Hay gestos inconscientes que solo pueden surgir del aburrimiento: mirar la hora, mirar cuantos minutos de film han pasado y restarle los que todavía quedan. Esperar los títulos de crédito del final. Eso es lo que me pasó con esta película y me pareció ver que no era la única; pantallas de móvil alumbraban las caras de mis compañeros.
Habían momentos de conexión entre el film y yo. La incineración del cadáver, un tema tan serio tratado con esa comicidad y falta de humanidad me gustó y me hizo reír. También me hicieron reír los efectos especiales característicos por su cutrez, que acompañaban sin duda el género del film. El resto; guión, escenificación, arte y banda sonora de la película, me sobró.


Sin embargo, luego fui un poquito más allá. Miré entrevistas con el director y entendí que tiene una pasión diferente al resto, con una mentalidad fuera de lo común, un hombre original y complicado. El director me cayó en gracia y por eso luego, después de día y medio tras haber visto la película, me la replantee y entendí que no tengo demasiado a entender. Él crea, a partir de su universo mental, una película que va con sus ideas. Eso está bien, aunque tiene el riesgo de que no a todo el mundo guste, de hecho debe tener un público muy determinado y eso, entendiendo que no hace cine que espere gustar sino satisfacer su necesidad como cineasta, me apasiona.

No me gustó la película, pero me encantó la pasión con la que el director crea una idea y la lleva hasta el fin a pesar de no tener todo a su favor.

Olé su entrega y olé su manera de entender el cine. Olé su coraje. Olé los cineastas como él.