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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Críticas de Maldito Bastardo
Críticas 2.181
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
22 de febrero de 2014
290 de 344 usuarios han encontrado esta crítica útil
Querido Spike Jonze,

Seguramente tenía que haber enviado esta carta de amor tiempo atrás aunque no me arrepiento de hacerlo en este momento. Puedes pensar que soy un oportunista por tratar de escribirte ahora y no en el pasado cuando me compré el DVD con tus gloriosos clips a Björk, Beastie Boys, Daft Punk o Fatboy Slim y casi lo desgasto de tanto ponerlo y tener la dificultad de manosearlo convenientemente por tener dos caras. Tampoco me atreví a dirigirte unas palabras y posiblemente pecara de considerar a Charlie Kaufman responsable de los méritos de “Cómo ser John Malkovich” y “Adaptation”. Ni te remití ninguna frase de agradecimiento por superar la ruptura de su cordón umbilical gracias a Maurice Sendak y Karen O en “Donde viven los monstruos”. Ni te compensé lo suficiente por tu corto de amor robótico titulado “I'm Here” o esa fructífera unión con Arcade Fire. Te pido disculpas, lo siento. Soy un bastardo, ¿qué esperabas? Pero como si el destino hubiera tensado y fundido lo anterior, todo aquello que fue transitado se hizo presente. Un eterno presente aunque, tal y como dices, el pasado es una historia que nos contamos a nosotros. Una historia que se hizo amor y carta (de amor) en “Her”.

Te criticaran por ceñirte a la estructura clásica de la película romántica. Dirán que la cinta es incluso rutinaria, superflua y previsible pero todos sabemos que el amor no puede reinventarse pese a ser abstracto e invisible. Tu película desciframos que forma parte del reflejo de amar a un sueño, como en “Vértigo”, como en “Laura”, como en “Her”. Pero realmente tu film no habla de la soledad sino de asimilar la ruptura, de la dificultad que tenemos de superar el adiós y la facilidad para aislarnos en la depresión por muy luminoso y moderno que sea nuestro entorno. Seguramente se deba a que somos seres que enmascaramos nuestra simpleza en capas de complejidad para eludir nuestras incapacidades y frustraciones, que actualmente nos abocamos a la tecnología como escape y pretexto para evitar interactuar con el mundo real. Y seguramente en el futuro acabemos utilizando a gatos muertos para estrangulamientos sexuales virtuales o sistemas operativos de inteligencia artificial complemente conscientes ante nuestra inconsciencia. Siempre queremos ir a más pero tenemos miedo al futuro y volvemos hacía atrás, incapaces de avanzar, atrapados en el tiempo y elementos pasados. Lo llamamos vintage por no decir retro, por no afirmar que somos unos cobardes que seguirán pidiendo en el futuro que otros escriban sus cartas y plasmen sus emociones más íntimas en BeautifulWrittenLetters.com. No hace falta disfrutar de cada página de tu cuento para darse cuenta de esconde una maliciosa y perversa historia de amor que debido a nuestra limitada capacidad racional no pudiéramos entender. Somos humanos y nos quedamos al lado de Theodore como hubiéramos seguido los pasos de Amy. Somos, en realidad, demasiados diminutos para entender una película tan inmensa como “Her”.

Quiero pensar que tu película parte de esa luz que nos golpea y nos despierta, que nos estimula a aventurarnos en nuevas historias que se proyectan ante nuestros ojos, que nos hipnotiza para que volvamos a reproducir otra canción melancólica en nuestro día a día. Solo quería que supieras que todos nos podemos sentir como Theodore o Amy, perdidos en la inmensidad del destino y simplemente separados físicamente por un muro. Ahora, “Her” forma parte de mí y te estoy agradecido por eso y donde sea que te encuentres en el mundo te envió mi amor.

Con amor eterno, Maldito Bastardo.
Maldito Bastardo
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7
7 de febrero de 2014
103 de 125 usuarios han encontrado esta crítica útil
==(( ¡PRECAUCIÓN! ))==

Esta película puede hacer que acabe cantando ‘Todo es fabuloso’ y que le parezca… ‘todo fabuloso’.

