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Callejón sin salida

Intriga. Comedia Un gángster herido y su socio moribundo se refugian en un castillo cerca de una playa, donde viven un inglés pusilánime y su esposa ninfómana. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
11 de junio de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que va cobrando todo su sentido conforme pasan los minutos. Una de las películas que mejor definen la feminidad, como también vemos en la formidable "Carmen" del irregular maestro Vicente Aranda. Una partida de ajedrez psicológica continúa, que es el auténtico sello de Polanski, donde cada uno de los personajes intenta hacer su particular jaque mate. Prima hermana de "La semilla del diablo", pero también de "Lunas de Hiel" o de "El Cuchillo en el agua"... películas donde Polanski es él en estado puro. Una fotografía perfecta y una dirección de arte impecable, amén de un guión cuyo nivel roza la mejor literatura de Beckett. Aunque tenga que ver con lo absurdo, eso es solo una pequeña influencia, pues la personalidad de Roman brota por encima, manejándonos a su antojo.
gpiqueras
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31 de octubre de 2017
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“Cul-de-sac” es una película extrañísima. Claro que, difícilmente podría tildarse de convencional a su director, y menos aún al Polanski de sus primeras cintas, todas ellas ejemplos de audacia creativa salpicada de referencias de muchos quilates.
Me ha parecido leerle a algún crítico a sueldo que “Cul-de-sac” emparenta con el teatro del absurdo. Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo. El Godot a quien esperaban los vagabundos de Samuel Beckett se transmuta aquí en Katelbach, ese supuesto capo cuya salvadora aparición aguardan los dos maltrechos matones, posiblemente atracadores trasquilados.
Las similitudes no acaban ahí, pues el insólito matrimonio que componen Donald Pleasence y Françoise Dorléac puede entenderse como la transposición de los Pozzo y Lucky de la icónica obra de teatro. Con la particularidad añadida del componente de liberación sexual femenina, entonces en plena efervescencia, que encarna esa Teresa inolvidable en la atractiva piel de Dorléac. La dominación a que somete a su pusilánime marido —Pleasance, como siempre, ofrece una interpretación que oscila entre lo quebradizo y lo alucinado, superlativa en cualquier caso—, sobre todo durante la memorable escena en que lo traviste, vendría a constituir la traducción, en clave de un feminismo brutal, de la sumisión de Lucky para con el cruel Pozzo en la tragicomedia de Beckett.
Asimismo, tanto la provocadora actitud de Dorléac como la presunta cobardía de Pleasance ante la irrupción de los intrusos remiten a “Straw Dogs” (Perros de paja, 1971), un lustro posterior y para la que Sam Peckinpah bien pudiera haber buscado inspiración en esta “Cul-de-sac”. Si bien es cierto que esa especie de “terribilità que, en forma de violencia soterrada, atraviesa las historias de Peckinpah hasta su acostumbrado estallido final adopta en el cine de Polanski las trazas claustrofóbicas de un Buñuel. Del “sordo de Calanda” toma también el gusto por las perfidias pequeñoburguesas, corolario del cual es la desopilante visita que reciben los protagonistas —y su ya único secuestrador— hacia el último cuarto del metraje.
En fin, pese a no contarse entre mis preferidas de su director, todo lo antedicho dota a “Cul-de-sac” de un interés innegable. Un último apunte, una pregunta no sé si más retórica que frívola o viceversa: ¿Soy el único al que Lionel Stander, tanto en su físico inenarrable como en su técnica interpretativa, le recuerda al ogro Shrek?
Carorpar
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2 de julio de 2020
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Con componentes delirantes, bizarros y surrealistas, Cul-de-sac (1966) o Callejón sin salida le dio a Roman Polanski el empujón definitivo que llevó su carrera a los primeros planos de Hollywood. Su maestría, sin embargo, no puede ocultar sus crímenes, y viceversa.

Por Nicolás Bianchi

El cine del director polaco Roman Polanski ha quedado envuelto en un halo desagradable debido a conductas del cineasta que nada tienen que ver con la realización de películas. En 1977 Polanski fue condenado en Estados Unidos por violar a una menor de 13 años luego de suministrarle alcohol y pastillas cuando él tenía 44 años. El director optó por escapar a Europa y no enfrentar su condena. Con los años y el surgimiento de los movimientos feministas otras mujeres lo han denunciado por casos similares. Antes del Me Too y otras campañas, pero luego del juicio que condenó a Polanski en ausencia, la academia de los Oscar y el jurado de Cannes lo premiaron por su película El Pianista (2002). La postura más inteligente al respecto es la de la directora argentina Lucrecia Martel, que al ser designada como presidente del jurado en la última muestra de Cannes en la que el último film de Polanski, J´accuse (2019), compitió, sostuvo que se trata de un “maestro del cine” que intenta “exonerarse al final de su vida de una falta muy grave que cometió”. Las faltas de Polanski no hacen peores a sus películas. Sus grandes obras no lo eximen de ser un abusador y un violador.

Luego de la aclaración se puede comenzar con la reseña de Cul-de-sac (1966), conocida en el mundo de habla hispana como Callejón sin salida. Se trata de un film con componentes bizarros, que por momentos linda con el surrealismo, y que en todo momento resulta atrapante. El mismo Polanski manifestó, luego de terminar la filmación, que la película es “una adición al lenguaje poético del cine”. El actor Jack Nicholson, amigo del director, sostuvo más de una vez que Cul-de-sac es su “película favorita”.

