La ley, la justicia y el deber.
Ni son sinónimas, ni van necesariamente juntas en conciencia.
Primer western de Douglas pero no lo parece oye.
Sólo hay que fijarse cómo monta en el caballo, saltando hacia el estribo como si hubiera nacido en él. La misma impresión que causaba en la película "Los vikingos", cuando saltaba de remo en remo. Cosas así son las que hacen que uno se crea lo que ve.
Un viaje, un camino por recorrer. En buenas y malas compañías representarán un desafío, un ajuste de cuentas con el pasado y el presente, Brennan lo intuye y lo explota, ha de salvar el pellejo. Su hija que los acompaña estará de acuerdo con él.
Un western magnífico que Walsh conduce con insultante habilidad. El sheriff ha de tratar de evitar un linchamiento y conducir al acusado para que lo juzguen con todas las garantías de la ley. Lo demás no le incumbe o, quizá, sí, ya lo veremos pero, mientras, tendrá que manejar una serie de situaciones difíciles que harán peligrar su objetivo y su integridad.
Ni un minuto perdido oiga. Walsh es sinónimo de dinamismo, de ritmo en la acción. Es increíble la cantidad de cosas que suceden. Hay sitio para la traición, la venganza, la cobardía, el amor, el humor, la lealtad, la amistad, lucha de intereses y choque de conciencias.
Douglas y Brennan están que se salen. También Mayo nos va a gratificar en su papel de mujer de carácter. Camino de la horca vamos y no tenemos prisa por llegar, total, si nos espera el cadalso mejor nos quedamos aquí. Que la disfruten.