No lo puedo evitar. Tengo debilidad por esas películas protagonizadas por esos perdedores de buen corazón (llámense “pringaos” o similares) que intentan, como todo el mundo, conseguir el amor. Un “pagafantas” podría ser una subclase dentro de es tipología, y el debut de Borja Cobeaga ha tenido a bien dedicarle una película a este singular personaje.
La comedia española es tal vez el género que más sospechas levanta en mí. Son tantos los fiascos que me he llevado que, si alguna vez se me ocurre ver una, la veo con más miedo que si estuviera paseando por un campo de minas. La comedia española siempre tiendo a asociarla con un costumbrismo rancio, con actrices desnudas porque sí, con chistes malos y personajes completamente estúpidos, todo ello dentro de argumentos aburridísimos por trillados.
Pagafantas no es la comedia del siglo, pero desde luego es un soplo de aire fresco para el género. No es un alarde de originalidad y algunos momentos son previsibles, pero donde de verdad seduce es en el retrato que hace de sus protagonistas y del tono ligeramente mordaz e irónico que desprende el film durante sus escasos 80 minutos de duración.
Gorka Otxoa como “pagafantas” está realmente bien. Demuestra un don para la comedia y hace a su personaje creíble, tal vez lo más difícil. Sabe transmitir la melancolía y el pesimismo de su personaje, pero a la misma vez transpira bondad y sinceridad, y a pesar de que a su personaje las cosas se le ponen muy feas y es humillado más de una vez, no podemos más que empatizar con él. Su partenaire femenina (la guapa Sabrina Garciarena) está encantadora, dentro de su papel de amor platónico de Chema, el pobre pagafantas. La pareja de veteranos formada por Óscar Ladoire y Kiti Manver también demuestra su buen hacer. Y mención especial para Julián López, robaescenas nato.
La gran baza de Pagafantas son, sin duda, sus personajes. Tiene algunos gags muy buenos, pero lo que de verdad te arranca la sonrisa es, como he dicho, ese tonillo irónico y ácido que lo impregna todo. Y también la coña que se gastan con Bunbury, absolutamente genial.
Recomiendo Pagafantas, ante todo, porque con ella se pasa un buen rato sin necesidad de tener que asistir a un desfile de sal gorda. Y también sirve para que los descreídos como yo vean un rayo de luz dentro del panorama de la comedia española. ¿Tomará alguien nota?