342/20(28/11/11) Michael Mann nos regaló una OBRA MAESTRA absoluta, el thriller de los thrillers, un Épico film de resonancias Fordianas, una magistral lección de lo que debe ser el cine, es en sí un Universo que se expande, a cada visionado crece y crece, es Antología del Séptimo Arte, desde su portentoso comienzo, hasta su poético final y en medio un inmenso río que fluye, a veces con rápidos, otros en remansos, otros en un Iguazú paroxístico, y por último en su final-desembocadura te dejará una huella imborrable. Ha habido momentos cuasi-místicos que he tenido dentro de un cine y uno de ellos fue ver esta Oda al cine, sufrí el Síndrome de Stendhal, me cuesta entrar a analizarla pues definirla es limitarla, para mí fue un Big Bang, y tengo ya mucho cine en mis retinas y oídos, pero esta se clavó hondo. Decir que el guión del propio realizador es sobresaliente es quedarse corto, es una radiografía atemporal y universal sobre la Condición Humana cuenta algo ya muy visto, pero lo genial es que nunca lo habrás visto igual, desde su estreno se ha convertido en un icono del género, muchas desde entonces han pretendido imitarla, y lo que han hecho es quedar en evidencia, la historia es la clásica de una banda de ladrones profesionales a la que le pisa los talones la policía, lo sublime es como lo cuentan, como describen a cada personaje, todos de modo espléndido, es un circo de varias pistas dirigido por un director en estado de gracia, todos tienen sus escenas en las que lucirse, con una acción atronadora, impresionante el del furgón al principio, el elegante atraco al banco, y por supuesto el tiroteo de los tiroteos, un Apocalipsis en las calles de Los Ángeles, en el cine ´juro´ que hubo tiros que me rozaron, y por supuesto su poético tramo final, donde el vello se me enervó, en una cinta que nos habla de tipos que llevados por un sentido fatalista de la vida viven por y para lo único que saben hacer, esto les lleva a ser lobos solitarios que no quieren amarrarse a algo. Pero sobre todo lo que es esta magna obra es un duelo de personajes y de actores Neil McCauley/Robert DeNiro Vs. Vincent Hanna/Al Pacino, dos lados de una misma moneda, dos profesionales que solo hacen lo único que saben hacer, dos estajonovistas que cuidan de su gente, pero que cuando tienen un objetivo nada podrá con ellos, pero en este caso dos colosos chocaran, son dos protagonistas dibujados de modo excelso, tanto en su trabajo como en su vida íntima, y es que Robert DeNiro jamás ha estado mejor, puede que a la misma altura, pero mejor es imposible, aquí no ha requerido de ninguna transformación, todo es carisma, personalidad, se mueve por la pantalla flotando, su lenguaje gestual y su mirada son descomunales, no cae en la sobreactuación, está contenido, pero a la vez tras sus ojos se atisba un huracán de sentimientos que sueñan con una vida mejor, y en el otro lado del ring está otro Dios de la pantalla, Al Pacino, descomunal, es pura energía,... (continua en Spoiler sin)