==(( Instrucciones y recomendaciones a tener en cuenta ))==

Para todos aquellos que aman el cine de animación.
Para los fetichistas del plástico.
Para los amantes del orden.
Para los apasionados del caos.
Para todos aquellos constructores de mundos… y los millones de don nadie.
Para a todos aquellos que probaron a animar sus legos y subir los vídeos a youtube.
Para los fans del clip de Michel Gondry para The White Stripes (Fell In Love With A Girl).
Para todos los públicos (ser friki es opcional).

==((Consideraciones ))==

Meta en una caja precintada junto con las piezas rotas las críticas que escuchará sobre “La LEGO película”. De acuerdo, la película es un ‘reciclado’ de otras muchas porque el espíritu y proposición argumental nos anima a reconstruir un nuevo mundo con pedazos de otros universos. De acuerdo, la película es un ‘gran anuncio’ de figuritas pero LEGO es una marca de juguetes. ¿Qué se esperaban, pues, aquellos que critican (y criticarán) la película por su ©?

Y, después de todo lo anterior, disfrute de la mejor blockbuster de animación desde “Toy Story 3”.

==(( Opinión ))==

Después de “Transformers” y “Battleship” podríamos aferrarnos al escepticismo con la llegada de “La LEGO película”, aunque sepamos que detrás están los responsables de “Brooklyn Nine-Nine”, “Infiltrados en clase” y “Lluvia de albóndigas”. Podríamos aferrarnos a que “Matrix” y “Terminator 2: El juicio final” han sido dos de los colosales bloques que han estigmatizado todo el universo de referencias en las últimas décadas y la cinta de animación de Phil Lord y Christopher Miller utiliza la estructura del film de los Wachowski para construir una inmensa torre babilónica de entretenimiento. Como si estuviéramos delante de un extraordinario prólogo de “Toy Story 3”, “La LEGO película” trata de hallar el equilibrio entre la referencia, el homenaje, el entretenimiento y la emoción en un parque de atracciones y espectáculo repleto de imaginación.

Todas las piezas y chispeantes pedazos van encajando y sumiendo al espectador en su butaca, dejándole la cara amarilla y provocando que module sus gestos como reflejo de aquello que se proyecta en la palpitante y tridimensional pantalla que tiene delante. Sus estructuras no son nuevas y conocemos ese mastodóntico bloque de edificios, pero la gracia de la cinta es que la suma y exceso generan una nueva entidad plástica y manejable para crear mecanismos tan cúbicos como calculados, tan coloristas como imaginativos, tan enérgicos y explosivos como predecibles en su recorrido.

Nos conocemos esa montaña rusa pero la gravedad del conjunto provoca que levantemos las manos y nos sumemos a la melodía resonante, porque “La LEGO” película consigue aquello que busca toda cinta mainstream de animación: ser ese ‘Kragle’ que provoque que el propio espectador se quede adherido, como una figurita de Lego, a la butaca de la sala de cine gracias a un pegamento llamado diversión.

==(( ¡ATENCIÓN! ))==

• Esta película puede producir terribles efectos secundarios:

—SUFRIRÁ ESTRÉS cuando vaya a pedir un café en un bar/cafetería y espere (aterrado) a que el dependiente/a o camarero/a le diga que son 42 dólares.

—LLORARÁ porque Hollywood no se ha dignado todavía a hacer una película de los clicks de Playmobil. ¡Los Playclicks también tienen derechos, ‘centimientoz’ y ‘corasón’!

—GRITARÁ (y comenzará a recoger firmas compulsivamente) para que el Batman de “La LEGO película” sea el protagonista de “Batman vs. Superman” y NO Ben Affleck.


[Versión LEGO en http://cinemaadhoc.info/2014/02/criticas-la-lego-pelicula/]
Maldito Bastardo
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7
24 de enero de 2014
45 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si consideramos el primer volumen como un fálico tren en el que el ‘enfant terrible’ del cine europeo pasó por todas esas paradas (y vulgares-comunes habituales del cine porno) para desmitificar y, al mismo tiempo, embellecer la vida de su ninfómana protagonista, ahora llegamos a un oscuro túnel antes de la última estación. “Nymphomaniac. Volumen 2” es mucho más lóbrega, cruel, psicóloga, dolorosa y con menos (inclusive) escenas de sexo explícito. A la espera de comprobar el resultado al completo y sin censura, la mutilación a conciencia para la distribución internacional de “Nymphomaniac” nos deja también un sorprendente díptico en el que el director danés revela sus intenciones sin engañar a nadie desde su póster, como en las desgastadas portadas de una cinta X de videoclub. El porno fue utilizado como herramienta provocativa (y comercial) y gancho enmarcado en un ejercicio de pesca en su primera entrega y, ahora con la segunda, toca sufrir. ¿Si usted odió “Nymphomaniac. Volumen 1”, qué hace aquí?, parece decirle Von Trier a sus haters mientras prepara su fusta de diseño y ornamental antes de arrearles en su desnudo pompis con otra nueva ración de su cine.

