Ni héroe ni nacionalista… simplemente y chico de veinte y pocos años condenado a muerte por sus ideas. Esta es la base desde la que parte toda la película, el director muestra la imagen de un ser humano con todos sus defectos y virtudes. Nos muestra el dolor de una familia. Es un grito a la esperanza y en contra de la barbarie cotidiana.
Manuel Huerga cocina un plato complejo en donde caer en tópicos manidos, en ocasiones, es inevitable. Dibuja a la perfección una España convulsa, la dictadura franquista da sus últimos coletazos sangrientos y hace desfilar una serie de personajes sombríos, unos monstruos cotidianos (la figura del verdugo es sobrecogedora por su naturalidad). Quizás la figura del funcionario de prisiones sea poco creíble (floja la interpretación de Leonardo Sbaraglia). La película crece con forme va avanzando, desde la aparente superficialidad de la parte donde a modo de flashback relata su trayectoria como militante del MIL, contada desde la objetividad (necesaria) y sin perder de vista la dimensión humana del personaje (la razón de esta objetividad es la de evitar dar una visión de héroe anarquista o patriota catalán) hasta la perfecta elaboración de los momentos de Puig Antich en la cárcel, su relación con el entorno y la soledad del condenado a muerte en sus últimos momentos. Mención a parte la interpretación de Daniel Brühl, simplemente magnifica.
Salvador es una carga de profundidad contra el olvido, contra el revisionismo, contra “dictablandas”, contra una idea de España, pero sobre todo contra la pena de muerte.
Es una película necesaria.

Podría deshacerme en elogios, en grandilocuentes calificativos... pero me quedaría corto. Pocas películas son merecedoras del calificativo de obras maestra (quizás Ciudadano Kane, El Padrino, Casablanca o la grandiosa Centauros del desierto), ésta es una de ella. La obra absoluta sobre la auténtica esencia del Western. Una obra maestra del cine.

The running man, para mi sorpresa, no es más que un refrito de una película francesa ( Le prix du danger ) ,dirigida por Yves Boisset en 1983, y con menos glamour y efectos especiales. La película te mantiene pecado al sillón hasta el final y, cuando llega, te sorprende.
No siendo una obra maestra, la interpretación en algunos casos deja que desear, la trama argumental te mantiene tenso todo el tiempo.
Como siempre la falta de imaginación del cine americano empeora el producto final. The running man es un producto para el consumo donde la critica social, básica en la obra original, el cuento de Robert Sheckley (The price of peril, 1958) donde se anticipa a los reality televisivos modernos, goza por su ausencia, o cuando menos, se diluye entre los músculos de Arnold. Lo que tiene que ser una obra en contra de la violencia y el espectáculo de masas, se convierte en una apología de todo ese espectáculo dantesco.