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Mi nombre es Harvey Milk

Drama Harvey Milk, el primer político abiertamente homosexual elegido para ocupar un cargo público en Estados Unidos, fue asesinado un año después. A los cuarenta años, cansado de huir de sí mismo, Milk decide salir del armario e irse a vivir a California con Scott Smith. Una vez allí, abre un negocio que no tarda en convertirse en el punto de encuentro de los homosexuales del barrio. Milk se convierte en su portavoz y, para defender sus ... [+]
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Críticas 146
Críticas ordenadas por utilidad
20 de mayo de 2010
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parte 1: Un preso condenado a muerte. Parte 2: Un retrasado que quiere recuperar a su hija. Capítulo 3: Un activista de la causa gay malogrado por el destino.

¿Y el filme? Aceptable. Decente. Aseado. Solvente. Trabajo actoral de buen nivel (aunque yo diría que más de un actor exagera con los manierismos de julandrón un pelín), guión compresnible para la masa, narración que se deja ver sin problemas (y eso que dura más de dos horas) y un cómputo final algo previsible, además de abosultamente hollywoodiense.

Pero bueno. Así funcionan las cosas. Van Sant conoce el sistema y sabe que es mejor hablar sobre el tema gay a través de un proyecto de estudio bien acabado que hacerlo con un largo indie que nadie verá.

En definitiva: La película se puede visionar sin problemas. Muy correcta.
metabaron
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28 de junio de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con su cuidado juego de imágenes con sabor a documental, Gus Van Sant coloca encima de la mesa, artísticamente y con desenvoltura, uno de los temas más polémicos de la sociedad: la homosexualidad y la constante lucha por su aceptación.
Comenzando su batalla particular a principios de los setenta en un país, Estados Unidos, que cercenaba los derechos de diversos sectores de la población, Harvey Milk sintió dentro de sí la llama, el grito de protesta que no se limitó a modestos actos a pequeña escala. Él comenzó una oleada que progresivamente iría movilizando al colectivo gay no sólo en San Francisco ni en California, sino en el país entero.
Utilizando sus fuertes convicciones y su virtud para dar esperanzas a la gente y convencerla de lo improbable, Milk puso en pie a un montón de personas que vivían asustadas y en muchos casos escondidas, que eran perseguidas por quienes se consideraban rectos e intachables y por la ley, que las relegaba al rango de desechos sociales. Y no sólo eso; una ley que vulneraba los derechos fundamentales e inalienables, que privaba de la libertad y que, para colmo, se inmiscuía en la intimidad.
¿Quién tiene derecho a imponerle a otro ser humano qué tiene que sentir, hacia quién y cómo?
¿No estaba aquella ley convirtiendo en hipócritas y huecas las palabras inscritas en la Estatua de la Libertad? ¿Aquel bellísimo poema de Emma Lazarus que defendía la dignidad de los desterrados, de los rendidos y de los desamparados?
¿En qué quedaban tan hermosas palabras?
Harvey Milk peleó legalmente y valientemente, dedicando su vida a campañas que arrastraban masas y que desembocaron en su insólita y pionera elección como concejal de distrito (el primer homosexual reconocido en conseguir un cargo de tal importancia). Pero, más importante que sus logros políticos, fue lo que había conseguido a nivel social: que muchos se atrevieran a dar el paso, a quitarse la venda, a plantar cara y a dar la cara por los demás. Tal vez obtuvo el premio que tanto ambicionaba: que el país fuese un poquito menos injusto.
Las balas que segaron su vida y que confirmaron su predicción de que nunca cumpliría los cincuenta años, no segaron sin embargo todo lo que él había comenzado. Su lucha.
Por las minorías. Por los diferentes. Por los desheredados.
Por los parias de la tierra.
Por el derecho a sentir libremente, y a ser respetado por ello.
Vivoleyendo
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24 de febrero de 2013
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conozco a un tipo que es gay y facha al mismo tiempo. Sí, lo sé, es algo así como ser negro y del Ku-Klux-Klan o judío neonazi, pero ese tipo de gente existe. Es así y hay que asumirlo. Cuando le preguntas a este tipo por el matrimonio homosexual dice que es un pego y que él no necesita casarse. Ya, bueno, y yo tampoco y sin embargo no por eso voy por ahí lanzando proclamas incendiarias contra el matrimonio hetero, por mucho que me parezca una institución caduca, obsoleta y rancia a más no poder.

