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La paz empieza nunca

Drama Inspirada en la obra homónima del periodista y escritor Emilio Romero. Poco antes de la guerra Civil Española (1936-1939), un grupo de amigos falangistas sueñan con una revolución que transforme España y se dedican a difundir sus ideas entre la población. Al estallar la guerra, uno de ellos, López (Marsillach), está a punto de morir fusilado, pero salva la vida gracias a un republicano. A continuación, se une al bando nacional. Al ... [+]
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
24 de agosto de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso pero cuando estaba viendo la presente, me daba la impresión de que algo no funcionaba en este relato mal compensado entre unas partes y otras. Bueno, también de que el montaje es una calamidad en tanto que no es complicado saber dónde hay un corta y pega que ha amputado trozos de la novela que hace que la trama esté mal explicada o bien añadido algún pegote a petición de a saber quién. Pero a lo que iba. "La paz empieza nunca", basada en la novela homónima de Emilio Romero, que ganó el premio Planeta en 1957, funcionaría mejor como una trilogía o una tetralogía, una película para cada uno de los episodios fundamentales de esta historia: antes de la Guerra Civil, la Guerra Civil y después de la Guerra Civil, con la División Azul y contra el criminal maquis, que asesinó a miles de personas. O bien haber rodado una serie. Pues luego la novela es exactamente así.

Por desgracia, León Klimovsky no lo hace y al querer fundir en una única obra un texto tan prolijo que se extiende durante veinte años, la cosa sale como muy irregular. El comienzo es malo, demasiado atropellado y diferente al libro, la parte bélica también es floja, en algunos pasajes es hasta de risa, pero por suerte, en la segunda mitad gana enteros, cuando "La paz empieza nunca" se asienta en un relato que combina bien el cine negro con el thriller y lo militar. Lástima que el desenlace sea algo facilón y más amargo de lo que debiera. No en vano al final me genera dudas sobre lo que en el fondo me quiere contar Romero, cayendo un poco en batallitas, propaganda y fantasías autocomplacientes. En su defensa, hay algún que otro diálogo atinado, pero demasiado pocos y tratándose de una obra con una obvia vertiente política, se echa de menos mucha más reflexión en este sentido.

Algunos acusan con desdén a "La paz empieza nunca" de ser una obra franquista pero en realidad sería falangista y por este camino es magnífica, mucho más la novela que la película, donde apenas se esboza, para comprender que el fascismo lejos de ser una fuerza de derecha, ya no digo de extrema derecha, era autopercibida por sus defensores como una tercera vía centrista, pero más opuesta incluso a los reaccionarios o conservadores, a los que Romero ataca con dureza, que a la izquierda ya que ellos también eran partidarios de una revolución, la nacional-sindicalista, la revolución pendiente la llamaban. Esto es algo que molesta mucho a los progresistas, recordarles su parentesco ideológico con el fascismo, pero la defensa del socialismo, de un socialismo nacional, nacional-socialismo alemán, es rigurosamente cierta y sitúa a estas fuerzas objetivamente a la izquierda del espectro político.
Reaccionario
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5 de abril de 2017
7 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emilio Romero fue un falangista mejor periodista que escritor, falangista y no franquista pero integrado en el régimen, con ideas ultra conservadoras, de buena pluma para la crítica y acerada ironía para el verbo. Llegando a ser el gran patrón de la prensa del movimiento, nunca olvidaré cómo era ensalzado por el ínclito José M.ª Garcia quien comenzó su larga trayectoria de periodista deportivo en el diario Pueblo, cuando Romero era su director. No es extraño, por tanto, que escribiera una novela tan descabellada y maniquea como ésta que le hizo ganar el premio Planeta de 1957 que José Manuel Lara se lo regalaba a quien le parecía más oportuno para el negocio de las ventas. Se trata de una visión complaciente desde el bando vencedor que a día de hoy resulta lamentable.

No es de extrañar que esta película haya dormido tanto tiempo en el olvido, seguramente por su anacronismo y escaso valor histórico. Aunque aparentemente lo parezca, no habla de reconciliación sino de sometimiento o exterminación. Se trata de la cruzada de un falangista integrado en las milicias violentas, López (un Adolfo Marsillach inadecuado al papel por su físico de señorito relamido) lleno de grandes ideales, un patriota que busca la justicia social desde el lado opuesto al comunismo, sacrificándose por un futuro mejor desde su juventud y durante gran parte de su vida, intentando limpiar la sociedad de enemigos de la patria. Que no duda en poner en peligro a una antigua novia (una estupenda Concha Velasco) ni abandonar a su familia para erradicar a los maquis. León Klimovsky tira de imágenes de archivo para mostrar la guerra, dentro de una realización rutinaria y poco cuidada, aunque el pulso narrativo es de elogiar.

