Una mujer fantástica

Marina pasea por la calle mientras un viento cada vez más fuerte azota en su contra, impidiéndola caminar. A pesar de ello, Marina avanza contra la voluntad de este invisible adversario. Esta secuencia, dice mucho más sobre la película que cualquier sinopsis, y probablemente mucho más que esta crítica.

Porque Marina, o Daniela Vega, es la protagonista absoluta de esta caótica y por momentos liosa película, que intentando narrar la historia principal se encuentra con una reivindicación ante una sociedad que vive en sus propios prejuicios como si no pasara nada. Esos prejuicios que impiden ver una realidad normal y coherente.

Ella lucha ante una sociedad que no termina de aceptarla, que casi la ve como un bicho raro. El guion defiende su dignidad y se apoya en su fuerza de voluntad para llevar la contraria a este obsoleto sistema. La película pone a su papel en la incómoda situación inicial, y a partir de ahí, presenta junto con ella todos los momentos a los que debe enfrentarse: burocracia, investigadores policiales, la familia de su pareja…

El director sabe sacar partido a Vega como figura protagonista, sabe hacer que luzca y tiene la personalidad suficiente como para sostener la historia. Es, precisamente la historia lo que no acompaña a la protagonista, y eso es lo grave. La narración comienza muy bien, de manera sugerente y misteriosa. Con un punto de inflexión necesariamente rápido para su desarrollo, “Una mujer fantástica” resalta la lucha de la protagonista pero no acierta a articular una historia con sentido. Apenas hay una línea que seguir, un argumento al que agarrarse y sus noventa minutos de duración pueden hacerse hasta largos.

La película luce ahora su Oscar a la mejor película de habla no inglesa con honor y orgullo, esperando que su visionado despierte conciencias y logre que la vida sea algo más sencilla para aquellos que sufren los prejuicios de la sociedad, al menos es destacable que la construcción de su personaje principal reivindique esa idea de lucha por su dignidad.

Todo un poco disparatado.
Ay que me muero en la noche más oscura y casi mientras duermo, coscorrón y moratón, tú eres la sospechosa, tan trans, de asesinato, mamporros y tráfico sexual, que lo digo yo que soy el médico canoso y lo comentas tú que eres la inspectora sabia de la policía.
Nosotros somos la familia y también somos malos a rabiar y todo dar, una grandísima novedad. Le montamos el cuento de la Cenicienta y vamos todos a por ella que es la mar/más de buena. La fría como el hielo es la madre bruja que junto al siniestro hijo de puta le quieren quitar la perra, qué perra, la casa, el coche y toda la vida si pueden los cabrones y/o les dejan.
Solo se salva el gordo rengo.
Yo soy camarera y cantante de la ópera flotante. Miro muy fijo y muy claro.
No se sabe si denuncia chabacana, lírico relato o suma de partes disueltas en unas aguas pantanosas y nada claras.
Parece dislate, bello, hondo, hipnótico a ratos, pero roto, ignoto, moroso.
Saturada de ínfulas y mala praxis. Quizás parezca que no lo tenga claro, que quiera ir más allá de la queja sana, o roma, y explicar el territorio difuso de las personas fuera de sitio, y rito, de lujo, de sociedad, expulsadas de la comunidad, extranjeras en un Chile vidrioso, tremebundo y fabuloso.

Tras una noche de fiesta y jaleo, un hombre fallece en el hospital tras encontrarse indispuesto, a pesar de los intentos de los médicos y de su pareja, una mujer transexual que deberá demostrar ante todos que no tiene nada que ver con el trágico suceso mientras lucha contra la hipocresía e incomprensión de la gente.