Y a qué viene esto? Dirá alguno. Pues viene a que precisamente en esta película Gus Van Sant nos muestra los primeros movimientos en Estados Unidos por los derechos civiles de los homosexuales y la relación de éstos con la política. El tal Harvey Milk, que como empresario venía de una mentalidad liberal republicana, se ve obligado por su condición sexual a replantearse su posición, y se convierte en el primer político abiertamente gay que se presenta a unas elecciones con su condición sexual como referente. En ese aspecto la película es interesante, incluso necesaria. Está bien que alguien nos haga recordar de vez en cuando la tremenda lucha que ha hecho falta hasta llegar al día de hoy, con una serie de derechos asumidos por la sociedad que aunque creamos ya consolidados, para nada, que ahí siguen los del crucifijo in pectore pugnando por recuperar terreno.

Lo que no me gusta de la película es la falta de coherencia del director. Por qué Van Sant, que nos habla de la homosexualidad y de los derechos civiles del colectivo gay, es tan timorato con la cámara? Por qué cuando Sean Penn y James Franco se besan (supercastamente, todo hay que decirlo, plan piquito y leve restregón de morros) aparece un súbito fundido en negro, o se va difuminando la luz hasta la siguiente escena? Bueno, y como dice el chiste, ya de follar ni hablamos.

Volvemos a lo mismo de siempre: quiero reivindicar algo pero no quiero herir demasiado la sensibilidad del espectador que sienta cierta repugnancia ante la imagen de dos tíos metiéndose la lengua hasta la garganta o sobándose o directamente echando un polvo. Ante todo no asustar al público.

Joder, y eso es justamente de lo que abominaba el propio Milk, según se desprende de la película: de la falta de valentía para mostrarse como uno es, de los armarios cerrados, del terrible mal que ese ocultismo hace a la causa. Porque cuánta gente hay que se muestra abiertamente homófoba sin complejos ni cortapisas porque no sabe que la persona que está tomando café a su lado o que trabaja en la mesa contigua es homosexual? Y ahora viene un director que quiere contarnos una historia de arrojo y osadía y el tío va... y se caga por la patilla!!!!! Pues eso, un quiero y no puedo, un sí pero no, un puro y duro COITUS INTERRUPTUS.
Talía666
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8 de enero de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas empieza lo serio. Ahora mismo ya tenemos anunciadas las nominaciones para los Globos de Oro y como bien es sabido, la carrera para conquistar los Oscar no ha hecho más que empezar. Es en estas fechas cuando vamos a vernos inundados por los presuntos pesos pesados de la temporada. Y como ya va siendo habitual en estos últimos años, en la parrilla de los aspirantes a campeón siempre se halla algún que otro biopic, un género que parece ser una garantía absoluta para conseguir por lo menos una nominación en las grandes candidaturas. El representante de este año es ‘Mi nombre es Harvey Milk’. Hasta aquí todo bien.

Lo curioso del asunto es que el encargado de llevar el proyecto a buen puerto sea Gus Van Sant, un director que últimamente nos tenía acostumbrados a películas más experimentales. Por eso sorprende que este controvertido cineasta se haya centrado en el biopic, un subgénero de lo más convencional (nota clarativa: por razones obvias ‘Last Days’ no entraría en esta categoría). En la irregular ‘Jay y Bob el silencioso contraatacan’ los protagonistas asistían al rodaje ficticio de la secuela de ‘El indomable Hill Hunting’. En él Matt Damon y Ben Affleck debatían sobre la manera en que elegían los filmes en los que participaban. Ambos llegaban a formular una serie que establecía que había que hacer una película por razones artísticas, otra por compromiso y otra por dinero. Gus Van Sant estaba en aquella escena, pero se abstenía de intervenir en el debate porque estaba ocupado precisamente… contando dinero.