Al igual que plasmó en la imprescindible “Riget” respecto al cine de terror, el director se replantea la comedia negra como solución a los clichés que delimitan los géneros, de trazar una solución sexual como mero recurso dentro de un drama que debate los mecanismos que utiliza la pornografía y sus articulaciones de narración: gratuitas, desiguales, caóticas. Si nos quedamos en ese anticlímax, vacío existencial, absoluta soledad y también el infierno (y pérdida del placer dentro del relato interno) de nuestra antiheroína, continuamos con su ‘folletín’ y relato cuestionado por un cultivado (y más sabio) espectador. El juego de roles de Joe y Seligman prosigue y la reconstrucción a lo Keyser Söze es desmitificada y cuestionada por un anti-narrador. Nada nuevo, aunque “Nymphomaniac. Volumen 2” sigue dejando ese choque entre la coherencia y el caos con sus manifiestas interiorizaciones buñuelianas donde nada realmente encaja. La actual Joe (Charlotte Gainsbourg) es idealizada en las figuras antagónicas de Ananya Berg o Stacy Martin, así como su padre permanece inmortal (y joven) dentro del cuerpo de Christian Slater o Michael Pas desmitifica a Shia LaBeouf, por ejemplo. Gainsbourg demacra su personaje y los rasgos provectos de Willem Dafoe o Udo Kier junto con sketches fálicos sirven a ese plantemiento de anticine del director danés para que la razón y la locura choquen como si fueran dos grandes y mastodónticos trenes (con órganos sexuales).

Este segundo volumen (y conclusión) es más turbio y sucio, más amoral y oscuro. Dejamos la pesca o la polifonía y nos centremos en el nudo Prusik, Poe, Freud e incluso Ian Fleming junto a ‘El Decamerón’ y ‘Las mil y una noches’ para arremeter con un debate controvertido sobre los pedófilos pasivos o la hipocresía reinante en la sociedad y democracia. El filtro del relato lo ejercerán lo profano y blasfemo y el discurso psicológico y la perspectiva maternal desempeñarán una manipulación y abstracción mucho más cruel dentro de ese mosaico de referencias culturales. La asexualidad es la cura de la sobredosis de sexo pero, ¿podemos llegar a serlo? ¿Es posible llegar a convertirse en ese solitario e inclinado árbol sobre una colina perdida e inaccesible?

