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Hasta el último hombre

Bélico. Drama Narra la historia de Desmond Doss, un joven médico militar que participó en la sangrienta batalla de Okinawa, en el Pacífico durante la II Guerra Mundial, y se convirtió en el primer objetor de conciencia en la historia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso. Doss quería servir a su país, pero desde pequeño se había hecho una promesa a sí mismo: no coger jamás ningún arma. (FILMAFFINITY)
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Críticas 264
Críticas ordenadas por utilidad
8 de diciembre de 2016
42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se debería ir al cine con ideas preconcebidas o prejuicios, ya que te puede chafar la proyección. E ir sólo para ver reflejada o confirmada tu visión del mundo o tu ideología supone un empobrecimiento de la capacidad de sorpresa, de conmoción o de debate. Estamos ante el retrato minucioso de un objetor de conciencia norteamericano – no sólo por motivos religiosos, sino existenciales – que se alista como voluntario durante la II Guerra Mundial con el propósito de ser útil a su país. Pero en España, donde los buenos y lo bueno tiene un único sesgo talibán aceptado (el progresismo izquierdista y sus adláteres), resulta difícil asumir y reconocer que el mundo es mucho más complejo y contradictorio de lo que nos impone la ñoñería doctrinaria.

Quien necesite o espere ver un irrefutable panfleto antibelicista o una acerada arenga pacifista saldrá defraudado, porque no hay respuestas fáciles ni unívocas ante situaciones complejas. Los demás podrán disfrutar – por paradójico que resulte – de esta obra dura y lacerante que refleja como pocas el horror endemoniado de la guerra y sus desoladoras matanzas. El virtuosismo de la puesta en escena de las batallas es formidable y sobrecogedor, reflejando sin tapujos ni remilgos los detalles más cruentos y salvajes de la contienda, sin elipsis reparadoras ni disimulos escrupulosos. Es el terror en estado puro, avasallador y brutal. No hace falta ser Kubrick para reflejar con éxito el espanto de unas carnicerías inhumanas y conmovedoras que perturban tanto como repelen.

Presenciamos no sólo la crueldad del combate, sino también un acto grandioso de heroicidad y compromiso. La generosidad y entrega hacia tus semejantes puede tomar rutas y formas insospechadas, casi irreales o fantásticas, pero al estar basada en hechos reales nos hace cuestionar nuestros propios principios y certezas al comprobar que un único hombre puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, ya sea con su ejemplo, con su altruismo o con su desprendimiento. El llamar a ciertas personas ‘héroe’ puede confundir más que clarificar, ya que no es tanto una cuestión de su personalidad, sino más bien el hecho de acometer una acción o tener una iniciativa osada y memorable lo que confiere al individuo un aura mágica y lo elevan a la categoría de ídolo. El uso político o propagandístico que se pueda hacer de estas figuras es otra cuestión bien distinta.

Muy buena película, quizás algo larga y con tendencia al tremendismo estomagante, pero llena de fuerza, rabia y pasión. Es probable que guste o se censure por motivos espurios, pero es una experiencia turbadora.
antonalva
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16 de diciembre de 2016
37 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mel Gibson es uno de los directores más controvertidos de Hollywood. Y todo porque Gibson se moja por defender y predicar en pantalla aquello en lo que cree y siente. Sin disfraces ni artificios, el cineasta australiano sale a pecho descubierto en todas sus películas. No tiene nada de políticamente correcto y claro, eso a un sector pusilánime de la sociedad -generalmente anti todo con lo que tenga que ver con la religión y posicionamientos más conservadores- le molesta.

Por eso esperaban con ganas su último trabajo hasta el momento, Hasta el último hombre, para cargar nuevamente contra Gibson, a quien su vida privada le ha jugado alguna que otra mala pasada. Ese pelotón de fusilamiento 'progre' estaba esperándole para clavar el último clavo en su ataúd mediático. Pero no ha podido ser, a pesar de que llevaba diez años sin dirigir desde Apocalypto.

Hasta el último hombre tiene dos partes bien diferencias y ambas con sus singularidades. En la primera se nos presenta al protagonista, la forja de sus ideales y su entorno. Desde una familia marcada por la Primera Guerra Mundial -brutal y desgarradora la interpretación de Hugo Weaving-, hasta la fase de instrucción en el ejército, pasando por un episodio romántico que nada desentona y que protagonizan un irresistible Garfield y la atractiva Teresa Palmer -una sonrisa angelical que ni la mismísima Scarlett Johansson-

Y en todos estos pequeños episodios que se recomponen en la gran película facturada por Gibson brillan sus actores. Si lo de Garfield y Weaving es de escándalo, no andan distanciados Vince Vaughn, Sam Worthington y Luke Bracey. Cada uno magnífico en su rol y aportando minutos de calidad en secuencias que nos preparan para la tormenta que está a punto de estallar.

