Elegancia ascética. El rememorar del tiempo perdido. El paso de las civilizaciones. La huida de las generaciones. La vida que se escapa. El destino del hombre reducido a huesos, un osario de derrotas y fugas. Una tierra que lo devora todo, hasta ciudades enteras, gigantescos imperios. Una aldea que se despide para siempre.
Varios nativos, ya viejos y venerables, sabios y jocundos, que recuerdan glorias pasadas y comentan los últimos momentos o acontecimientos, las noticias de la actualidad con toda la ambigüedad.
Mercedes Álvarez dirige con tiento, gusto y poesía este documental que apunta muy alto, que toca el cielo y que también cae.
Asombra y encandila, impresiona y emociona con/en ciertas conversaciones e imágenes, con ese rapto de la vida cotidiana que trasciende hasta convertirse en, nada más y nada menos, que una elegía del hombre y el tiempo, de la eterna vuelta de la rueda de la vida, de la lucha titánica y callada entre lo efímero y lo perpetuo (nada finalmente).
Desfallece cuando suma personajes o vislumbres que no logran conectar con el meollo del asunto, que no son explicados ni relacionados suficientemente, que parecen pegotes o añadidos innecesarios. Ahí la obra tiende a cierta anarquía acumulativa, inconexa, superficial.
Se pretende una mirada que atrape al vuelo hondas sensaciones y reflexiones, como al descuido, y eso es bueno y está logrado; pero se corre el riesgo de juntar demasiados elementos nacientes y sin desarrollar, abortados casi antes de salir a la luz.
Diría que tiene muchos aciertos, pero le falta mayor coherencia y acabado. Una capa final que diera una última forma y sentido al conjunto. Aun así, es original, apreciable y valiosa.