‘Terminator: Destino Oscuro’ es, efectivamente, la mejor secuela de la franquicia desde ‘Terminator 2’... Título no muy difícil de alcanzar viendo el nivel de las tres últimas entregas. La premisa para sacarse esta nueva película del bolsillo resulta bastante simple (tan simple que roza el sonrojo). ‘Terminator 2’ fue tan brillante porque dio más de todo que la primera entrega. Corregía, aumentaba y (literalmente) doblaba a esta. A ‘Terminator: Destino Oscuro’ le ocurre que el seguidor de la saga es muy probable que llegue muy cansado después tres entregas de “crash, bum, bang” sin ningún tipo de alma. Productos mediocres (malos) que dejaron al espectador bastante desencantado. Esta última película un poco paga los platos de ese desencanto y un mucho se viste de nostalgia e intenta golpearnos con ella usando a Linda Hamilton y Schwarzenegger (su aparición y el cómo está cogido con pinzas) como martillos neumáticos noventeros. Si quitas estos dos elementos, y a pesar de que Mackenzie Davis cumple como neo-heroína y Gabriel Luna sorprende gratamente en el papel de villano, lo que queda es esa sensación de “una más” (“buf... otra más”) que repite fórmula, estructura... y persecuciones. ‘Destino Oscuro’ es otra más, con algo más... pero no lo suficiente.