La práctica totalidad de la obra se apoya en la actuación estelar de la gran Bárbara Streisand, arropada por la solvente dirección de William Wyler y un tema musical central emblemático. Los números cantados y coreografías están muy logrados en algunos momentos. El resto de la trama argumental no es más que un mero vehículo para el lucimiento de los intérpretes. Hoy en día, este tipo de melodramas están ya muy trillados. Se echa de menos un poco más de animación musical, algo escasa en relación a la duración del film, y algún recorte en las excesivas canciones melódicas que rozan la cursilería.