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Techo y comida

Drama Jerez de la Frontera, 2012. Rocío, una madre soltera y sin trabajo, no recibe ningún tipo de ayuda ni subsidio. Vive con a su hijo de ocho años en un piso cuyo alquiler no paga desde hace meses, de modo que el dueño la amenaza continuamente con echarla a la calle. Para hacer frente a los gastos de manutención y alquiler, realiza trabajos ocasionales mal pagados y vende en el top manta objetos encontrados. (FILMAFFINITY)
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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
20 de abril de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más curioso de esta película es que terminas apreciando el talento de Fernando León de Aranoa cuando rueda uno de sus discursos ideológico-cinematográficos. Me explico. Uno ve “Los lunes al sol”, “Barrio” o “Princesas” y es imposible dejar de sentir simpatía hacia los perdedores sociales que las protagonizan y odio hacia los ricos explotadores, banqueros avariciosos y un sistema político-económico podrido que no hace más que agrandar la desigualdad. No hablemos ya de sus ‘documentales’, ejercicios de manipulación sentimental y posverdad, que presentan la okupación como un derecho y la expropiación como una obligación. El talento del asunto consiste en ser capaz de envolver tu mensaje con una apariencia de solidez y naturalidad tales que requiera una enorme fuerza de voluntad, cierta cultura y, sobre todo, recorrido vital en la realidad económica y laboral para resistir su apariencia seductora, extraer el meollo del asunto que se esconde tras siete capas de eufemismos y testimonios sesgados y ver las costuras a una ideología simplista, buenista y populista. La verdad es que para entender su obra en el contexto apropiado, ayuda mucho trabajar, pagar impuestos y leer los PGE para entender a dónde va a parar realmente el dinero público.

En principio, “Techo y comida” de Juan Miguel del Castillo, parecería ir por el mismo camino: una película de denuncia social, con más componente de denuncia que de película. Un docudrama con Natalia de Molina haciendo de Rocío, madre soltera que malvive en algún sitio de Andalucía saltando de trabajo precario en trabajo precario, sin ayuda familiar ni estatal y a punto de ser desahuciada. Sin artificios, con un rodaje de proximidad muy básico, sin atrezzos, maquillajes, juegos de cámara o encuadres raros, la película describe un corto periodo en la vida de Rocío y su hijo, y su interacción con la miseria. Hasta ahí, lo esperado, Natalia de Molina actúa con competencia y la historia es suficientemente miserable como para entristecer a cualquier persona sin sociopatías.

Lo curioso - y por eso comento lo de que «en principio» y «la película parece ir» - es que, aunque la trayectoria de Juan Miguel del Castillo y sus trabajos previos nos hacen pensar en que su intención era discurrir por los senderos de Aranoa, “Techo y comida”, en un alarde de honestidad o torpeza, termina confrontando con cierta neutralidad los argumentos de Rocío con el casero que la quiere desahuciar, con el jefe que la despide y con los Servicios Sociales de la Junta de Andalucía. Así, donde la misma película rodada por Aranoa nos hubiese removido las tripas para declarar la alerta social y apalear al casero, quemar la tienda de empeños en la que trabajaba y escrachear a los políticos, “Techo y comida” nos hace pensar en el pobre matrimonio de señores mayores que le alquilan el piso a Rocío, que viven de esa renta y no han visto una mensualidad en un par de años. También podemos entender al jefe de Rocío que la despide por llegar tarde y por tirar los panfletos para acabar antes en lugar de repartirlos. Y también es discutible la forma de Rocío de gestionar la ayuda que le proporciona la administración dada su situación. El único personaje de la vida de Rocío al que terminamos odiando es a su padre, que por motivos religiosos o de honor no quiere ver ni ayudar a su hija, pero eso es porque no sale en pantalla, sólo sabemos de él de oídas. Si del Castillo le llega a dar un papel, seguro que hasta llegaríamos a entender sus razones.