Porque la segunda parte de Hasta el último hombre es una de las recreaciones bélicas más reales y salvajes que se han rodado en lo que va de siglo. Mel Gibson con su cámara plasma la crudeza del frente oriental y concretamente de la batalla de Okinawa, donde Desmond Doss se alzó como un héroe titánico.

El trabajo de Gibson no se entiende sin su religión y espiritualidad. Él tiene su visión, su idea y en todo momento este leitmotiv está presente en el ambiente. Como Dios. Y no se le puede reprochar porque lo hace de una forma tan brillante que sucumben hasta sus detractores. El propio Doss es un ejemplo de ello y Andrew Garfield, por su aspecto físico y talento natural sabe captar el mensaje del cineasta australiano, a caballo entre la acción de Salvar al Soldado Ryan y el alma de La delgada línea roja.

La paradoja de Hasta el último hombre radica en este aspecto clave en el cine de Gibson. La cinta es todo un alegato por la recuperación de la espiritualidad, contra la guerra y la violencia del ser humano. Pero esta, a su vez, es inherente e innata, porque el mundo que rodea al hombre es, desgraciadamente, violento y en él tiene que desenvolverse. Sin embargo, de cuando en cuando se manifiesta la bondad divina en un individuo como Doss, que hace posible lo imposible -no convierte el agua en vino, pero es capaz de otros ´milagros', y escenas auténticas hay unas cuantas-.

Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
Y en Facebook: https://www.facebook.com/argodersecine
Argoderse
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8 de diciembre de 2016
28 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Balas, sangre, horror, muerte y… vida, fantástica contradicción plasmada de manera magistral la que nos ofrece ‘Hasta el último hombre’. Un alegato a la esperanza en el ser humano, un derroche de talento detrás de la cámara y una sorprendente historia son sólo algunos de los factores del último trabajo de Mel Gibson.
Inteligente giro de tuerca a un género con inmensos títulos en su haber, es difícil viajar a lo más profundo de la barbarie humana y al mismo tiempo disfrutar de una historia tan real, cruda y conmovedora a la vez. Como en algunos de sus anteriores títulos Gibson se recrea en la brutalidad de lo acontecido, pero en esta ocasión el hito de la hazaña llevada a cabo por Desmon Doss tras salvar a 75 soldados uno a uno durante apenas una noche y sin empuñar un arma, arroja luz a la más densa y horrible oscuridad.

El uso de la cámara en las escenas bélicas es excepcional, brillantes tomas al alcance de pocos acompañadas de una notable fotografía y un reparto solvente, puede que hubiera mejores alternativas al joven Andrew Garfield pero el nuevo Spiderman acaba cumpliendo sin desvirtuar el enorme trabajo llevado a cabo por Gibson. Grata sorpresa la de Vince Vaughn, acostumbrados a verlo en facilonas comedias al uso en esta ocasión encaja con dignidad el papel de sargento.

‘Hasta el último hombre’ es una brutal producción cinematográfica, una cinta de muerte que ensalza la vida con una dirección impecable sin abusar de los efectos ni caer en típicos patriotismos yankees tan presentes en estas propuestas. Sin dudarlo estamos ante la consolidación de uno de los directores más brillantes del momento, tras ‘Braveheart’, ‘La pasión de Cristo’ y ‘Apocalypto’ Gibson nos regala una de las mejores cintas bélicas de los últimos años con un argumento totalmente distinto al que nos tiene acostumbrados el género. Como él mismo dijo después de su última película, “No volveré a dirigir hasta que no encuentre una historia más grande que la anterior”, y vaya si lo ha logrado, los Critics Choice Awards ya le han otorgado siete nominaciones incluyendo la de mejor película y director.

Un disfrute de sensaciones de ritmo ascendente que te acelerará el corazón llevándote de la angustia a la esperanza, una gozada de largometraje que agarrotará cada órgano de tu cuerpo. “Mientras todos estén quitando vidas, yo estaré salvándolas” es el gran alegato que nos ha dejado Desmon Doss, un héroe desconocido para la mayoría que para suerte de todos Gibson ha conseguido ensalzar de manera magistral en la gran pantalla.

Lo mejor: la historia y su brillante dirección.

Lo peor: un reparto solvente pero mejorable.

Más en Más en www.estovacine.blogspot.com.es y www.magazinema.es
Marcus
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20 de diciembre de 2016
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Mel Gibson haya permanecido 10 años sin dirigir una película es algo que no debería volver a ocurrir por el bien del cine, pero quizás (tristemente) sea el precio que tienen que pagar quienes han decidido tomar el riesgo como ética propia.

