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Treinta y nueve escalones

Intriga. Thriller Richard Hannay está en un music-hall londinense. De repente, suena un disparo y comienza una pelea. En medio del tumulto, una chica asustada le pregunta si puede ir con él. Richard accede y la lleva a su apartamento... (FILMAFFINITY)
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Críticas 74
Críticas ordenadas por utilidad
8 de febrero de 2007
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película muy famosa de la etapa británica del maestro, en la que ya desfilan magnificamente las constantes de su maravillosa obra: el falso culpable que es acusado de asesinato y es perseguido, a la vez, por la policía y por los verdaderos asesinos, debiendo demostrar por sí mismo y tras múltiples peripecias su inocencia (ya sabida por el espectador pero llena de un suspense arrebatador); las mujeres rubias (aquí Madeleine Carroll); el tren como sabroso elemento para escenas de acción; el uso de escenarios llamativos, en este caso de Escocia; la calculada puesta en escena.
La película se inicia y acaba en un mismo escenario: un music-hall al principio, un teatro al final, y el protagonista se ve enredado en un crimen del que avisa una mujer a la que acaba de conocer, yendo a parar a Escocia, descubriendo allí que todo es debido a una organización secreta y de espionaje llamada los 39 escalones.
Hay humor (la fina ironía del protagonista, un notable Robert Donat), hay atrevido erotismo y, sobre todo, un suspense rítmico y muy agradecible que hacen de ella un magnífico divertimento, con la memorable secuencia de la Biblia incluida.
kafka
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24 de octubre de 2009
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una de las grandes obras de Hitchcock en su período inglés. Tanto es así que el Instituto de Cine Británico la nombró en 1999, la cuarta mejor película, por detrás de “El tercer hombre”, “Breve encuentro” y “Lawrence de Arabia”.

Contiene ya elementos característicos de su obra, como el falso culpable, el empleo de un mcguffin o la pareja que va superando obstáculos a medida que se acrecienta su amor. Se dice que sentó las bases del thriller moderno.

No falta el humor ácido del maestro, como ese público asalvajado que asedia a Mr. Memory con preguntas imposibles o la ocurrencia de sacar la ropa interior en el ferrocarril, con la presencia de un clérigo. También hay algo de erotismo, con la mujer de granjero, uno de las secuencias más logradas y uno de los momentos más destacados.

A pesar de que se nota en ella el paso del tiempo (el plano del avión de juguete o la persecución en las montañas, muy acelerada desde la moviola), tiene una agilidad narrativa prodigiosa, un ritmo vertiginoso (ayudado desde el montaje) en el que no paran de sucederse las persecuciones, sin dar tregua.

Me ha gustado, sobre todo, la actuación de Madeleine Carroll en su papel de mujer atrapada, pero que no se somete. En mi opinión está un punto por encima del reparto. Es además la primera rubia de Hitcochck. Fue contratada apenas dos días antes del rodaje, ya que en las negociaciones, ella exigía firmar por dos películas (a continuación actuaría en “El agente secreto”), y era del agrado de Hitch.
Al no conocer a Robert Donat hasta el primer día de rodaje, Hitch empezó a rodar las escenas en que están esposados y misteriosamente las llaves se perdieron. Al acabar el día, las llaves de las esposas, casualmente, aparecieron. De esta manera, el director de “Vertigo” se aseguró que ambos actores no fueran unos extraños. Cosas de Hitch.

Quizá no tan vistosa como alguno de sus films norteamericanos, en donde Hitcochck ha depurado su técnica al máximo que, junto al star-system de Hollywood, convierte sus obras en irresistibles.
“Treinta y nueve escalones” sería un claro antecedente de “Con la muerte en los talones”, que posee, asimismo, un ritmo endiablado.

