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La espera

Drama Anna (Juliette Binoche) es una mujer francesa que pasa sus días en soledad en su vieja villa de Sicilia. Inesperadamente llega Jeanne (Lou de Laâge), la novia de su hijo Giuseppe, invitada por él a pasar las vacaciones de Pascua. Anna no conoce a Jeanne, y Giuseppe no está. Mientras las dos mujeres esperan la llegada de Giuseppe, y pese a los secretos que ambas se ocultan, empiezan a abrirse la una a la otra. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
10 de enero de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película te deja una tristeza inmensa, pero la satisfacción de haber visto una actuación maravillosa de Juliette Binoche. El tema es triste, una historia a veces lenta y lúgubre pero con una belleza de paisajes, unos tiempos, unos silencios y un dolor siempre sobrevolando por toda esa inmensa casa. Pocas actrices en el mundo pueden hacer un papel tan perfecto como Juliette, es un placer infinito deleitarse con sus actuaciones. Esa madre angustiada y partida al medio por la muerte de su hijo, es una creación a su medida, esas miradas, diálogos y silencios con Lou de Laâge, otra actríz que borda el papel y con un futuro inmenso, son impagables.
No es una peli perfecta tiene sus fallos, quizás algo lenta, pero en general es una peli que te deja marca, te crees ese dolor, esa angustia, también te preguntas el por qué de no decir la verdad a su nuera cuando recién llega.
Con un buen guión, con una atmósfera que te hace vivir esa angustia y con el talento de Juliette Binoche y la expresividad de Lou de Laâge, me quedo totalmente satisfecha..
Carolina
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17 de septiembre de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película contemplativa, de honduras insondables, de observaciones minuciosas y detenidas. Imágenes y silencios. Hermosura por todas partes.
Es el rastreo de una sensación, un campo gravitatorio o semántico alrededor de un profundo dolor, de una pena honda y vacía, de un desconcierto y un estupor. Y en esa búsqueda y exposición, en la muestra de un sentimiento vago pero poderoso es donde luce con más fuerza esta bella película, cuando se estira y adensa hacia lo abstracto, cuando las puras visiones se adentran en lo oscuro, en esa parte nuestra que no tiene nombre y que nos devora a la vez que nos hace instante e infinito, pura carne viva.
Bueno..., bajo a la tierra para decir que se logra un difícil equilibrio, el de aunar en una misma mirada la explicación abismal de una pérdida con el recorrido de una visita y el descubrimiento tardío, retardado, moroso, de una triste verdad. No en todo momento, pero sí en buena medida. Su posible inverosimilitud queda arrumbada por una fuerza visual puramente sensorial, e incluso sentimental, que la desborda y salva. Quizás su mayor debilidad resida en cierto tono que de tan perfecto, relamido y vaporoso, y etéreo, pueda traer reminiscencias de cierta publicidad al por mayor. Podría ser. Yo creo que no, que se vence esa mala tentación, no se escucha el canto de esa pérfida sirena, con la ayuda de la, como casi siempre, inmensa Juliette, de la bonita y afinada Lou y del muy buen quehacer del director. De ese modo se mantiene un pulso vigoroso en su apuesta por la delicadeza y la sugerencia.
Diría: un artificio bien armado y resuelto que elude la tibieza o la flojedad con buenas dosis de inteligencia y armonía.
Venció el bien (del cine).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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1 de septiembre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retrasar lo inevitable para no enfrentarse a un terrible hecho; un tema cercano abordado de un modo ciertamente frío donde la puesta en escena y la plasticidad visual priman muchas veces por encima de los sentimientos de sus personajes.

Aún así es inevitable que la dramática historia que se nos presenta remueva algo en nuestro interior, gracias al talento y la proximidad de sus dos actrices protagonistas que plasman a la perfección el enfrentamiento entre la inocencia y la madurez. Ciertos planos inertes innecesariamente alargados o algunos comportamientos nos pueden sacar de una película que puede aburrir a unos y maravillar a muchos otros.