Asimismo, y siguiendo las enseñanzas de Kevin Smith, ¿podría ser ‘Mi nombre es Harvey Milk’ uno de estos proyectos hechos sólo para engordar su cuenta corriente? Sí y no. A pesar de dejar muy buenos detalles (véase la escena en que los personajes de Harvey Milk y Jack Lira hacen el amor impregnados por tonos azulados), a pesar de contar con un reparto muy solvente y de tener una excelente selección musical, la película no puede evitar caer en los clichés del género. Lo que empezaba apuntando buenas maneras y mostrando personalidad propia acaba rindiéndose ante las típicas notas emotivas y las grandes palabras. Algo muy bonito sin duda y atrayente para todo aquel que esté interesado en ahondar más en la historia política de los Estados Unidos, pero a la vez un ejercicio de admiración (muy contenida, eso sí) que en su recta final ofrece demasiados pocos argumentos para creer en él.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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18 de febrero de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Milk retrata la vida del primer político declarado abiertamente gay en la historia de los Estados Unidos. Pese a que su nombre deje un cierto aroma a mártir, Van Sant lo ha mostrado en esta película como una figura similar a la del héroe. Un héroe de a pie. Una persona corriente, como cualquier otra. Un hombre que se fija, como cualquier otro, en los cuerpos y en las caras de las personas que le gustan. Que los detiene en el metro, y ¿por qué no?, para preguntarles si les gustaría pasar la noche con él. Un hombre que hace lo que todo el mundo hace. Sin embargo, él carga con una losa muy grande, aún hoy en día, y es que los cuerpos y caras en los que se fija, aquellos que mira detalladamente, aquellos que le gustan, no resultan ser de una mujer, sino que son de hombres.

Con esa carga no quería vivir Harvey Milk. ¿Por qué tenemos que ser tratados de manera diferente?, ¿Acaso no somos como los demás? pensaba él. Harto de las palizas, de las vejaciones, de la discriminación por parte de la sociedad. Harto del popular lema aquí no os queremos. Harto de todo ello, Harvey Milk se asentó en un pequeño negocio fotográfico del barrio Castro en San Francisco. Y allí estableció su cuartel. Se rodeo de gente que opinaba de la misma forma que él y se lanzó a la calle. Luchó por sus ideales. Luchó por representar políticamente los intereses del colectivo gay, y empezó desde abajo. Sabía que esto era una guerra, pero que él sólo había iniciado una batalla. Les plantó cara. Corrían los años 70, y un idealista como él no tuvo miedo a reclamar un avance en los derechos civiles de los homosexuales. No se arrugó a la hora de enfrentarse con los sectores conservadores que se empeñaban en querer dejar encerrados a los homosexuales en el armario. Contra todos ellos, Milk se armó de valor, incluso sabiendo que podía pagar un precio muy alto por todo ello. Pero le merecía la pena remover ese grano de arena en medio del desierto. Por algún sitio, y alguien, tenía que empezar. Y él fue quién lo hizo. Promovió un auténtica ola de protestas en el barrio de Castro en favor del movimiento gay, se tragó su timidez y se enfrentó al mundo con una simple frase: Hola, mi nombre es Harvey Milk y vengo a captaos.

Milk sirvió en su día como referente para los millones de personas que se sentían solas, excluidas, atormentadas por algo tan irrelevante como su sexualidad (importante el personaje del joven minusválido). Pero su discurso no ha quedado anticuado. Las cosas todavía no han avanzado lo que deberían, no sólo en el aspecto de la sexualidad. Hoy en día aún hay miles y miles de personas que son aisladas, intimidadas por la sociedad, una sociedad que se empeña en no entender, en no comprender. Una sociedad injusta que discrimina por razón de sexo, religión, color de piel, clase social, sexualidad o cualquier otro motivo. Por ello, por servir como un alegato que llega a un público en masas, debemos agradecerle a Gus Van Sant la realización de esta gran película.
The Motorcycle Boy
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