Vodevil enloquecido que no tiene ningún sentido.
López Vázquez, Rey, Morales, Alexandre... y una señorita estupenda de acento sudamericano llamada... Mabel Karr.
La suma de disparates e incongruencias daría para llenar el muro de los lamentos, para reescribir la Historia desde el primer día. Como si hubieran jugado un partido de rugby con el guion basado en una obra teatral del ínclito Paso.
La nueva España que arremetía con fuerza, la del desarrollismo, la de los sesenta yeye, la de los horribles nuevos ricos y el deseo de los humildes por entrar a formar parte del gran mercado, a cualquier precio, a vida o muerte, de aprovechar las sobras del nuevo banquete. Hasta jefes de ventas que apuntaban horribles maneras trepas de los tiempos horrísonos que llegarían (Todo está en venta. Todo se vende. Nada se crea. Solo se transforma, compra o recrea) años más tarde.
Por debajo de esa luz horripilante las alfombras de los nuevos chalés estaban llenas de cadáveres, de un pasado reciente que se quería dejar atrás a golpe de comedia boyante y próspera, pija y mema.
Como si Doris Day y Rock Hudson se hubieran reencarnado en Rey/Karr o Lemmon/Matthau en Morales/Vázquez.
Como si Neil Simon fuera por una vez Alfonso Paso.
"El apartamento" de Wilder no tan lejos. Con empleado mamporrero vendiendo el alma, el cuerpo y el orgullo por un plato de lentejas
O Fitzgerald y Marsé. Las clases bajas haciendo méritos para asaltar los cielos, peleando por su ración del pastel.
En formato de screwball comedy o teatro de costumbres y variedades como muchos en la época.
Es indiscutible que brilla con los entregados y talentosos actores. Y con algunas ocurrencias que son realmente sorprendentes y acertadas ("En cuanto ahorras te matan", por ejemplo).
Pero el resultante total, el trozo gordo de la historia, es cansino y atorrante, gritón, barullero y de un ingenuo y simplón que por muchos momentos, agresivos y chillones, sobre todo en la resolución de problemas puramente argumentales, te invade una sensación agobiante de histerismo pueril y gratuito, de histrionismo atontado y banal.
"Arsénico por compasión" sería otra posible comparación si hubiera habido un arcón.
Es inevitable sentir simpatía por todos ellos, los quieres y te hacen gracia, a pesar de unos enredos y situaciones tan romas.