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Asesinato en el Expreso de Oriente

Intriga. Drama Durante un viaje en el legendario tren Orient Express, el detective belga Hercules Poirot investiga un asesinato cometido en el trayecto, y a resultas del cual todos los pasajeros del tren son sospechosos del mismo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 155
Críticas ordenadas por utilidad
26 de noviembre de 2017
104 de 149 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Remake innecesario. Con adornos pueriles, decisiones fallidas e interpretaciones insípidas.
-No hay nada en la propuesta que invite a subirse a bordo si ya se conoce la historia.

No sé ustedes, pero un servidor echa mucho de menos al Kenneth Branagh previo a los proyectos de encargo, a aquel extraordinario adaptador de Shakespeare. En cuanto tuve noticias de su nueva propuesta, un remake de la fallida pero interesante adaptación que Sidney Lumet hizo de la novela homónima de Agatha Christie, ya dilucidé que sería otra película anodina del cineasta. Una conclusión para la que no se hacía necesario ser el mismísimo Poirot. No obstante, para calmar mi conciencia por el cinismo de mis prejuicios, he decidido viajar en el expreso de Branagh. Una excursión con guion de Michael Green (“Blade Runner 2049”) y en la que Branagh también se coloca delante de las cámaras para encarnar al propio Poirot, que gana mucho protagonismo en esta versión, abandonando el aspecto coral de la historia. El reparto lo completan -entre otros-: Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Derek Jacobi, Daisy Ridley, Josh Gad y Penélope Cruz. Ahora toca subirse de nuevo al Orient Express. Los que sean primerizos pásenlo bien, los experimentados disfruten del leve traqueteo de las vías y que les ayude a conciliar el sueño, el tren -lamentablemente- no va a descarrilar.
Todo comienza con una introducción destinada a presentarnos al detective Poirot y su necesidad de equilibrio. Branagh está extrañamente carismático en el papel, y aunque presenta algunos rasgos característicos del personaje es difícil reconocer al detective de Christie; aquí histriónico y tediosamente nostálgico. Un poco como el Branagh director, que desde un principio deja claras sus intenciones de centrarse más en el personaje y su evolución (lógico siendo la primera de una serie de películas sobre Poirot) así como el conflicto moral del desenlace, que Lumet desaprovechó. El problema principal es que a esa evolución se le ven las costuras incluso si no sabes nada de la historia. No obstante, aún queda el otro elemento de interés, el misterio. Una vez en el tren, tras la torpe presentación de los pasajeros, comienza un viaje que invita al tedio a cualquiera que sepa como se desarrollan los acontecimientos; pues Branagh desecha cualquier cambio atractivo mientras se topa con los mismos obstáculos que Lumet e incluso los acentúa. Me refiero a la falta de tensión y a las actuaciones sin carisma, problemas a los que ahora se añaden un par de escenas de acción metidas con calzador, los subrayado, la caricatura de los personajes y el contradictorio empleo del CGI para la creación de sus impresionantes paisajes exteriores, en 65mm.
Se entiende que Branagh, demasiado nostálgico para salirse del esquema marcado, prefiere que su versión destaque por sus exteriores montañosos con nubes anaranjadas, los constantes travellings y esos impecables planos cenitales. Un aburrido contraste frente a aquella encerrona de Lumet, en la que los exteriores nevados apenas se apreciaban a través de las ventanas, dejando que lo interesante ocurriera en el interior. La comparación desastrosa proviene del elenco de estrellas. En la de Lumet había falta de carisma individual (con excepciones) en pos de una excelente coralidad, aquí simplemente hay un fracaso total. Michelle Pfeifer es la única que destaca, gracias a una escena en el tercio final, mientras el resto se debate entre la caricatura (Depp), la insustancialidad (Dafoe) y el esperpento (Cruz). En la conclusión Branagh amenaza con triunfar, reduciendo el impacto del descubrimiento (que deja mucho que desear) para intensificar como le afecta a Poirot. Sin embargo donde a Lumet le faltó a Branagh le sobra, y cae en la teatralidad y el exceso donde la delicadeza, que no la escasez, hubiera ido mejor. El recorrido final de Poirot a través del Orient Express, filmado en una larga toma con steadicam (la más larga de la historia en 65mm), llega más hondo que toda la verborrea previa.