En resumen, una atípica película de protesta social que trata de recorrer los lugares comunes de esta clase de dramas, pero donde no terminamos de tener claro que todos los males del mundo vengan de la casta, de los políticos o de los mercados. Sólo por eso, aunque sea a su pesar, se merece un ‘regular’ en lugar de la categoría de ‘truño’ que guardo para las películas que me quieren manipular groseramente. Sólo un consejo: si queréis denunciar algo o poner de manifiesto lo malo que es alguien, no contratéis a Juan Miguel del Castillo. Tampoco para vuestro vídeo de boda, porque tendríais el mismo protagonismo que vuestra familia política.
OsitoF
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12 de julio de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Juan Miguel Del Castillo tira por el sendero de Ladrón de Bicicletas y similares, aunque sin disponer de una historia tan redonda como aquélla y sin aproximarse siquiera a la maestría para el patetismo de Vittorio De Sica, confiándolo todo a la capacidad de la actriz protagonista (Natalia de Molina) para transmitir el día a día de una persona en una situación económica extremadamente necesitada. El resultado es una película profesionalmente notable, bien rodada e interpretada, aunque artísticamente muy pobre, puesto que el calvario economicista de la mujer no parece conducir más que una plana reivindicación de tutelas políticas, sin mayor profundización. De hecho, visto el rótulo final, en el que se reivindica el rescate de personas en lugar de bancos, uno piensa que el autor podía haber empezado por ahí y ahorrarse la película. Una reivindicación social directa puede o no ahogar a una obra de arte, según la riqueza de recursos y la habilidad de quien la maneje. Pero cuando se confía en que la reivindicación por sí misma es suficiente para darle sentido a todo lo demás, por muy justa e importante que ésta sea y por muy bien que responda cada escalón profesional, el fracaso es seguro por las mismas razones por las que coger el poema o ensayo más bello y sabio del mundo y ponerlo en papel delante de una cámara durante dos horas no puede dar nunca una buena película.
Capitan Ahab
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3 de abril de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si en el cine, como en cualquier actividad humana de creación, el éxito (o el fracaso) se ha de medir en función de la obtención del objetivo que se pretende, no me caben muchas dudas de que una propuesta como 'Techo o comida' ha alcanzado un éxito clamoroso; en la medida en que presumo que su objetivo era el de remover la conciencia de sus espectadores acerca de la dura situación que está viviendo en este país mucha gente con la que la crisis económica se ha cebado de manera inmisericorde, misión cumplida. La cinta, con su relato, crudo y descarnado —pero sin subrayados ni patetismos artificiosos—, de la peripecia vital de esa Rocío, y su hijo, que, sin red de soporte alguna que les sustenten en su caída, se ven acorralad@s por un cúmulo de circunstancias encadenadas cuyo único final previsible es el desastre, te asesta un puñetazo seco y severo en la boca del estómago y te aboca a una reflexión amarga acerca de qué es lo que estamos haciendo (o, quizá más bien, dejando de hacer) para dar pie a que situaciones como ésa sean moneda corriente en nuestro entorno. Lo hace con un relato contenido y pautado, que, no por previsible, dadas sus premisas, deja de ser menos duro, y con un soberbio trabajo de interpretación de su protagonista, una Natalia de Molina que carga, a través de su presencia continua en pantalla, con el mayor peso de la función (y lo soporta de manera admirable), aunque no me gustaría dejar de resaltar también la magnífica tarea que lleva a cabo Mariana Cordero, una actriz veterana y que en un papel de presencia bastante más limitada, aporta una nota de humanidad bondadosa muy necesaria para no hacer de la película un trago aún más amargo del que ya resulta ser. Los que no creemos en el arte necesario no podemos calificar ninguna obra como tal, pero una cinta como ésta ayuda a entender situaciones y circunstancias, y eso la convierte en una pieza muy valiosa. Recomendada vivamente...
Manuel
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30 de julio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jerez de la Frontera, 2012. Rocío (Molina), madre soltera, sin trabajo y con un niño de 8 años (López). No recibe ningún tipo de ayuda. Hace meses que no paga el alquiler, está al borde del desahucio. Sobrevive por pírricos e ignominiosos pseudotrabajos y por la caridad, especialmente de una vecina (Cordero).
Con toda la humildad pero con el sentido común en excelente estado, Juan Miguel del Castillo ha realizado la película/sorpresa de la cosecha del cine español de 2015. Un drama social descarnado pero equilibrado y muy fino, que apuesta por el dolor y el desgarro, pero que lo hace con inteligencia, pausa y un notorio trabajo de campo.
Natalia de Molina, ella, imperial, ella, imponente y maravillosa, hace volar cada fotograma hacia la verdad suprema, y el descubrimiento espléndido del niño Jaime López, junto al resto del reparto componen un mosaico magistral desde la interpretación.
Esto es lo que hay, señores/as: un país recortado, dónde su título/esencia de la manoseada y muy incumplida Constitución Española, expresa las carencias vergonzosas de un estado de deshecho y no derecho en múltiples cosas, en esta institucionalizada estafa mundial que ha machacado irreversiblemente a tanta gente.
Sí, es un film político. SÍ. Rocío es luz y dolor, dignidad y lucha, aquí y ahora. Es la Constitución hecha carne y alma, enfrentada a la sarta de politicuchos que nos contamina. El que no quiera verlo que cierre los ojos y se tape la nariz. Y los de siempre, ese coro de canallas aducirán su populismo o maniqueísmo. Que les den: "Techo y comida" es ejemplar para proyectársela una y otra vez, hasta torturarlos en sus vagas conciencias. Una película excelente, triunfadora en Málaga, financiada a través del crowfounding. Ahí les duele. Bravo.
kafka
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3 de enero de 2016
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama social que nos muestra las penurias de una familia para conservar dos de las necesidades más básicas, protagonizado por una Natalia de Molina quien destaca dentro un reparto que no raya al alto nivel interpretativo de ella y con diálogos difíciles de entender debido a un marcado acento andaluz. Además, resulta parca en muchos aspectos, empezando por la ausencia total de música, y sobretodo por el escaso trasfondo de su personaje femenino protagonista, que no nos permite ponernos en situación y empatizar tanto como cabría esperar, convirtiendo la cinta en una reivindicación genérica excesivamente fría. Un mensaje interesante y directo, enviado con convicción, pero que no cala todo lo deseado.

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Cine de Patio
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