diario en la política esto mismo?
"¿A ti te gusta Eva? -¿Buscas mi opinión o una respuesta?" Pregunta Margo y responde su empleada de confianza. Aquí tienen la nuestra.

Adaptación a los dibujos animados del inmortal personaje de Víctor Hugo realizado de la mano de la factoría Walt Disney.
Como es costumbre en esta última se dulcifica y se quita dramatismo al final, introduciendo las correspondientes notas de humor. Sin embargo, se presenta a una Esmeralda bastante sensual entrada en carnes y en pechos.
Lo mejor, la belleza espiritual de Quasimodo. Casi física también con el rostro aniñado e ingenuo que tiene en esta ocasión.
Con la pericia técnica marca de la casa, la obra parece dirigida a un público no tan infantil como nos tiene acostumbrados, pero carece de la fuerza dramática de la novela de Hugo con su ambiente medieval, personajes marginados y amores imposibles.
Para verla en familia con los niños.

Maestro de la técnica de montaje, si Einsenstein no tiene oportunidad de estructurar y ordenar fílmicamente miles y miles de metros de grabación, no se puede, honestamente, citarlo como director o codirector de la obra.
Indiscutible el vigor, y el valor, de muchas de las imágenes que se muestran que contrastan con la banalidad de muchas otras, pero pretender comprender una nación vieja como México en una apresurada visita de dos meses es tiempo perdido.
Aunque se trate del maestro letón y su equipo. Aunque se aborde en forma de fascículos independientes. Aunque Aleksandrov se esfuerce al principio y al final en explicarnos lo que ha hecho o lo que ha pretendido hacer. ¿Un eisenstenicidio?
La cinta muestra, a veces bellamente, los tópicos de siempre. Pero tópicos. La presunta felicidad del periodo indígena, la crueldad de los colonizadores, el fanatismo evangelizador ... Olvidando por ejemplo que antes de llevar 50 años allí ya habían erigido numerosos colegios, universidades, hospitales, imprentas ... Por poner un ejemplo.
De otras cosas directamente ni se enteran, "Los toreros matan los toros en honor de la Virgen de Guadalupe". ¡Olé!
Capítulos irregulares, alguno interesante ("Magüey") y otros flojos ("Sandunga"). Mala elección en general de la banda sonora.
El mensaje es pura propaganda política expresada en un tono campanudo bastante ridículo. Una solemne simpleza aunque lleve la firma del maestro.
Sin discutir la belleza de muchas imágenes, cinematográficamente Aleksandrov perpetra para nosotros un eisenstenicidio.

Tema central de la banda sonora de la cinta de Leisen, interpretada por Nat King Cole "Mona Lisa" estuvo en 1950 durante varias semanas al frente de las listas de éxitos americanas y merecidamente ganó el óscar a la mejor canción con ese estilo suyo de pop romántico.
La letra de la canción alude a la fría belleza de la Gioconda del famoso retrato de Leonardo.
Y frío se queda el antiguo capitán Carey (Ladd) cuando se encuentra en América otro cuadro, uno que había visto años atrás muy lejos de allí y en circunstancias muy distintas.
Vuelve a su memoria un viejo amor, una traición y la muerte. De su amada Giulia (Hendrix) y de sus compañeros de armas.
Vuelve sobre sus pasos para investigar lo que pasó y, allí está ... de nuevo Giulia. ¿"El tercer hombre"?
Historia interesante con un guion bastante sólido salvo algunos lapsus como el de los acróbatas. Cinta de intriga y de misterio con momentos de guerra, policiales, políticos, cómicos y por supuesto románticos.
Lo mejor lo bien perfilados que están los personajes. No tanto en el plano individual, que también, sino sobre todo el grupo coral que forman los vecinos del pueblo italiano masacrado por la represalia alemana, los inocentes que cargan con el estigma de la culpa, los aristócratas encerrados en su palacio o los antiguos amigos de Carey.
Bellos paisajes que recorremos en coche, autobús o barca, mientras de fondo suena "Mona Lisa" en la voz de Cole.
Una preciosidad. No se la pierdan.

Al ver caminar por la nieve o ir en la camioneta a Donald Sullivan (Newman) con su nieto, nos hemos acordado de "El Chico". No son los mismos personajes, pero tenemos la sensación que Sulli ha robado algo del gran Charlot, que Newman destila aquí algunas gotas de la ternura y del amor del genio del bombín.
Una historia menor en un pueblo cualquiera, pero muy bien contada.
Con un guion poderoso que reparte juego entre todos los protagonistas. Porque aquí todos tienen un papel importante, personajes bien trazados, claros, nítidos ... con sus claroscuros correspondientes. Como debe ser, como en la vida misma.
Con delicadeza Benton nos muestra cómo son las relaciones en el seno de una pequeña sociedad rural de la América profunda. También en la vida doméstica, con los silenciosos reproches del hijo, Peter (Walsh), al ver que el suyo recibe la atención que él nunca mereció de Sulli, "Te has saltado una generación".
Diálogos brillantes como vemos. A veces irónicos, "Tengo un trabajo que incluso tú puedes hacerlo". A veces tiernos como los que se cruzan hijo y padre: "No va a ser fácil hacer de tí. -No te preocupes si no lo consigues a la primera. Al principio yo tampoco pude".
Porque ahí está Newman para dar cuerpo al resto de un gran elenco, para dar solidez al mensaje. Debe haber mejores actores en su generación, sí, pero nosotros no los conocemos.
No se la pierdan ... si no tienen un pelo de tontos.