El oro de nadie

Típico producto representante de un género el western que desgraciadamente empezaba a agonizar a principios de los años setenta a excepción de las gotas de calidad de los Peckinpah o Leone que por lo menos mantuvieron viva la llama para que no se apagara del todo.

“El oro de nadie “ (o “Catlow” su título en inglés) es un western bastante flojo que no sabe muy bien a que juega. Por momentos se apunta a esa moda del western-comedia que a mi juicio es tan complicada de lograr y será de los subgéneros más complicados de la historia del cine, el caso es que no lo logra. En otros instantes se apunta al western de ambiente mexicano sin lograr la violencia que requiere, en otros momentos tira más por el spaguetti-western europeo (se rodó en España) y tampoco hace ascos a un western más moderno y urbano con una música country bastante interesante. El caso es que no consigue nada de lo que se propone.

Creo que el principal culpable es el que fuera director ocasional Sam Wanamaker, que fue más actor que director siempre, que no consigue sacar partido de la obra del escritor canadiense en lengua francesa Louis L'Amour, una especie autor al estilo de nuestro Marcial Lafuente Estefanía es decir experto en novelitas del oeste de escasa calidad pero al menos bastante ingenio.

Euan Lloyd, productor de “El oro de nadie” había anteriormente financiado otra adaptación de la obra de L'Amour, en este caso “Shalako”, que aunque tampoco sea nada del otro mundo por lo menos consigue captar la atención. En este caso entre el guionista Scott Finch y la dirección de Wanamaker –que al margen de “Simbad y el Ojo del Tigre” su filmografía como director es pésima- lastran cualquier atisbo de interés.

Y eso que contaban con un atractivo reparto. Yul Brynner haciendo de lo que mejor sabe hacer, de vaquero pendenciero. Un Richard Crenna -sí el coronel Trautman- que es verdad que era también malo de más joven, y gente como Leonard Nimoy, el famoso Spock de Star Treck o la bellísima israelí Daliah Lavi que la habíamos visto en “Casino Royale” o “Lord Jim” entre otras.

Interesante fotografía y una divertida banda sonora son otros de los reclamos para su visionado... sólo una vez porque no da para nada más.

Nota: 3,3.

Bastante entretenida película del oeste rodada en España, aunque algo cutremente dirigida.
Sin embargo, gusta por su desenvoltura, y personajes simpáticos. Aunque, no se puede decir que sea una buena buena, la verdad.
Pero resulta simpática, y es muy amena porque no hay tiempos muertos y en todo momento suceden hechos, que mezclan la diversión con la acción propia del género.
Sam Wanamaker, actor también, y de los buenos, hizo amistad con Yul Brinner años atrás, cuando ambos ambos coincidieron en "Taras Bulba", y ya le dio el papel protagonista en "La huella conduce a Londres". Y en esta ocasión hace lo propio, otorgándole un papel vistoso, jugoso.
Lo que ocurre es que la película va de cachondeo, nada malo de por sí, pero sí que hace que no se la tome demasiado en serio. Y quizás por ello no se la recuerde bien ni siquiera si ya se ha visto dos veces, como es mi caso. Tan sólo, y no claramente, recuerdo una escena con flechas de por medio.
En definitiva, que es un pasatiempo sano, aunque se olvide con facilidad.
Lo mejor es ver, amén de a Yul Brinner y a Leonard Nimoy, "Mr.Spock", a intérpretes patrios como Julián Mateos, que ya coincidió con Brinner en "El regreso de los siete magníficos", José Nieto, Víctor Israel, Tito García, Antonio Padilla y/o Rafael Albaicín, por otra parte, habituales en el espagueti western.

