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La casa de Bernarda Alba

Drama Después de la muerte de su marido, Bernarda somete a sus cinco hijas a una disciplina inquisitorial que equivale, en la práctica, a un enterramiento en vida. La aparición de un hombre, Pepe el Romano, que parece tener intención de casarse con Angustias, la hija mayor, desencadena una serie de acontecimientos que desembocan en un inesperado final. (FILMAFFINITY)
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
18 de noviembre de 2007
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si se ha leído el drama de Lorca, parece imposible creer que pueda llegarse a plasmar en cine la intensidad y el dramatismo de sus personajes. Mario Camús, que ha dirigido probablemente la mejor película de la historia del cine español (“Los santos inocentes”), se acerca a ello, con una realización difícil y consiguiendo que los actores transmitan la fuerza y se ajusten al perfil psicológico de los personajes lorquianos. Sin actrices de primera talla, la película sería un fiasco, y desde luego sin esa gran actriz, que es Irene Gutierrez Caba, el resultado hubiera sido otro.
anje
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20 de abril de 2012
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena adaptación de la obra lorquiana, pero un poco lenta en ocasiones. Aunque las actrices están muy bien elegidas y todas cumplen bien con su papel, flaquea por momentos el filme. Pero bueno, no tiene importancia porque se salva por sus magistrales interpretaciones. A pesar de que es digna de todas las alabanzas la actuación de Irene Gutiérrez Caba, para mi gusto es mucho mejor la de Florinda Chico (recientemente fallecida) como la Poncia, la criada chismosa y rastrera, pero de buen corazón en el fondo. A lo largo de toda la película se puede palpar muy bien ese aire triste y frío de una casa llena de hipocresía y tradición tirana, que incluso ahoga por momentos. Llena de simobolismos lorquianos, como el vestido "verde" de Adela, o las varias menciones del AGUA, (que para Lorca simbolizaba "libertad") nos provoca mucho más interés a prestarle atención al filme. NO OS DEFRAUDARA TAMPOCO, se deja ver.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
SENEN
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3 de abril de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El resultado de la dictadura que ejerce Bernarda en su casa es que se puede desatar un desastre. Y es que dan ganas de retorcerle el pescuezo a ésta vieja amargada con tan malaleche, ¿sería una lesbiana reprimida en su juventud?
Si yo me jodo tú también y punto. No se esperaba que iba a haber gente en su propia casa con tantos pantalones como ella. ¿Pero es que a quién se le ocurre convertir en monjas de clausura a 5 mujeres en celo? La casa será un peligroso polvorín que puede estallar en las narices de cualquiera.
¡Silencio!
ivan kapo
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3 de diciembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
'La casa de Bernarda Alba' es una de las obras de teatro más reconocidas del siglo XX. Esta adaptación cinematográfica consigue captar la esencia que Lorca le imprimió a esta obra. Las interpretaciones de Irene Gutiérrez Caba como Bernarda y Florinda Chico como la Poncia quedan en el recuerdo por años. Es una maravillosa adaptación, parece que estamos asistiendo a una representación. Increíble trabajo aunque, ya el texto de por sí valdría para hacer una película considerable.
El Pater
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2 de septiembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda que cuando el malogrado dramaturgo y poeta Federico Gª. Lorca escribió esta memorable obra teatral, conocía muy bien el tiempo y la sociedad que le tocó vivir, el papel tradicional y ancestral de la mujer en la idiosincrasia de la España negra, encorsetada en unas raíces atávicas y unos roles preconcebidos que la denigraban y la oprimían, sirviéndole de inspiración para su obra. Bernarda Alba es una de sus más fieles herederas y víctima a la vez, de esos postulados que los aplica con mano de hierro, de forma cruel y desalmada. Así gobierna su casa, que más bien parece una cárcel, ella ordena y decide, sus palabras son como sentencias, jamás se discuten, sólo se acatan. Con su mano – gran primer plano – en el bastón de mando, es la vigilante celosa de la honra y el decoro, valores fundamentales que emanan de una radical lectura religiosa que castra y reprime.

Está adaptada ejemplarmente para la pantalla por Mario Camus, bastante fiel al texto y sin faltar al espíritu del autor, presentando una atmósfera opresiva y agobiante. Las campanas tocan a funeral por la muerte de su esposo y tras la ceremonia religiosa, Bernarda (una sobrecogedora Irene Gutiérrez Caba) sentencia ante sus cinco hijas solteras, y en edad de merecer: “En ocho años que dure el luto, no ha de entrar en esta casa el viento de la calle”, su mirada impasible produce escalofrío, toda una declaración de principios, si lo sumamos al lema que titula mi comentario. Todo ello adelanta la tragedia a la que vamos a asistir.

Una historia apoyada dramáticamente en el gran trabajo de las actrices femeninas, que recrean a mujeres angustiadas, torturadas por un sentimiento de culpa y condenadas a vivir encerradas y reprimidas como mujeres, bajo cuatro paredes donde sufren el aislamiento y el sacrificio de una causa inane y absurda. Camus adapta eficazmente, el lenguaje poético lorquiano a unas expresiones más naturales y menos literarias. Una historia sórdida, seca y desagradable al espectador habitual, un mundo cerrado de pasiones femeninas donde el hombre sólo aparece como espectro – nunca vemos el rostro de Pepe, el romano –, o ser maligno y corruptor de la virtud femenina. Importante mención merece el personaje de Poncia (Florinda Chico) que ejerce de contrapeso moral al despótico personaje central.

De la opresión que sufren las hijas, todas ellas padecen su personal calvario, destacando el papel de Adela, la más joven y rebelde (Ana Belén) para la que la urgencia del sexo es más perentoria que para sus hermanas, más acostumbradas a reprimirse. Una forma de entender la vida que prima las apariencias por encima de todo. La excelente dirección artística enfatiza con sus decorados, ese enclaustramiento, ese laberinto tenebroso donde las ventanas permanecen cerradas, la pugna entre la luz y la oscuridad, la esclavitud y la libertad, esa dicotomía entre el negro de los vestidos que invitan a la tristeza y el color blanco que describe la pureza. En definitiva, la recreación de una mentalidad hipócrita que pretende negar la realidad.
Antonio Morales
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