Después de 40 años desde que Lumet adaptara la magnífica novela de Christie, Branagh presenta su versión. Una película que gustará a cualquier desconocedor de las historias de Poirot, pero que no tiene nada que ofrecer a los que ya conozcan la última parada del viaje. Al cineasta le queda la ventaja de haber logrado un desenlace más acertado que el de Lumet, pero algunos seguimos esperando que Branagh lleve “Macbeth” al cine.
ALESNAKE
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4 de noviembre de 2017
88 de 121 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un reparto absolutamente sublime, "Murder on the Orient Express" es una buena adaptación, fiel a la icónica novela de Agatha Christie.
12 extraños en un tren, víctimas del pasado y un violento asesinato casi imposible de resolver. ¿Cuál es la relación?
El relato de Christie sutilmente nos pregunta sobre si conocemos a otras personas, a nosotros mismos y pone en duda nuestra noción de justicia.
Tenía muchas ganas de verla y no me ha decepcionado, pero es cierto que hay muchos (casi demasiados) personajes. Aunque creo que no se debe achacar esto enteramente a un fallo de la película, sino al material original. Agatha Christie, maestra del suspense, hace en literatura cosas que quizás sean más difíciles (o incluso prácticamente imposibles) de capturar en una pantalla.
Gracias a inteligentes movimientos de cámara y recursos visuales, esta adaptación casi teatral demuestra que Branagh, conocido principalmente por sus adaptaciones de Shakespeare, ha mejorado con el paso de los años como actor y director, si bien hay patentes elementos aquí que se han mantenido constantes a lo largo de su filmografía, desde 'Hamlet' hasta la actualidad. La película combina planos interesantes e inusuales con una interpretación memorable de Monsieur Poirot casi a la altura de Peter Ustinov y Albert Finney. La encarnación del detective sobresale gracias al perfecto acento francófono que pone Branagh (que probablemente se pierda, por desgracia, con el doblaje en castellano), su inteligencia, una pizca de humor que hace al personaje entrañable y escenas que añaden capas de profundidad al detective así como una curiosa evolución psicológica cuando su sistema de creencias y paradigmas racionales se ve puesto en duda.
Por supuesto todos los actores hacen unas buenas interpretaciones: Johnny Depp representa a un cruel señor Ratchet de manera convincente, Michelle Pfeiffer es una fría y seductora viuda, el gran Derek Jacobi es un mayordomo, Judi Dench es la princesa...
Con todo esto no quiero decir que la película sea perfecta. Algunas decisiones creativas son cuestionables; no todos los potenciales motivos homicidas de los personajes llegan a desarrollarse del todo; y hay algunas escenas en concreto que no funcionan tan bien como deberían, pero en general es un tren que no descarrila. Resulta una experiencia entretenida. El mayor problema de la película es cuando ya sabes quién es el asesino, bien porque te has leído el libro o porque has visto la película de 1974, pero aún así, la versión de Branagh logra engancharte y hasta acelerar el ritmo de tu corazón en el momento del clímax.
En fin, aunque algunos aspectos podrían estar mejor llevados a cabo, la película en general cumple con su función de forma correcta. Ojalá sea un éxito porque me encantaría disfrutar de otro remake de una novela de Agatha Christie en el futuro.

Nota: 6.6 / 10
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
FMPeriset
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26 de noviembre de 2017
79 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
El siempre mediocre Kenneth Branagh vuelve a jugar al gato por liebre y nos ofrece ahora esta famosa historia envuelta en el rasé de un elenco de estrellas del cine en unos caracteres huecos y absolutamente residuales.
Para quienes conozcan la novela de Agatha Christie o la afortunada versión cinematográfica que hizo Sidney Lumet, esta de ahora les parecerá tan innecesaria como plomiza. Quienes no conozcan nada de la historia se echarán igualmente intermitentes microsiestas. Tras una anodina presentación del detective protagonista y una atropellada e incomprensible presentación del resto de personajes, nos adentramos en un viaje en tren que, en todos los sentidos, no lleva a ninguna parte. Planos generales de indudable belleza aparte, la cámara se recrea con demasiada frecuencia en el rostro de don "Narciso" Branagh. No hay ni el más mínimo atisbo de suspense, ni un ápice de tensión, todo transcurre con la monotonía del traqueteo de un tren, que encima está parado. Alguien podrá encontrar, tal vez, un par de buenos momentos; pero, como dice un refrán, hasta los relojes parados dan la hora correcta al menos dos veces al día.