Su cine es cualquier cosa menos sutil, una palabra que siempre he procurado mantener cerca a la hora de relacionarme con el séptimo arte, pero no en el caso de este maravilloso director, que en cada película nos descubre otra forma distinta de mirar a través de la cámara. Una forma incontestablemente descarada, pero cuyo descaro se convierte precisamente en la pieza fundamental que convierte a sus películas en auténticas experiencias cinematográficas.

Porque Gibson levanta cada película, cada imagen, cada línea de diálogo, desde la fe inquebrantable del que tiene absolutamente claro lo que quiere contar, con la certeza del que sabe lo que quiere transmitir y con la valentía del que intuye que muchos lo estarán esperando fuera, pero que eso no le va a impedir contar su historia tal y como quiere hacerlo. A él no.

En un mundo donde la mayoría de directores se limitan a cumplir el trámite o a ser el clon de cualquier otro director que haya logrado anteriormente un éxito, él siempre nada a contracorriente.

Su cine es como el de Eastwood: nace desde las tripas, desde la mayor de las convicciones y sin mostrar un solo atisbo de duda sobre lo que pretende transmitir.

Si a eso le juntamos un gran nivel actoral en todo el reparto, tenemos sin duda una película realmente imperdible, especialmente para los ávidos del género bélico. Mención especial al trabajo de Andrew Garfield, que toma el papel protagonista. Excelente interpretación, nada sencilla, que sostiene con gran valentía durante toda la película, también nadando a contracorriente.

Desde aquí mi aplauso incondicional a Mel Gibson por no dejarse llevar por ninguna corriente externa y habernos dado películas de una altísima calidad. Y ya van cuatro...

P.D: La batalla de Okinawa se muestra con un grado de maestría y crudeza como jamás se había vuelto a ver desde "Salvar al Soldado Ryan". Lección de cine en mayúsculas.
Argay
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12 de diciembre de 2016
24 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mel Gibson lo ha vuelto a hacer. ¡Y de qué manera! Con el hombre sin rostro firmó como director su ópera prima con una obra modesta, personal y sincera. Dos años después William Wallace vino para reventar el panorama cinematográfico con Braveheart. No contento con esto, Mel escandalizó al planeta con La pasión de Cristo con todo su exceso y provocación de la mano de un reconocido católico. Y era la brutal Apocalypto la que hasta la fecha cerraba la impecable filmografía como director del señor Gibson. Y con Hasta el último hombre el círculo continúa cerrándose sin vislumbrar la más mínima fisura.

Tras un comienzo en el que vemos a Desmond Doss (Andrew Garfield) durante su infancia e inmerso en una tradicional familia con unas creencias e ideas muy arraigadas, damos un salto en el tiempo hasta la vida adulta donde se nos presenta el primer (y único) romance de nuestro protagonista en donde la película se asienta en sus minutos más contemplativos e incluso cursis siendo la antítesis de lo que vendrá después. Tras alistarse y superar la nada fácil preparación, llegamos hasta Okinawa para vivir uno de los enfrentamientos bélicos más crudos y realistas que por momentos deja a Salvar al soldado Ryan en un suave episodio de los Teletubbies.

Si bien lo que más perdura en la memoria es lo sucedido en el campo de batalla, no menos importante, y violenta, es la lucha interior que mantiene este objetor de conciencia para consigo mismo y sus iguales. El director plasma con maestría el sufrimiento de Desmond por sentirse incomprendido y vejado por los mismos que luego lo considerarán un auténtico héroe. Como ya sucedió en Braveheart o La pasión de Cristo, aquellos personajes con ideales convencidos tienen asegurada la amargura como maleta de viaje, pero Mel les imprime esa fuerza que nace de las mismísimas entrañas para sobreponerse a toda aflicción que encuentren por el camino y llegar a alcanzar su meta. El estado en el que lo consigan ya es otro cantar.

Pocas, muy pocas películas bélicas que hayan creado un despliegue de la violencia y espectacularidad y que puedan acercarse a Hacksaw Ridge, se preocupan en meter contenido que haga al espectador pensar. Detenerse por un momento en una serie de preguntas acerca del sentido de la guerra; hasta donde llevar tus propias ideas; la redención; el perdón; el orgullo; la importancia de la familia;… Todo esto se muestra bajo unas fuertes influencias éticas y morales que cada cual interpretará a su manera en función de sus propias creencias e ideología. Lo que sí queda claro para todo el mundo es que una nueva película de Mel Gibson significa un nuevo acontecimiento para el cine en formato de éxito seguro. Como las más grandes e importantes cosas en la vida: en pequeñas dosis pero de calidad suprema. Todo lo demás puede significar morir de empacho.
Travis Bickle
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