Comenzaré apuntando que la película, por momentos, me aburrió bastante. Posiblemente, en las manos de nuestro peculiar e internacional Pedro Almodovar hubiera sido más divertida y estrambótica, haciendo una tragicomedia, metiendo a una peluquera que hable por los codos con el pelo teñido de rosa y a un ambulanciero fanático del Sálvame y de los cotilleos, y le hubiera quitado hierro al asunto de los cambios de sexo, normalizándolos, pero bajo la dirección del chileno Sebastián Lelio la película es muy plana, pesada y lenta. Paso poco y lo interesante, está medido y encorsetado. Si escribes una historia en donde el pilar fundamental es la existencia de una mujer transexual que es la amante de un hombre maduro que la ha preferido a su mujer de toda la vida, debes darle locura a la mujer, otorgarle “poderes” y mostrarnos el porqué del motivo para que el hombre se haya quedado prendado de ella. En una palabra, hacerla fantástica, como la mujer del título. A mi me faltó esa chispa para engancharme. Solo al final explota, con la protagonista, una muy contenida Daniela Vega, subida en el coche familiar reclamando lo que considera suyo por derecho, plantando así cara a las injusticias y a la mezquindad de las personas que van por ahí poniendo etiquetas, sin molestarse en rascar ni medio centímetro en el interior de las personas. Pobres infelices.

Sacapuntas de oro: El descubrimiento de una actriz como Daniela, muy digna y fantástica, que se apodera de la cámara. El momento en donde se despide definitivamente de su novio. La potente escena de su lucha ante el fuerte viento.

Sacapuntas de madera: Los momentos de bochorno que debe soportar la protagonista, sobre todo cuando el médico la obliga a desnudarse. Que no estalle antes, ni ella ni la película. Que se pierda en una cartelera mucho más comercial. Que no tenga el punto cómico que se le supone.

Nota: 4 Sacapuntas.

Tras la exitosa ‘Gloria’ (2013), el realizador chileno vuelve adentrarse en el universo femenino, en este caso narrando la historia de una mujer trans, en una película valiente, arriesgada y al mismo tiempo noble.

Marina Vidal (Daniela Vega) está en pareja con Orlando, un hombre que ronda los 60 años, divorciado y con hijos, que ha tomado la decisión de vivir junto a Marina en un céntrico departamento, además de un inminente viaje de vacaciones a las Cataratas de Iguazú.

Después del festejo por el cumpleaños de Marina y de regreso al departamento, Orlando se siente mal y es llevado por ella a la clínica más cercana, muriendo al llegar. A partir de ese momento Marina deberá enfrentarse a las actitudes llenas de hipocresía y a la doble moral de parte de las autoridades, médicos y sobre todo de la familia de Orlando.

Lelio se adentra nuevamente en un universo femenino que parece dominar, narrando el proceso que Marina debe recorrer para superar primero su duelo y su posterior liberación, pero despojándolo de un innecesario melodrama.

El relato es sobrio, contenido, noble y contundente, respaldado por la solida interpretación de la actriz trans Daniela Vega, quien, con entereza, dignidad y mucha fuerza, conforma un personaje que debe hacer un doloroso recorrido en busca de la aceptación que aparentemente todo mundo otorga, pero detrás de la cara mostrada se esconde la intolerancia, el desprecio e incluso la latente violencia que de a ratos se cuela en un relato que lo muestra sin intenciones de ser una obra de denuncia.

‘Una mujer fantástica’ termina siendo un espejo donde la sociedad actual encuentra el reflejo de lo que es más allá de las apariencias y la manida corrección que impera hoy día, en un relato que desnuda con eficacia a una sociedad que presume un falso avance en su apertura y respeto en temas como la identidad sexual o la violencia de género.

http://tantocine.com/una-mujer-fantastica-de-sebastian-lelio/

A pesar de su discontinuidad de temática y tono, Una Mujer Fantástica, por sensibilidad, contención, imágenes y banda sonora, es un trabajo de visión ineludible.
Su respeto y ritmo medido, nos enseñaran la dignidad y credibidilidad de un personaje inolvidable en su realismo mágico.
Un film honesto en su simpleza simbólica y resplandeciente mensaje, que te lleva a la introspección íntima y te toca el corazón (aunque solo sea tenuemente).