Consejo para los que nada sepan acerca de esta famosa novela (los más jóvenes, supongo) y aún no hayan ido al cine a verla: acudan al libro de Agatha Christie o, mejor aún, busquen la manera de visionar la versión de Lumet de 1974. Saldrán ganando; lo juro.
amdg
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5 de diciembre de 2017
40 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio, iba a titular esta crítica "Te bajaste las bragas, Kenneth Branagh", siguiendo la casposa tradición de obras maestras literarias como "La cagaste, Burt Lancaster" o "Eres la leche, Don Ameche". Después, pensé que no debía atormentar de esta forma a mis sufridos lector@s y me decanté por algo más normal.
Quería expresar con ello la profunda decepción que supuso para mí el quiebro de Branagh cuando, promovido a nuevo Laurence Oliver y apóstol de Shakespeare, tras filmar el Hamlet más grande jamás llevado a la pantalla, se cruzó en su camino el remake de La huella y todo se frustró. Convirtió en basura una obra maestra del cine y se zambulló ya definitivamente en el cenagal del blockbuster con Thor, rodó un Jack Ryan, y ahora amenaza con una serie de Poirot. Ya lo decía Joe E. Brown: nadie es perfecto.
Asesinato en el Orient Express 2017 no es tan calamitosa como presagiábamos. Es una obra de tintes clásicos, rodada con soltura, que sirve para acotar una serie de conclusiones urgentes. 1) Tía Agatha es inmortal. Si el chiflado del pelo imposible y el gordinflón coreano no lo impiden, nuestra vieja dama oh-so-british tiene cuerda para siglos, del mismo modo que Conan Doyle y su inmortal Sherlock. They are here to stay forever and ever. 2) Kenneth Branagh no es Poirot, ni de lejos, como no lo fueron Albert Finney ni, muchísimo menos, Peter Ustinov. Sólo hay un Poirot, y ése es David Suchet, el protagonista de la excelente serie que se prolongó desde 1989 hasta 2013. Si Drácula es Christopher Lee, si Sherlock Holmes es Basil Rathbone, si James Bond es Sean Connery, con permiso de Daniel Craig, Poirot es Suchet. No me canso de verla, hacedme caso. Branagh recuerda más a un coronel inglés retirado, bastón incluido, que al inmortal sabueso belga. 3) Siendo Asesinato en el Orient Express una de las obras cumbres de tía Agatha, no se le acaba de sacar punta en el cine. No nos engañemos, la película de Lumet era apañdita y punto, como lo es la actual versión. ¿Dónde está la mejor traslación de esta novela tramposa pero fascinante? Id a la serie de Suchet y lo sabréis. Sin tantas alharacas, sin tanta estrella impostada, sin tantos efectos especiales, con una declaración final de Poirot importante y diferente de las películas citadas.
En la nueva versión, el desfile de rostros conocidos es abundante pero irregular. La de Sídney Lumet le gana por goleada. Ya hemos hablado de Branagh. Francamente, ese bigote es un insulto para los amantes del personaje. Sale Johnny Depp, poco, afortunadamente, porque es el asesinado (no es spoiler, sucede pronto y se ve venir desde que asoma a la pantalla), y no se encuentra en su mejor estado. Judi Dench hace de Judi Dench, muy altiva ella. Perrélope Cruz está incluso fea, y anda bastante despistada, al igual que Willem Dafoe, en una prestación penosa. Michelle Pfeiffer, a la que siempre adoraremos, pasea por los vagones su belleza otoñal y lánguida. Y el entrañable Derek Jacobi obtiene también su cuota de pantalla.
¿Qué nos queda? Majestuosos travellings, algunos totalmente absurdos, bellos paisajes nevados, una hermosa banda de Patrick Doyle que en ningún momento recuerda a la de Richard Rodney Bennett, y la amenaza evidente de que Muerte en el Nilo será la próxima de la serie.