El chiste queda como epílogo de la novelesca recitación y enmarca la moraleja de una coherente, agónica, mutilada y brutal obra: los seres humanos estamos atrapados dentro de nuestra propia sexualidad, dentro de nuestra propia mentira y máscara que disfrazados de raciocinio frente a la sociedad. Los dos volúmenes de “Nymphomaniac” realmente conjugan una gran burla que admite cuantiosas lecturas: todo es mentira y todo es real dentro de un gran espectro en el que el director de “Dogville” teatraliza y reinterpreta las cintas Gerard Damiano (“Memories Within Miss Aggie”, “Garganta Profunda”) para someterlas a su juego cinematográfico y a esa interrogación intelectual en su pornográfica visión de un drama existencial sobre la soledad, la vida y la muerte. ¿Es un troll cinematográfico Von Trier o un absoluto y controvertido genio? El tiempo dirá si ese árbol inclinado sobre una enigmática y solitaria cumbre se cae o prevalece a todos nosotros, series expectantes de una lubricidad superficial (y máscara) fílmica que esconde profundas y potentes reflexiones. Porque la incuestionable verdad es que nadie toma en serio al danés hasta que le volvemos a tomar en serio. He ahí su sádico truco y vuelta de tuerca: conseguir hacer que un supuesto chiste se deforme, como el sexo, en una tan oscura y profana como luminosa y mística revelación.
Maldito Bastardo
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8
17 de enero de 2014
162 de 202 usuarios han encontrado esta crítica útil
El dinero es la mayor de las religiones de la era moderna pero pocas películas habían entablado el correcto diálogo entre la fe y la codicia, entre el sistema capitalista y la creencia en el poder de la riqueza. Martin Scorsese y Terence Winter se han vuelto a aliar para narrar la vida, obra y milagros de Jordan Belfort y “El lobo de Wall Street” podría dirigirnos directamente al Henry Hill de “Uno de los nuestros”, por ser una revisión estructural ambientada en Wall Street con otro tipo de tiburones que no necesitan una pistola sino cocaína para marcar más rápido los números de teléfono como afiladas balas. El nuevo crimen organizado parte de ese recital y discurso aleccionador del gurú que interpreta Matthew McConaughey, que servirá a Belfort de glorificada inspiración. Sobreviviendo que a la crisis bursátil del 87 y el nefasto ‘Lunes Negro’ se reinventó reclutando a vendedores de marihuana que actuarían como su Apóstoles, construyendo su propio imperio entre pensamientos, voces en off y siendo el dinero tratado como la fe de una nueva religión.

No existe nada gratuito en ese carrusel de citas y excesos donde la pantalla se hace transparente y la obscenidad toma el control desde su propia perspectiva. Tenemos delante a un personaje real que nos vende su propia versión de los hechos, una intersección más socarrona de Eric Packer y Patrick Bateman bajo el prisma de un libreto en el que Winter se encarga de evidenciar convirtiéndonos en cómplices de insaciable apetito de cocaína, sexo y dinero, la santísima trinidad y carne de Wall Street. Scorsese se empapa de la banalidad que rodea la obra y milagros de su antihéroe, se contamina con la misma droga y alcohol que consume, se sumerge en la lascivia de la avaricia y se impregna del olor a sexo. El exceso se convierte en película y la película en exceso, nos secuestran en largas secuencias que se alejan y se aproximan a la comedia de situación y la screwball y nos atan a ese tiovivo de hedonismo en la comedia más políticamente incorrecta, por coherencia y honestidad, que se ha engendrado en el Siglo XXI.

No todo es un caudal y recital de impudicia porque, al igual que sucedía en la ficción (“Glengarry Glen Ross”, “Wall Street”, “Margin Call”) o la realidad (“Enron, los tipos que estafaron a América”, “Inside Job”), habita un discurso crítico sobre esos tiburones sin escrúpulos que marcaron y gangrenaron el sistema. El sueño americano está al alcance de cualquiera (que no tenga moral) y Scorsese delimita el dinero y el compulsivo e inabarcable apetito de riqueza como una adicción mayor que la droga (y el exceso) que lo rodea. Belfort forma desde su púlpito una iglesia y legión de sectarios en ese universo de mentiras donde las acciones son polvo de hadas, un útil ‘fugazi’ con el que seducir a cualquier ser humano que desea hacerse rico. Y como en todo culto, habita el pecado. El de Belfort fue su coherencia sobre esa religión (fugazi y fraude) que él mismo predicaba y no inclinarse y redimirse a ese sistema permisivo con el engaño al precio de una millonaria comisión. Sabemos que ese depravado Robin Hood capitalista, rebelde y tremendista será domesticado y el criminal tratará de redimirse y dejar de ejercer de ese rol de villano de una de James Bond que se ha labrado. La comedia se torna en drama (que no tragedia) y el humor y la mueca se deforman lentamente. El sexo (y su carnalidad) ya no es erótico ni divertido, es incómodo y doloroso. Sabemos que el chiste no tendrá gracia, que el director de “Toro salvaje” soltará una terrible bofetada en su arrogante protagonista y sobre la propia audiencia, dando fin a una farsa que, en realidad, fue tan real como excesiva y espeluznante.

