París 36

Christophe Barratier encandiló a medio mundo en 2004 con "Los chicos del coro", celebradísimo debut en el que sin embargo se podían atisbar de lejos algunas concesiones (que personalmente no me importaron lo más mínimo estando ante una obra que me caló tanto). Cuatro años después ha vuelto con esta entrañable "París, París" que posiblemente vuelva a ganarse con justicia al público, continuando con algo menos de suerte por la senda antes apuntada.

La historia, protagonizada por unos actores en estado de gracia a los que se suma la desconocida y bellísima Nora Arnezeder (que se come la pantalla con su sola presencia en casi todas las escenas que protagoniza, especialmente los números musicales, y resulta el hallazgo de la película sin duda: un nombre a apuntar y al que hay que seguir la pista), comienza sustentándose en ellos a la par que en una recreación histórica notable. En esas primeras escenas ya se pueden entrever las cartas que va a jugar el film, con suerte dispar, hasta los últimos minutos: un tramo final que quizá concede más terreno de la cuenta al sentimentalismo que hasta entonces solamente habíamos intuido, y echa por tierra bastantes de sus posibilidades de llegar al espectador como una obra de mayor enjundia.

Pese a ello, no por ser algo obvia resulta menos disfrutable, quedando a la postre una de esas películas sencillas de las que se sale con una sonrisa en la boca y la sensación de haber invertido bien dos horas. Y eso para nada es poco.

"París, París" cuenta una historia sencilla, con personajes sencillos. Pero ahí radica su encanto. Es una historia de lucha, de segundas oportunidades, de la búsqueda de un sueño. Y todos estos ingredientes conforman una comedia agridulce, con tiempo para las risas y para las lágrimas, con buenos y malos, con luces y sombras. Todo en un escenario inmejorable, el París de 1936, al que el director saca un partido excelente.

Que nadie se espere una segunda parte de "Los chicos del coro". Aunque aquella me encantó, esta supone un escalón más en la carrera de Christophe Barratier, que si sigue por esta senda va camino de convertirse en un director a tener en cuenta. Sigue mantiendo la frescura de aquella, con personajes entrañables, como el señor Radio, Jacky Jacket o la auténtica estrella de la función (nunca mejor dicho), el señor Pigoil que construye el fantástico Gérard Jugnot, con una variedad de registros muy destacable. Pero ya digo que sería injusto destacar a uno, ya que todo el reparto raya a gran nivel. No puedo olvidarme de la guapísima Nora Arnezeder, tan dulce como su propio nombre y con una voz preciosa.

La puesta en escena es preciosa y los números musicales muy pegadizos, a lo que ayuda la excelente banda sonora.

En definitiva, una película (a mi parecer) muy bonita, llena de esperanza y de vitalidad.

Vaya por delante mi decepción ante aquellos gurús que tachan la obra de sensiblera y antigua, como si despertar la atrofiada sensibilidad cuando cada uno va a lo suyo o rescatar lo mejor del cine clásico fuera un desdoro.

Esta película lo tiene prácticamente todo. No es un cuento, pero también. No es un drama, pero también. No es un musical, pero también. No es una comedia, pero también, No es histórica, pero también. Es la vida.

Distinguida por su sonido, banda sonora [genial], fotografía [el fotógrafo de Clint Eastwood] y decorado, goza de una interpretación soberbia del Alfredo Landa francés, Gérard Jugnot, de un maravilloso Kad Merad y de una deslumbrante Nora Arnezeder, que se come literalmente la pantalla y que puede dar mucho que hablar con 20 años.

Muy interesante el influjo del productor Jacques Perrin, que contribuye a ese olor a 'Cinema paradiso' que él tan bien interpretó. Y es que cuando el cine francés se acerca al naturalismo italiano y se olvida del arte y ensayo, emociona mayoritariamente, qué le vamos a hacer...

También quisiera subrayar la coherente facilidad que tiene los galos para los musicales cabareteros, rodados con una frescura muy alejada de la perfección estadounidense.

Resumiendo: en plena crisis, habla de las crisis de otros tiempos, de la farsa de la vida, que es una tómbola que te lleva de la risa al llanto. Y, lo confieso, he llorado y me he reído mucho durante las dos horas, que se me han pasado pitando.

así que: gran combinación de sentimientos, preocupaciones y parodias del común, envueltas en una formidable banda sonora. Imprescindible

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El quicio de la mancebía [EQM]

Christophe Barratie y su equipo se ponen de nuevo a faenar tras el éxito cosechado de "Los Chicos del Coro" que en nuestro país dicho fenómeno se traslado al "boca-oreja" amén de una banda sonora aparte que se vendió como rosquillas vaciando los estantes de los grandes almacenes de ocio y lectura.

"Faubourg 36", titulo original en francés y que hace alusión a la ubicación del teatro en donde se desempeña buena parte del argumento, no llega quizás a la altura de su predecesora pero mantiene intacto el espíritu de complicidad de un buen guión, un envidiable reparto y una más que respetable duración (casi dos horas) suficientes para dejar un buen sabor de boca sin babear en la emoción ni caer en la clásica y previsible socarronería propensa a encandilar a los espectadores de la sala en la que se exhiba.

Pigoil (Gerard Jugnot, el entrañable profesor de "Los Chicos del Coro") repite con Barratier esta vez en el papel de un respetado encargado de un grupo de teatro de "varietés" que cada noche organizan, y llenan, sus espectáculos de "chanson et humeur". El suicidio del responsable de La Chansonia, nombre del teatro, porque no puede hacer frente a los pagos con extorsión del especulador inmobiliario Gallagriat (Bernard-Pierre Donnadieu) lleva al deshaucio de tan pintoresca farándula que, impotentemente, ven como un hombre de negocios mirando a la derecha sin importándole la llegada de Léon Blum como primer ministro, se expropia del edificio condenándolo al abandono. Pero Pigoil que ha perdido la custodia de su hijo se unirá a Milou (Clovis Cornillac), uno de sus ayudantes y miembro sindicalista, a ocupar de nuevo el teatro y hacerlo cobrar vida de nuevo. Gallagriat no se los impedirá porque vé en la recién llegada corista Douce (Nora Anezeder) una oportunidad única de llenarse más dinero de lo que cree en sus bolsillos.

El actor francés Jacques Perrin, tío del director, produce un film en que no faltan estrellas secundarias muy populares en Francia como Kad Merad (el sufrido e inadaptado funcionario de correos en"Bienvenidos al Norte") o el músico Pierre Richard, que aquí renace como viejo director de orquestra para contribuir al renacimiento del teatro.

Lo Mejor: la recreación de la época
Lo Peor: el título en español

Todas las críticas que se exponen aquí tienen razón: está bastante edulcorada, cierto, es previsible cierto, sigue la misma estela de sus antecesoras, cierto, pero también lo es que los personajes son entrañables, que los actores son muy buenos, que divierte.. Quizás yo vea a algún actor (el sindicalista) un poco sobreactuado, pero bueno. Los defectos que los tiene la película son pasables, no la desmerecen. Así que te hace pasar un rato ameno y divertido, en lineas generales yo creo que la peli está bastante bien.
Un par de apuntes: Gérard Jugnot se esta encasillando ya de una manera en los mismos personajes (o al menos con las mismas caraterísticas) que cuando haga otra cosa no lo vamos a creer, y dos: el grato descubrimiento de Nora Arnezeder que se come la pantalla en cada escena, y que al menos a mi, me tuvo embelasado viendo el filme. Otro motivo más para disfrutar de esta peli.