Fue un éxito de público pero no consiguió ningún premio importante.
Gabriel Ufa
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4 de febrero de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Los 39 escalones", no sólo es lo que el protagonista busca todo el rato, sino que también es una buena película del Hitchcock más puro en su época británica que se diferencia claramente de su cine norteamericano. Como nos tiene acostumbrados este maestro del suspense en esta película tenemos todo tipo de sobresaltos y trama políciaca y una bien desarrollada teoría de la conspiración como en otros films suyos como pueden ser "Con la muerte en los talones" o "Sabotaje".
La acción es limitada y la violencia es la justa aun siendo una película de espías, por lo que, pese a no ser su mejor película, es muy agradable de ver y no se hace pesada en ningún momento complicandose excesivamente el argumento con una duración justa que no llega a la hora y media, así que si tienes un pequeño rato libre no lo dudes y póntela. El cine clásico nunca pasa de moda y ver el trabajo de un grande siempre es un placer. (7/10).
Carlos A Hernanz Mayoral
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19 de marzo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los 39 escalones tiran hacia arriba, de ahí el peligro que supone transitar, aunque sea por accidente, por cualquiera de estos peldaños. El amigo Richard, que pasaba por allí, se ve envuelto en una pesadilla de la que no puede despertar porque descubre que no está dormido. Las tramas de poder que atrapan a la gente normal, como si de moscas se tratasen, nos resultan próximas porque no es difícil ponerse en el lugar de las víctimas; y aunque no nos hayan perseguido, todavía, Scotland Yard, la CIA o el Mossad, seguramente nos habremos sentido acosados por Hacienda, nuestro Banco Amigo o el Departamento de Sanidad de la Comunidad Autónoma que nos ha tocado en suerte, o desgracia.
Efectivamente hay muchas organizaciones, la mayoría estatales o concertadas, de las que mejor mantenerse alejados, pero en ocasiones, como le sucede al protagonista de este suspense de espionaje "hitchconiano", no es posible mantenerse al margen y la única solución, si algún día quieres contárselo a tus nietos es salir por pies. Bien, es cierto, que, por lo general, los protagonistas de estos encontronazos suelen disponer de más recursos, para escapar, en el cine que en la vida real.
Sinhué
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5 de abril de 2008
38 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Gordo siempre tuvo superpoderes. Ignoro si provenían de la empanada mental que recubre gran parte de su filmografía o si el secreto de su éxito se debía al uso de tirantes de cuero. Pero los talibanes pro chapuzas siempre habitarán ahí, en el interior de sus fotogramas, con la escopeta cargada y escupiendo a cualquier gentil que asome a sus películas para mear bechamel sobre ellas.

Mi colega Rizzo, incombustible crítico de esta página, afirma que Xisco no está acostumbrado a realizar películas demasiado personales, cayendo en la complacencia y en la chapuza (esto último lo añado yo) y sosteniendo que el Gordo era un segurola. No puedo estar más de acuerdo. El director británico sí que poseía la habilidad para abrir nuevas brechas en un nuevo arte que aún disfrutaba de su juventud, lo cual no es óbice para considerar al chapuzas un maestro de la vanguardia, sino más bien a un imaginativo directorzuelo con bastante suerte que intuía dónde podía realizar un acto novedoso. Y los que vinieron detrás, aprovecharon con mucho más talento aunque con mucha menos suerte mediática, los oscilantes rumbos (tampoco excesivos) que el inglés imprimió a sus películas.

Y 39 escalones es una de las primeras películas ideadas para masas. Facilona, de argumento sencillo pero completamente absurda en su desarrollo. No es como contrariamente se indica, el primer fugitivo del cine. El gran maestro Fritz Lang con M, el vampiro de Düsseldorf nos mostró al primero. Y no era un héroe, sino un asesino. El Gordo cambió asesino por héroe, pero no inventó nada. Al menos Lang sí que se dejó las pestañas componiendo un guión que tuviera substancia. Y es lo que ocurre con la mayoría de las pelis de Xisco, que adolecen de un contenido que pudiera salvarle la cara a la trama que pretende urdir. Y citando de nuevo a mi querido colega Rizzo, cuando el Gordo ha querido arriesgar en películas como Vértigo, se han puesto de manifiesto todas sus carencias artesanales, vendiendo humo y trasladando unos efímeros y discutibles miedos y ensoñaciones que tapan sus exiguas armas argumentales.

El suspense queda supeditado a los extraños superpoderes de los tirantes del gordo, capaces de conseguir que setenta años después haya tanto .......... que alabe (como el caso que nos ocupa) una castaña de dimensiones catedralicias como una gran película de suspense, cuando más parece un ensayo destinado a complacer a la masa burguesa británica y a cabrear a vuestro seguro servidor. Y me perdí Sin tetas no hay paraíso. Maldito gordo...
Txarly
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