Al final la transparencia se impone en el discurso, como si el propio protagonista nos hubiera vendido su historia engendrada desde la codicia, una brutal y amoral simetría y una tal vez invisible redención. Una historia y cuento reproducido desde ese bolígrafo que ahora mismo nos cede para que se lo tratemos de vender como una parte de ese insignificante mundo en el que todo está en venta y en el que somos el trabajador del McDonalds, parte del (d)olor del sufrido y recto funcionario que tendrá que volver con sus bolsas escrotales sudadas en un deprimente metro dentro de un traje re(-re-y-re-)utilizado días atrás o aquellos seres cuya vida es una simple y anodina cerveza sin alcohol. Queramos o no, somos parte del público… Únete a la manada o espera ser devorado por los lobos, pues.
Maldito Bastardo
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6
11 de enero de 2014
70 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allá por finales de 2012, cuando se empezaron a conocer los primeros detalles (y filtraciones fotográficas) de “Dallas Buyers Club”, el proyecto de Jean-Marc Vallée cobró una inusitada atención por las mutaciones Matthew Mcconaughey y Jared Leto. Después, teníamos constancia de su argumento —un biopic de Ron Woodroof: drogadicto, heterosexual y homófobo al que en 1986 se le diagnosticó SIDA y le dieron treinta días de vida— y nos preguntábamos el potencial que un director tan personal podría sacar en su primer largometraje netamente norteamericano. Una vez vista la película aparecen muchas preguntas sobre las posibilidades de una propuesta y sus decisiones dramáticas, argumentales y visuales. El libreto de Craig Borten y Melisa Wallack nos desvela que el director de “C.R.A.Z.Y.” da la impresión de que no ha podido hincar el diente a una oscilación entre un proyecto de encargo y una cinta más ajustada al Gus Van Sant de “Tierra prometida” y, sobre todo, “Mi nombre es Harvey Milk”.

Si alguien busca información sobre alguna posible conexión encuentra una entrevista y fotografías del director de “Paranoid Park” a Jared Leto, uno de los actores favoritos para conseguir el Oscar al mejor actor de reparto, en vmagazine. Y realmente la cinta de Jean-Marc Vallée, en una parcela determinada, parece ser un proyecto furtivo de Van Sant… porque su mayor debilidad es que no concreta el tipo de película que quiere ser, como si quisiera agradar a varios posibles frentes sin perfilar una forma definida. Habita un arco argumental que abre y cierra la película de ese diario (y contabilidad manifiesta) de los días a los que Ron Woodfroof tiene que ajustar su nueva cuenta atrás al darle los médicos apenas un mes de vida. Disponemos también de esa evolución de un homófobo que acaba convertido en uno de los estandartes de la lucha contra el virus del SIDA y precisamente su batalla contra la Administración de Alimentos y Medicamentos y los intereses de las farmacéuticas norteamericanas da la impresión de dejar un poso de filme tanto de denuncia como de exaltación de un héroe involuntario y atípico. Incluso podríamos tener cierta tensión sexual (y triangulo imposible) entre los personajes de McConaughey, Leto y Ganer como otra pieza dramática. En realidad, no hay demasiado atisbo autoral en la recreación de un libreto (tal vez impuesto y de encargo) por parte de Jean-Marc Vallée, aunque el director explota hábilmente ese sonido que marca la cercanía de la sentencia del muerte del protagonista o consigue una secuencia que conjuga la belleza que habita en la muerte en una sala de una clínica repleta de maravillosas luminosas y resplandecientes.

Tampoco podemos escarbar mucho más en esas capas narrativas un tanto desequilibradas que evitan sacar otros satélites colindantes en la vida real de Ron Woodfroof como una hija y una hermana. A los guionistas les interesa tratar demasiadas cosas en vez de focalizarse en una vertiente netamente dramática y centrarse únicamente en sus personajes. Les interesa la épica y la contra-crónica en esa lucha frente a médicos, empresas farmacéuticas y el propio gobierno por buscar unas vías de tratamiento alternativo y no tóxico para prolongar su vida. La moraleja es que Woodfroof consiguió siete años de vida adicional cuando le habían sentenciado a uno mes y realmente, al final de todo, el discurso se reduce a que el personaje se suba a ese (toro de) rodeo que es la vida y no se baje del mismo. No obstante, “Dallas Buyers Club” interesa; no sólo por las interpretaciones de McConaughey y Leto sino por aportar otro punto de vista inédito bajo un foco dramático menos moralista de lo que se podía pensar a un tema del que creíamos que estaba todo dicho.
Maldito Bastardo
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