Habla como viste, pero no siente lo que dice. Vale más que cualquier hombre.
Pocholada tan terriblemente previsible como honesta y digna, no se anda con pamplinas ni cortapisas o monsergas, solo cuenta.
Millones de dimes y diretes y de palabras en diálogos y acciones apretujadas guían una película que es toda vitalidad y desparpajo, optimismo, ganas de vivir (y morir si se tercia, la ocasión la pintan calva) y luchar (a brazo partido por aquello que es tuyo o debería serlo en un cercano futuro, un chute o patada en el culo, levántate y anda, ponte en marcha).
Ella es espectacular, actriz inteligente, fuerte, atrevida, irónica, apasionada, sabia como pocas, todo gracia y grandeza, y el resto acompaña, guapos o recios, sosos o necios.
Sabes lo que va a pasar desde el segundo primero y en cada minuto hasta el último suspiro, pero te dejas llevar con la sonrisa en la boca por su inocencia, honradez y fiereza, el tedio es una tentación frívola que aquí no toca, al grano.
No vale nada, pero es mucho mejor que tantas otras con más ínfulas.
Corderos por leones, ganaderos, colonos, mujeres, hombres, bandidos, sheriffs, Érase una vez en América, América haciéndose golpe a golpe, verso a verso mucho menos (no) me temo, de barbarie y negocio (todo lo es, dice ella, y la razón no le quitamos) llena, amor y odio, indiferencia poca, en uno todo.
Ricardo III y Maquivaelo y Yojimbo, hecho polvo, la fierecilla domada y el otro, de piedra convidado, héroe solitario, sin nombre, de profundas raíces jinete pálido, tres estrés, más el cuarto en discordia y toda la claque y su mucha muerte.