Gabrielle

100 kilómetros he tenido que recorrer para ver lo último de Patrice Chéreau e Isabelle Huppert (una sola copia para toda Galicia), y me temo que el viaje ha sido bastante en balde.

No soy muy amigo de las películas de corte teatral con las que de vez en cuando nos obsequian los franceses, porque suelen ser películas-ladrillo. Ahí están los ejemplos de Alain Resnais con “Mélo” o de Fraçois Ozon con “Gotas de agua sobre piedras calientes”, tostoncillos animados por el desparpajo y el vitalismo de Sabine Azéma o Ludivine Sagnier.

Tampoco me acaba de seducir el excesivo minimalismo dramático. Está bien que haya subtexto y que no todo sea evidente, pero que sólo nos dejen ver una pequeña puntita del iceberg como aquí… pues tampoco es eso.

Isabelle Huppert ganó la Copa Volpi en Venecia por este trabajo, y sin disgustarme (eso jamás) es la película donde menos me ha gustado. Creo que se ha pasado de hermética y de contenida. No es la primera vez que interpreta en plan frío e impenetrable, pero lo hizo mucho mejor en otras películas (“La encajera”, “Las hermanas Brontë”, “Gracias por el chocolate”, “La pianista”…), aunque personalmente me quedo con aquellas donde se ha desmelenado (“La ceremonia”, “8 mujeres”, “Las hermanas enfadadas”, “Los méritos de Madame Curie”….)

Para mí lo mejor es la escena detonante del drama (el hallazgo y la lectura de la carta de abandono), rodada con una premiosidad incómoda y muy eficaz. Pero el resto me pareció árido y aburridillo.

Vistas las anteriores películas de este magnífico director francés uno se da cuenta de que el estilo de cada uno se conforma con las sucesión de películas que nos cuentas variaciones sobre los mismos temas recurrentes de cada uno de ellos.
Chéreau confirma con esta sobria Gabrielle sus decididas apuestas por el tema de la relación entre dos, por el amor y el desamor, por el amor como complemento del sexo o por la disparidad entre estos dos últimos conceptos. Ya en Intimidad Chéreau nos habla de la difícil relación entre hombre y mujer y lo difícil que es compatibilizar el sexo con el amor y viceversa, o en Su hermano la difícil relación de dos hermanos en los momentos difíciles de su relación.
En Gabrielle, pecando en su puesta en escena absolutamente teatral pero con leves contenidos cinematográficos, Chéreau ahonda todavía más en esa relación amor-odio entre un matrimonio con deseos divergentes. El drama entre estos dos personajes que derivan, cada uno de ellos, hacia mundos personales diferentes, está espectacularmente interpretados por una Isabelle Huppert, que ahonda en esos personajes hieráticos, llenos de amargura y tristeza y un Pascal Greggory, que transmite la desesperación de u personaje que comienza seguro de sí mismo y todo lo que le rodea y acaba desesperanzado de la vida y sin lo que más desea. Cuando, al principio maneja los hilos de sus vida personal y sus negocios de forma convincente y segrua nadie puede esperar su hundimiento, pero es que siempre hay que cuidar lo que se tiene y no cuendo ves que se te escapa de las manos.
Chéreau transmite sus inquietudes a través de unos personajes y unos actores soberbios pero el conjunto formal nos deja con una sensación de fatiga que impide asistir en su totalidad a todo el discurso del director.

Complicada adaptación de Joseph Conrad por Patrice Chéreau que encamina el discurso a la imagen y a sus actores. La imagen entre el blanco y negro y el color. Los actores encaminados a una gran Isabelle Huppert —ganó la Copa Volpi en el Festival de Venecia.

Drama romántico psicológico a puerta cerrada donde los sentimientos explotan hacía un infierno interior. Aquí no se hiperboliza nada como en un culebrón de sobremesa ni se recrea la historia de amor con el amante. Aquí sólo valen los efectos, no las causas; el enfrentamiento moral y social que viven sus protagonistas, dos burgueses parisinos de la Belle Epoque. Diez años de relación de palabras que ahora se rompen y se desgarran. Puro desequilibro emocional.

Esto es puro teatro filmado que hace añorar a un remake actualizado de John Cassavetes. Pura filmación de actores y diálogos. Puro cine salvaje, que aquí, llega a ráfagas.

Film de corte teatral (avisados quedan) que cuenta con una historia de una potencia increible, un dúo el de Greggory-Huppert en estado de absoluta gracia y un realizador, Chereau, que realiza su mejor película dándole al conjunto una tensión visual a juego por completo con la de los diálogos, cortantes y envenenados. Su apuesta es de las que entre medio de 5 films diarios en festivales puede tocar las narices a algún festivalero pero que apartada de la saturación, degustada en solitario provoca una sensación de gozo dramático como es muy dificil de ver hoy en día en las carteleras. Huppert es la mejor y vuelve a dar un recital de frialdad e interpretación y Greggory pone toda la carne en el asador interpretando al marido de la Huppert que se va volviendo loco según avanza el film ante la incomprensión que le provoca el comportamiento de su esposa. Un material, éste, que da un juego atroz, maravilloso, espectacular.

El director de La Reina Margot realiza este breve (80 minutos) e interesante drama de época (decimonónica, para ser más exactos) cuya fuerza reside en el duelo interpretativo Huppert/Greggory, así como en la profundidad de los diálogos que éstos mantienen. Basada en una pequeña e intimista novela de Joseph Conrad titulada “El regreso”, Gabrielle, a partir de la confesión epistolar de una esposa adúltera, indaga en la constatación del proceso de degradación de un matrimonio tras 10 años de convivencia. A través de un estilo moderno aunque teatralizado, tensión y crispación aflorarán sin remisión en un contexto regido por las falsas apariencias de la alta sociedad.