Severin Fiala y Veronika Franz se juntan para dirigir Ich seh, Ich se, traducida al inglés como Goodnight mommy. La película puede sorprender a todos aquellos que no hayan visto los claros referentes que, por decirlo eufemísticamente, toman los directores. Sin embargo, a mi me ha parecido tan similar a The Other de Robert Mulligan que, lo que en el film debería ser sorpresa, se ha convertido en decepción.
Lo interesante del film es, entre otras cosas, el modo en el que trata el terror desde un punto de vista similar al de Haneke, en el que la violencia y el terror psicológico son llevados a cabo por unos personajes frívolos. Otro punto a favor es el papel que juega la localización, que acompaña a esa frialdad y deja latente la idea de superficialidad.
Además de la violencia explícita, llama la atención la evolución de los pequeños protagonistas que, sin dejar de ser niños, actúan en ocasiones como verdaderos psicópatas.

Lo que me hizo decidir finalmente qué posición iba a otorgar, al menos en mi mente, a la película, fue la utilización del no-diálogo. El hecho de poder explicar detalladamente tantas cosas a través de tan pocas palabras, siempre me es agradecido.

El hecho de cambiar de gustos a lo largo de los años es un fenómeno inevitable para todos los espectadores. Lo que antaño clasificábamos como innovador, ahora se queda atrasado. Lo que hace diez años veíamos como intrascendente, ahora se convierte en histórico. Pues bien: no hay regla que no tenga excepción, y en este caso es Charles Chaplin. Han pasado ya cien años desde su primer film, y a día de hoy sigue sacándonos sonrisas e incluso carcajadas con sus ya inconfundibles gestos, sus absurdas confusiones y su característico papel de embrollador.
En el caso de Charlot en el balneario, nos muestra cómo convierte un día que para cualquiera sería anodino, en una situación cómica. Cabe destacar, además, que a menudo le brinda al espectador una reflexión crítica tras el velo de las múltiples y alocadas escenas en las que siempre destaca algún elemento jocoso. Esta crítica, claramente política, se ve reflejada en las desigualdades sociales que el director se esfuerza en señalar : una sociedad de ricos sumergidos en las apariencias, que siempre necesita de otro eslabón más bajo para que cubra sus dudosas necesidades.

Hay gestos inconscientes que solo pueden surgir del aburrimiento: mirar la hora, mirar cuantos minutos de film han pasado y restarle los que todavía quedan. Esperar los títulos de crédito del final. Eso es lo que me pasó con esta película y me pareció ver que no era la única; pantallas de móvil alumbraban las caras de mis compañeros.
Habían momentos de conexión entre el film y yo. La incineración del cadáver, un tema tan serio tratado con esa comicidad y falta de humanidad me gustó y me hizo reír. También me hicieron reír los efectos especiales característicos por su cutrez, que acompañaban sin duda el género del film. El resto; guión, escenificación, arte y banda sonora de la película, me sobró.


Sin embargo, luego fui un poquito más allá. Miré entrevistas con el director y entendí que tiene una pasión diferente al resto, con una mentalidad fuera de lo común, un hombre original y complicado. El director me cayó en gracia y por eso luego, después de día y medio tras haber visto la película, me la replantee y entendí que no tengo demasiado a entender. Él crea, a partir de su universo mental, una película que va con sus ideas. Eso está bien, aunque tiene el riesgo de que no a todo el mundo guste, de hecho debe tener un público muy determinado y eso, entendiendo que no hace cine que espere gustar sino satisfacer su necesidad como cineasta, me apasiona.

No me gustó la película, pero me encantó la pasión con la que el director crea una idea y la lleva hasta el fin a pesar de no tener todo a su favor.

Olé su entrega y olé su manera de entender el cine. Olé su coraje. Olé los cineastas como él.

La flor de mi secreto

Con esta película y este director tengo contradicciones, la película me gustó pero al director lo detesté.
El film me pilló por sorpresa. Antes había visto un par de películas de Almodóvar que no se por qué no me acabaron de complacer. Con La flor de mi secreto entendí lo que era; la obviedad de sus personajes. Son personajes característicos, divertidos, curiosos, pero no dejan nada a la interpretación del espectador, eso sí, la actuación es brillante, se tiene que reconocer que la dirección es impoluta en ese sentido.
La película, tan española como es, refleja una sociedad de un modo muy realista, con unos personajes también realistas, aunque llevados a extremos. La flor de mi secreto respira autoría por todas partes, en todos los aspectos, y eso siempre es bueno; tener estilo y que además sea propio es el deseo de todo director.
¿Pero qué pasa cuando conoces al autor del film y no te cae bien? A mi me creó esa contradicción. Después de escucharle hablar pensé, “la película ha perdido un punto, a mi parecer, importante”. La constante intención de remarcar sus orígenes, tan humildes, y decir que la anonimidad es algo maravilloso cuando se trata de un director conocido mundialmente, me decepcionó, es más, me irritó. Con este director me pasa lo opuesto a Guillermo del Toro. Almodóvar intenta aparentar, y hacer creer a los espectadores algo que no es, en cambio, Del Toro es lo que es y a quien le guste bien, y a quien no, también, algo que encuentro necesario y como dije admirable en el cine.
Otro aspecto que me llamó la atención fue el hecho de responder a “¿por qué utilizas el rojo y el verde en tu película?” con un “¿Hay verde? No lo sabía.” Lo peor es que hay gente, supongo que ídolos incuestionables de Almodóvar, que le rieron las gracias. A mi me pareció triste, un director debe saber el por qué de TODO lo que hay en su película.
Si tengo que decir algo por lo que dije, “gracias señorísimo Almodóvar” fue: “Me alegro de que existan clases de dirección (falso) pero no creo que haya método para dirigir, cada cual elige su forma del modo más humano posible”.

Dejando de lado las sensaciones que me transmitió el director, he decidido quedarme con esa frase y con la sensación de haber visto una buena película española que, tras años de haberse hecho, sigue emocionando y haciendo reír al espectador.

A pesar de crear una protagonista un tanto odiosa, Rohmer plasma el sentimiento de soledad en cada frame de Rayo verde. Con la premisa de quedarse sin compañera de vacaciones, la protagonista empieza a sufrir golpes continuos causados por la soledad, estando a veces rodeada de gente que espiritualmente se encuentra muy lejos de su sentimiento, incapaces de empatizar con ella.
Con una clara apuesta por la improvisación, la atmósfera del film se caracteriza por una naturalidad presente en todos sus aspectos; conversaciones intrascendentes, acciones triviales y una evolución del personaje totalmente creíble por su cercanía a la vida real.
La película crea una necesidad en el espectador de saber qué hará la protagonista para no sucumbir finalmente a esa sensación de vacío, sabiendo con certeza que a pesar de estar en un sitio u otro el escenario no cambiará ese sentimiento.
A pesar de crear una obra que a mi parecer es bastante completa, existe una cuestión que hizo que me desencantara bruscamente: ¿Necesitamos la compañía de un hombre para no sentirnos solas? Con su final conclusivo, el guionista nos plantea la subordinación de uno mismo a otro ser para, de este modo, encontrar la felicidad, un hecho que considero bastante próximo al ideal romántico absurdo y denigrante, sobretodo para la mujer.