La adaptación es un despropósito absoluto, por lo rocambolesco de su argumento, de intriga, carcelario y novelesco, de cine de aventuras bélicas que entretiene si no te lo tomas en serio. De lo contrario, te puedes sentir decepcionado por el falso tratamiento histórico de la contienda y sus formas para presentar y juzgar al enemigo, porque lo que les hace es un buen favor al recrearlos tan burdamente. Y lo peor es su mensaje reaccionario, sectario y vergonzoso que incluso desagradó al dictador, seguramente por motivos diferentes, pues esta película no dejaba de ser amarga y falangista, algo que desagradaba a Franco, porque en lo único que les estaba agradecido a los del frente popular era el que hubieran fusilado a José Antonio Primo de Rivera, eliminando al líder carismático fascista que le podía hacer sombra al Generalísimo. El film se reduce por tanto a un mero panfleto bienintencionado y amable con el Régimen, totalmente olvidable y sin especial relevancia artística, aunque tiene buenos actores secundarios.
Antonio Morales
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8 de septiembre de 2023
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una de esas películas cuya nota es discutible y discutida, así que simplemente intenta sacar tus propias conclusiones.

Basada en la novela de Emilio Romero, «La paz empieza nunca» nos relata la vida de López, un falangista en la España de preguerra, durante la guerra y posguerra. Hasta ahí, todo correcto. Sin embargo, las tres partes de la historia quedan muy descompensadas.

Claramente la última, entre el cine negro y el thriller, es la mejor, pero hasta llegar ahí tenemos un primer tramo meramente político en el que sin embargo no hay política. Es decir, que yo sigo sin tener claro qué quieren y cómo piensan los falangistas, sus diferencias con el socialismo, su posición frente a las fuerzas conservadoras o reaccionarias. Una película sobre una ideología y un partido político que no habla de política ni plantea ideas, resulta extraña cuanto menos.

Luego todo deriva más en aventura y, como digo, la última es la buena mientras que la etapa de la guerra pasa con más pena que gloria, con fallos de montaje incluidos imperdonables. La trama secundaria de Paula no me parece bien fundamentada, sobre todo en relación con el maravilloso personaje de Fortunato, en principio comunista pero de un romanticismo que enamora.

En fin, nada destacable dentro de la magnífica filmografía española de esa época.
Kaori
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19 de abril de 2017
4 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejando a un lado las habilidades realizadoras de León Klimovsky, que sale airoso del reto, sobre todo en la segunda parte de la película, es inevitable, por lo menos para mí, dejarlas a un lado para centrarme en lo que se suele llamar “mensaje”, elaborado en este caso por el que José María Amilibia llamó “gallo del franquismo”, el inicuo Emilio Romero, uno de los primeros periodistas del fascismo español, y probablemente el más influyente, ególatra y cínico. Porque solamente un ególatra y cínico podía firmar la historia que se nos plantea, la cual se puede resumir en la idea que se plasma en su título y cuyos personajes, de manera un tanto fastidiosa, repiten unas cuantas veces: cuán pesada fue la carga del fascista español al que sus superiores no dejaban de encomendarle la dura e interminable tarea (lógicamente inacabable) de asesinar a los obreros españoles resistentes. Pero claro, según Emilio Romero a los fascistas españoles les suministraban la energía suficiente para no desfallecer en tan noble afán los propios proletarios hispanos, una panda de zoquetes, sucios, malvados, viciosos y consentidos que además querían romper España (¡!). Y es que con semejante paisanaje, los aristócratas joseantonianos no tenían más remedio que hacer hablar a sus pistolas.
Para desgracia de ese mediocre propagandista del franquismo, de sus novelas y obras de teatro, tal como dijo otro facha ilustre (José María Ansón), “no queda nada”; no así de la lucha de la guerrilla española contra los señoritos capitalistas expoliadores y el Estado que forjaron a su medida, pues ella nos ha legado el ejemplo del explotado rebelde que no se rinde ante el que pretende ser su amo. Una semilla fecunda.
jokinr
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