Media votos
6,0
Votos
1.929
Críticas
17
Listas
4
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Pakochin:
9
7,6
25.320
Intriga. Thriller
Corea del Sur, 1986. Una joven aparece brutalmente violada y asesinada. Dos meses después, se producen una serie de violaciones y asesinatos en circunstancias similares. Para buscar al asesino, se organiza un destacamento especial, encabezado por un detective de la policía local (Park Doo-man) y un detective de la policía de Seúl (Seo Tae-yoon), que ha solicitado ser asignado al caso. (FILMAFFINITY)
22 de julio de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Memories of Murder arranca como miles de películas de policías: con el cuerpo frío de una víctima. Prosigue con un buen muestrario de lo que es el trabajo policial ejecutado por personas, no por superhéroes hollywoodianos que siempre van un paso por delante del criminal. Todo ello adornado por un contexto que, a los de aquí, nos puede resultar desconcertante: se trata de Corea del Sur en el año 86, un país que estaba bajo una dictadura militar y vivía la paranoia constante de recibir un ataque inesperado de Corea del Norte. Un país que, al contrario que su vecina Japón, todavía podía considerarse casi tercermundista, como la España de los 70.
Es por eso que la policía actúa como le da la gana, o a lo mejor como sabe: sin respetar las garantías de los sospechosos, sin servir a los ciudadanos y sin preocuparse realmente de las víctimas (el propio subinspector duda de la moral de una de las chicas). Pero incluso en estas difíciles circunstancias, hay un límite que desafía la inoperancia de la policía (ver spoiler) y, tanto el comisario como el inspector recién llegado de Seúl, comienzan tomarse en serio su trabajo.
A partir de este momento, la película cambia de registro para convertirse en un thriller sofocante pero dinámico, donde se acaban las bromas y las torpezas cómicas de la primera parte, para dar paso a una auténtica caza al hombre.
(continúa con spoilers)
Es por eso que la policía actúa como le da la gana, o a lo mejor como sabe: sin respetar las garantías de los sospechosos, sin servir a los ciudadanos y sin preocuparse realmente de las víctimas (el propio subinspector duda de la moral de una de las chicas). Pero incluso en estas difíciles circunstancias, hay un límite que desafía la inoperancia de la policía (ver spoiler) y, tanto el comisario como el inspector recién llegado de Seúl, comienzan tomarse en serio su trabajo.
A partir de este momento, la película cambia de registro para convertirse en un thriller sofocante pero dinámico, donde se acaban las bromas y las torpezas cómicas de la primera parte, para dar paso a una auténtica caza al hombre.
(continúa con spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Pero, a pesar de todo, el recuento de víctimas sigue aumentando y la investigación (que va cobrando impulso gracias a la profesionalidad de los oficiales que tiran sobre todo de dignidad corporativa y auténtico interés humano, más que de genialidad y técnica), no conduce al final esperado: la captura y encarcelamiento del psicópata.
La muerte de la niña es ya el colmo de la desesperación para los espectadores, que asistimos impotentes a la incapacidad de la policía por evitar los crímenes y de disipar completamente la duda acerca del sospechoso principal.
Por eso, aunque un poco manida según mi parecer, la escena del túnel con el supuesto asesino es tan importante: porque plantea al espectador el dilema moral de la duda razonable: ¿hasta qué punto estamos seguros de que ese es el auténtico asesino? El director lo ha hecho tan bien no ofreciendo pistas sobre el criminal que, cuando la prueba de ADN descarta la certeza de la sospecha, estamos en idéntica situación a los dos policías: unos nos limpiaríamos el culo con el informe de ADN y le volaríamos los sesos; otros miraríamos a los ojos al presunto y admitiríamos que no podemos actuar como juez, jurado y verdugo.
Genial y jodidamente desasosegante.
La muerte de la niña es ya el colmo de la desesperación para los espectadores, que asistimos impotentes a la incapacidad de la policía por evitar los crímenes y de disipar completamente la duda acerca del sospechoso principal.
Por eso, aunque un poco manida según mi parecer, la escena del túnel con el supuesto asesino es tan importante: porque plantea al espectador el dilema moral de la duda razonable: ¿hasta qué punto estamos seguros de que ese es el auténtico asesino? El director lo ha hecho tan bien no ofreciendo pistas sobre el criminal que, cuando la prueba de ADN descarta la certeza de la sospecha, estamos en idéntica situación a los dos policías: unos nos limpiaríamos el culo con el informe de ADN y le volaríamos los sesos; otros miraríamos a los ojos al presunto y admitiríamos que no podemos actuar como juez, jurado y verdugo.
Genial y jodidamente desasosegante.