Para acabar, no os perdáis el cuadro de la Última Cena en la escena final. Es que un autor siempre es un autor...
Eduardo
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24 de noviembre de 2017
53 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen algunas películas que pretenden apabullar a sus espectadores a través de una sobredosis de estrellas de cine en sus repartos. Dichos elencos se diseñan como una concatenación de celebridades (por regla general, grandes actores que encaran ya la etapa final de sus carreras profesionales o que, en su caso, tratan de frenar un declive demasiado prematuro). Pero lo cierto es que semejante concentración de intérpretes suele influir negativamente en el resultado final de las obras, tanto por el riesgo de terminar sobreactuando en papeles forzados como por embelesar al público con su mera presencia en cartel, prescindiendo de otras virtudes. Eso sí, el despliegue técnico y visual es considerable; las imágenes, llamativas; los juegos y movimientos de cámara, muy marcados; y la fotografía, estimulante. Un conjunto, sin duda, sugerente. Lástima que ese espectacular envoltorio esconda, en realidad, un vacío de contenido. La última versión de “Asesinato en el Orient Express” es, a mi juicio, buena prueba de ello. Destila un tufillo a viejas glorias que ansían despedirse a lo grande y, sobre todo, a galanes y comediantes deseosos de redirigir un rumbo, a menudo, errático, desde un suntuoso y colorido escaparate capaz de atraer a un auditorio al que, a ratos, logra engatusar.
Las expectativas durante los primeros minutos de proyección resultan tan elevadas, habida cuenta la reunión de talentos y la vistosidad de fotogramas, que es fácil dejarse llevar por el espectáculo. El ritmo narrativo es correcto y la presentación, adornada con acierto, por lo que la primera parte del metraje puede calificarse de agradable. Sin embargo, a medida que el tiempo va transcurriendo, las expectativas decaen, el ritmo se estanca y se evidencia una cierta incapacidad para hilvanar la historia con garantías. Conviene recordar que se trata de un libro muy leído, llevado en varias ocasiones a la gran y a la pequeña pantallas. Por lo tanto, sería exigible una mínima aportación novedosa u original. De modo que, a la pregunta de qué innova esta propuesta de Kenneth Branagh respecto de sus antecesoras, la respuesta es sencilla: nada. Podrá presumir del renombre de su equipo artístico y de una mayor pulcritud técnica, fruto de los avances experimentados en este terreno, pero siempre se tratará de méritos ajenos al director. Desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, el largometraje es decepcionante y, en algunos giros del guion, llega a rozar el ridículo. Sus numerosos protagonistas no están bien compenetrados y determinadas escenas chirrían ante lo postizo de su planteamiento. Branagh se afana en que el proyecto no se venga abajo, como uno de esos malabaristas que lanza mazas al aire con la esperanza vana de que ninguna se le caiga, hasta que varias de ellas terminan por los suelos.
El Orient Express, legendario tren que atraviesa el Viejo Continente, se ve detenido a causa de una tormenta de nieve. Durante esa accidentada noche se produce un misterioso asesinato en su interior. El detective Hércules Poirot será el encargado de resolver un crimen del que todos los pasajeros resultarán sospechosos.
Llevo décadas sin reconocer al Kenneth Branagh que deslumbró mundialmente con “Enrique V” o “Los amigos de Peter”. El cambio de milenio le provocó una inexplicable transformación que evaporó su genialidad como cineasta y su inventiva como artista, dando paso a un realizador que, al servicio de las grandes productoras, se dedicaba a revisar clásicos intocables (como “La huella”), a rodar versiones innecesarias (“Cenicienta”) o a apostar por la vertiente menos interesante del género de acción (“Jack Ryan: Operación Sombra”, “Thor”). Con este “Asesinato en el Orient Express” insiste en recorrer unos caminos ya transitados, desgastados y que no conducen a ninguna parte.
En esta ocasión le acompañan Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp, Michelle Pfeiffer y Derek Jacobi, unos profesionales tan magníficos como desaprovechados. Especialmente preocupantes son los casos de Depp y Pfeiffer, otrora referentes de una generación, con grandes currículums y filmografías que atesoran inolvidables actuaciones, pero que arrastran una larga etapa fallando en la elección de sus papeles.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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