Sin más preámbulos la película comienza con un auto descompuesto que está siendo empujado por el malherido Richard (Lionel Stander). Dentro del vehículo yace otro hombre en agonía, Albie (Jack MacGrowan). Richard, a punto de agotarse, decide que necesita buscar ayuda. Cierra el auto, le promete a su compañero que va a volver y comienza a caminar por los médanos. Todo sucede en un camino rodeado por el mar, adyacente a una playa.

Richard llega a un pequeño castillo. Se esconde en el gallinero, come un huevo crudo, se recuesta. El hombre está en un estado decadente, desalineado y sucio. Todo indica que él y su compañero participaron de algún tipo de crimen que se complicó. Cuando cae la noche Richard sale del gallinero y entra a la cocina del edificio. Toma leche, busca más comida y usa el teléfono. Necesita comunicarse con un capo para que le envíen ayuda, para que alguien pase a buscarlos. Por el ruido de la genial voz aguardentosa de Richard la pareja que vive en el castillo advierte su presencia. Antes habían estado jugando en su recámara. Teresa (Francoise Dorleac), una joven y bellísima mujer, está travistiendo a George (Donald Pleasance), un hombre calvo y bastante mayor que ella. Así como están, él maquillado y con un camisón de ella, bajan al encuentro del intruso.

La película pasa por distintos etapas, todas con una cuota de delirio importante. En este punto inicial se trata de un secuestro, una home invasion movie, en la que Richard mantiene cautivos a la pareja a la espera que llegue la ayuda. El contraste entre los personajes masculinos es notable. Richard es un hombre tosco y bruto, de gran fortaleza. Mantiene el control de la situación a pesar de tener un brazo en cabestrillo y bebe e insulta sin parar. George carece de cualquier tipo de coraje y es humillado tanto por el invasor como por su mujer, que no le tiene ningún tipo de respeto.

Otro momento destacable del film se produce cuando, con el castillo tomado por Richard, la pareja recibe a un grupo de invitados. Allí el maleante se hace pasar por el mayordomo y da lugar a una serie de escenas que podrían integrar algunas de las películas que en esos años rodaba Luis Buñuel. Una pareja de burgueses, o ricos, que no pueden irse de su castillo pero disimulan, junto con sus amigos, al máximo la situación. La reunión, el almuerzo, las conversaciones continúan como si nada pasara, cuando es evidente que Richard por su actitud, su voz y su comportamiento no es quien todos simulan que es.

Además la película cuenta con una escena filmada con un plano secuencia de 7 minutos y medio, ‘la escena de la playa’, uno de los más largos producidos al momento del estreno. La destreza de Polanski es evidente en este film temprano que rodó a los 32 años de edad. Cul-de-sac fue premiado en el Festival de Berlín de 1966 e impulsó la carrera del director, que luego desembarcaría en Hollywood para filmar Rosemary´s baby en 1968 y definitivamente instalarse en la elite del cine mundial hasta el día de hoy.
El Golo Cine
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10 de abril de 2011
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película siguiente a "Repulsión" dónde Polanski ensaya la comedia macabra, negra y, sobre todo, surreal, con una definición de estilo ya indiscutible. Dos criminales (Stander y MacGowran) van a dar a un castillo medieval dónde viven aislados una pareja (Pleasence y Dorleac). A partir de aquí, una demencial originalidad de comedia caústica, pintoresca, cruel, vitriólica, claustrofóbica, dónde el surrealismo acaba por apoderarse, divertida y trágicamente a un tiempo, de todo.
Polanski es un propicio verdugo para sus personajes, se muestra feroz con ellos, se ríe de ellos, los caricaturiza y vuelve a (de)mostrar la superdotada capacidad que tiene para en una imagen meter más significado que otros en toda una película (en este capítulo de superdotados cabría contar también a Buñuel, Erice, Kieslowski...).
"Callejón sin salida" es eso: claustrofobia, sin salida. También Polanski encierra a sus personajes y con su maestría en la puesta en escena, con su oficio y genio para complementar cine (acción) y teatro (reflexión, envaramiento), creando una obra estupenda, licenciosa, de admirable personalidad, dónde brillan también unos intérpretes tan bien medidos en sus posilbes histrionismos como adecuados a sus personajes: de todos ellos me quedo con los dos gángsters.
kafka
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17 de septiembre de 2007
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crónica extraña de un cautiverio que, por lo que tiene de amenazadora y desagradable, revolverá incómodamente de la poltrona a quien la visione. Plagada de personajes frívolos, incoherentes y de motivos opacos, Cul de sac se inaugura como si de una película de serie negra se tratara, para, lenta aunque irreversiblemente, virar hacia una suerte de historia extravagante muy cercana al teatro del absurdo, siendo los dramaturgos Samuel Beckett y Harold Pinter dos referentes ineludibles. Así, prescindiendo de unas motivaciones lógicas y racionales que justifiquen el comportamiento, Polanski deshumanizará a sus personajes, los hará crueles, vaciándolos de contenidos y asilvestrándolos hasta tal punto que sus conductas se asemejarán al de las gallinas que plagan el castillo en el que se desarrolla la película.
FERNANDO BERMEJO
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