No acierto a entender porque el director se limitó aquí a dejarlo en una buena obra teatro, y no en una farsa, porque esto no es cine. Es un ejercicio de melancolía cargado de lirismo (excesivo en muchos momentos), una función filmada donde se reabren las heridas del pasado para poder cerrarlas desde la comprensión y la aceptación.

Sin caer en efectismos, la memoria personal de Rubio es un cajón de recuerdos que plantea el dilema y el desconocimiento de la figura paterna, un duro proceso de liberación personal donde se cruza el amor y el odio a través de un nostálgico blanco y negro, que esa es otra, un film sincero cuya valentía es admirable a pesar de sus ingenuos defectos, pero que no he disfrutado para nada, porque el cine, es cine, el teatro es teatro, y ver una obra de teatro en un cine, en pantalla grande, y demás, pues ni tan mala, pero ver esto en una pantalla de 40 pulgadas…

No me resulta fácil catalogar este ‘’lo que sea’’, es verdad que tiene momentos muy intensos, con unos diálogos llenos de calidad y profundidad, y un último tramo de interpretación bastante bueno, pero el cine es cine y esto es otra cosa. Lo siento, me engañaría a mí mismo si le diera más de un 5.