No es fácil adentrarse en una película como El cielo gira. Por su ritmo, por su estilo, por lo que cuenta, está radicalmente alejada de la mayoría de documentales que hemos podido ver ultimamente.
El cielo gira nos hable de un pueblo de la provincia de Soria en el que ya solo viven unos pocos ancianos. Lo hace con sencillez, de forma muy pausada y contemplativa. En un primer momento esto puede distanciar al espectador de la película. En mi caso así fue, pero a medida que pasaban los minutos esa barrera se fue rompiendo. Llega un momento en el que te das cuenta de que las aparentemente convencionales conversaciones entre los habitantes del pueblo esconden mucha verdad. Ese ritmo que en principio parecía lento empieza a transmitir una agradable sensación de calma y tranquilidad. Al mismo tiempo el hecho de estar asistiendo al lento desaparecer de un pueblo, de sus habitantes provoca una enternecedora sensación de tristeza y melancolía.
Destacaría de todo el conjunto a uno de los habitantes, creo que su nombre es Antonino. Es un placer oírle hablar. Su conversación final con otro vecino mientras pasean por los campos que rodean al pueblo resulta lúcida y muy emotiva.
Una película que quizás no sea del gusto de todos los espectadores, pero que si uno le dedica un poco de tiempo y atención podrá disfrutar con cariño.