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Cine de Patio
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18 de febrero de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La influencia de Sorrentino en la composición formal es más que evidente. No en vano Messina fue su ayudante de dirección en "La gran belleza". Messina apunta o mejor dicho confirma más que maneras en este su debut sobre una historia basada en un hecho real ligado mediante la inspiración de dos piezas de Pirandello. El resultado es notable si le añadimos la excelentes interpretación de La Binoche (como siempre) y el futuro cinematográfico, ya casi presente que atesora Lou de Laage, que no desmerece ante la maestra. Lou de momento es una de las actrices mejor pagadas del mundo.
El caso es que la cinta sin acabar de cuajar como debiera bebe del mejor cine silente en su primera parte, aquel que busca la esencia de la imagen depurandola para transmitir emociones y sensaciones sin necesidad de la palabra. A posteriori el tono teatral se va apoderando del drama de una madre que niega la desaparición de su hijo utilizando la presencia de su novia para mantenerlo vivo en una espera imposible, donde el existencialismo acaba imponiendo su ley vital.
ELZIETE
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12 de noviembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A algunos dicha espera se les hará eterna y a otros les parecerá una auténtica delicia, yo me hallo en el segundo grupo, por supuesto. Piero Messina huye de lo comercial y de los tiempos establecidos, especialmente en este apremiante siglo, por eso no creo que ninguno de mis amigos soportase el ritmo flemático que imprime en esta obra. Incluso debo reconocer que temí, durante sus primeros minutos, haberme metido en un charco pringoso.

No es que después la película coja brío, pero simplemente me fundí en mi sofá, me abandoné por completo y accedí a ese hogar habitado por dos mujeres, a las que llegué a querer en poco tiempo, con un grave problema y dos modos distintos de sobrellevarlo, una de ellas por pura inconsciencia. Ahí está la gracia de este triste encuentro entre una nuera y una suegra que esperan el regreso del fantasma que no vemos, pero que está presente. La película, además, se atreve a jugar y logra que, en algún momento, llegase a dudar si todo lo que había supuesto no era tal.

Tampoco es lo primordial, ya que "La espera" no es un thriller psicológico, pero suma intriga a esta radiografía del dolor más profundo, el peor que nos podamos imaginar, y que se intensifica al colisionar, una y otra vez, con la belleza de la vida. Parece increíble y será injusto, pero hasta en los peores momentos te topas con las pequeñas cosas que hacen interesante este viaje, como por ejemplo, conocer a la novia de tu hijo y descubrir en ella a una gran tipa, y viceversa, disfrutar de unos días de descanso en un casoplón aislado o hablar con desconocidos, cenar con ellos y bailar. Pese a todo.

A nivel personal, confieso que me fascinan las películas pausadas, calladas y que te piden paciencia -siempre que tengan algo que contar, claro- protagonizadas por actores que no hablan demasiado pero miran mucho, enmarcadas en paisajes sugerentes, situadas en lugares aislados y acaecidas en períodos ociosos, tales como el verano o, en este caso, Semana Santa. Todo ello te indica que "La espera" es europea hasta la médula, y también por ello me sentí identificado, abrumado por esa mediterraneidad dramática y golpeado por esa Italia de "La rosa tatuada", de viudas enlutadas y de casas encoladas.

Juliette Binoche es parte fundamental de su éxito. Está fantástica, deslumbrante, sin necesidad de abrir la boca para que lo sepamos todo de ella y, al mismo tiempo, nos desconcierte con algunas de sus actitudes, sin saber muy bien si lo hace por una cosa o por la otra. En frente, una desconocida, al menos para mí, Lou de Laage irradiando inocencia, naturalidad y encanto. La fugaz aparición de los dos jóvenes del lago, encarnados por Domenico Diele y Antonio Folletto, aportan aire fresco a semejante dramón. Con ellos, el director vuelve a poner el negro sobre el blanco, la vitalidad de unos frente al dolor de otros, el como un momento concreto puede ser deslumbrante para uno pero, ese mismo instante, para el otro puede ser la tragedia más insoportable. Pero la vida sigue.

Y si a todo esto le sumas una escena al son de Leonard Cohen, ya es para morirse.
Jaime Flores
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