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Básica, sencilla, pasajera, entrañable, divertida, interesante, emocionante y correcta producción británica, que lleva la etiqueta de Spaghetti western, con unos protagonistas que fueron compañeros de batalla y que el robo de una importante cantidad de oro, pondrá a prueba su amistad, al estar en lados opuestos de lo relacionado con la justicia.
La película se deja ver con agrado y no resulta aburrida, haciendo que la presencia de dos figuras del cine clásico, como Yul Brynner y Richard Crenna, consigan hacer que las cosas funcionen bien.
El oro de nadie, tiene un toque desenfadado que hace que se disfrute con facilidad y debo informar de un asunto que puede gustar a las y los seguidores del cine de Quentin Tarantino, puesto que se puede observar una escena que no cabe duda que pudo servir de inspiración para la película bélica, Malditos bastardos.
El oro de nadie, ofrece y desarrolla toda una lucha de intereses por el oro y la libertad, en la que hay espacio para numerosos enfrentamientos armados y persecuciones a caballo, dejando buenas sensaciones.

Catlow (Briner) está al frente de una cuadrilla que se dedica a recoger las reses que vagan por los montes sin marcar, por lo tanto sin propietario. Un negocio legal pero que molesta a los grandes ganaderos que imponen su ley. Como no se fían del sheriff Cowan (Crenna) por su amistad con Catlow, al que también persigue, contratan al correspondiente pistolero para matarlo.
Aquí hay ya materia de sobra para una cinta. Pues no, cuando ya han conseguido vender el ganado en Abilene, dónde si no, se les ocurre la idea de ir a por una importante partida de oro que al parecer no es de nadie. Solo que tras ella va también el ejército mexicano. Y para terminar de complicar las cosas por allí aparecen de vez en cuando los indios seris de la zona de Sonora con sus arcos y sus flechas.
Demasiado apelotonamiento de tramas que da una cinta muy embarullada. Argumento denso y disperso que no aclara un guion más preocupado por la acción que por dar al conjunto un mínimo de coherencia. Todo ello trae como consecuencia unos personajes superficiales, meros estereotipos.
Con estos antecedentes es difícil conseguir una buena realización. Al revés, en ningún momento queda claro el modelo de western que se pretende. A veces parece inclinarse hacia la comedia, pero a base de toques de una comicidad bastante vulgar. Otras hacia el western mediterráneo, de hecho está rodada en España donde se reconoce enseguida el baladre de las ramblas. No tiene el director las ideas demasiado claras.
De todas formas hay que reconocerle algún mérito. Por ejemplo la banda sonora que subraya con la guitarra flamenca algunas escenas mexicanas, otros pasajes musicales recuerdan a "Los siete magníficos". Buena fotografía, adecuado trato a los soldados mexicanos que por una vez no son del todo ineptos. Lo mismo que pasa con los indios que vemos siempre de lejos, por lo menos muestran buena puntería con sus flechas.
Y si no que se lo pregunten al sheriff que se lleva un buen puntazo en el muslo. Para extraerla lo dormirán con un puñetazo, verterán luego whisky sobre la herida que cauterizarán con un hierro al rojo, aplicando finalmente paños de agua fría en la frente para rebajar la fiebre.
Las dos mujeres que aparecen, merecen asimismo un tratamiento correcto. Las dos son mexicanas. Por un lado la atrevida Rosita (Lavi) y por otro la elegante Cristina (Pflug). Esta con "Opiniones propias", deja muy claro en aquella sociedad que "Dios nos ha dado a las mujeres la facultad de pensar".
En fin, película que perfectamente podía partirse en dos. Demasiado amontonamiento de tramas. Dinámica, si, la acción no para, pero sin claridad de ideas ni de objetivos en la dirección. Para pasar el rato.

Una del Oeste inglesa por un director dedicado a la televisión. Entretenida, pero sin más. Una especie de spaguetti western con una estrella del género incuestionable Yul Brynner, y alguna estrella emergente como Richard Crenna. No es mal resultado, pero no tiene la profundidad de las del oeste de los grandes directores, ni mucho menos.
Tiene todos los tópicos del género: un malo de buen corazón, un sheriff empecinado con la búsqueda y detención del malo, una excusa decente para no hacerlo, mexicanos, alcohol y mujeres y 105 minutos de una cinta tan previsible como poco recordable.