Resulta difícil pensar que adaptar "Diez negritos" puede degenerar en algo aburrido. Sin embargo, esta película lo logra. Trasladar la clásica mansión inglesa a un palacio árabe no tenía por qué ser como punto de partida una mala idea. Pero el film de Peter Collinson se empeña en cambiar los elementos de la novela con el propósito de que el tedio nos vaya invadiendo en cada escena.

Por ejemplo, se crea una subtrama absurda que, conforme avanza la cosa, comprendemos que nada aporta al resto de la trama. Incluso presencias como Herbert Lom o Elke Sommer pasan totalmente desapercibidos en una dirección actoral que no logra sacar nada de un casting contagiado de la abulia que impera durante todo el metraje.

Para colmo de males, desde el punto de vista técnico el sonido no podría estar peor y la banda sonora va completamente aparte de los sucesos que van ocurriendo alrededor de este palacio donde las futuribles víctimas no pierden ni apetito ni horas de sueño.

Realmente, Agatha Christie habría asistido con escalofrío a esta forma de tratar el material original.